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Alcornocales: el descorche atrae a los «ecoturistas»

Ejemplares de alcornoque recién descorchados en el Parque Natural de los Alcornocales
Ejemplares de alcornoque recién descorchados en el Parque Natural de los Alcornocaleslarazon

Tradiciones ancestrales, y entre ellas el milenario aprovechamiento del corcho, se concilian con vanguardistas propuestas turísticas en el Parque Natural de Los Alcornocales, un espacio natural en el que han puesto el foco los principales mercados emisores de ecoturistas, informa la agencia Efe.

La mayor y mejor conservada masa forestal de alcornoques de España (ocupan unas 80.000 de las 170.000 hectáreas que tiene el Parque Natural) ha determinado en gran parte las tradiciones culturales de los numerosos municipios gaditanos y malagueños por los que se extiende este iconográfico lugar de la red Natura 2000.

La popular y ancestral «saca» del corcho ha rentabilizado esos montes desde hace siglos, sobre todo desde que en el siglo XVIII se descubrieron las propiedades de ese material para taponar botellas, pero en sus abruptas veredas, barrancos y valles nunca ha entrado la maquinaria y sólo las mulas son capaces de sacar una materia prima que se ha convertido en el motor del desarrollo local.

El director conservador del Parque Natural, Juan Manuel Fornell, ha observado que el descorche produce «un estrés» al árbol que puede reducir su vida, pero también que ha sido precisamente su rentabilidad la que ha provocado la conservación del bosque.

«Si no tuviéramos los alcornoques, los montes no estarían tan limpios como están, con el consiguiente riesgo de incendios; algunas especies cinegéticas estarían mucho más desarrolladas y eso sería también un problema, y sobre todo, y sin lugar a dudas, perderíamos mucha biodiversidad», ha señalado Fornell en declaraciones a Efe.

Este entorno, sus recursos naturales, su paisaje y sus valores antropológicos y culturales han despertado el interés de empresas y organizaciones internacionales, y entre ellas el de la estadounidense Alianza para la Conservación de los Bosques de Corcho (CFCA, en sus siglas en inglés).

La iniciativa surgió entre los propios enólogos para contrarrestar la idea de que el uso del corcho natural resulta muy dañino para el medio ambiente y para desterrar el argumento de que se están talando gigantescas superficies forestales para satisfacer la creciente demanda de corcho en el mundo.

Todo lo contrario, según apuntan, porque la extracción del corcho tiene una importancia ecológica vital para ese bosque mediterráneo que probablemente ya habría desaparecido si no hubiera sido rentable y porque es además el elemento imprescindible para el mantenimiento de la economía y de los valores culturales de muchos pueblos.

La propuesta de la CFCA estadounidense la canaliza en España una empresa especializada en ecoturismo, cuyo responsable, Miguel Rollán, ha subrayado que en Los Alcornocales el patrimonio etnográfico y cultural se combinan «a la perfección» con el patrimonio natural.

«De hecho son indisolubles, y esa es la conexión que tratamos de explotar en nuestras propuestas de ecoturismo, pensando además que tienen el potencial para suponer una fuente de desarrollo socioeconómico en los lugares donde se desarrolla», ha dicho a Efe.

Cada verano -cuando el árbol menos sufre y a pesar de que las condiciones meteorológicas pueden llegar a ser extremas- se «desnudan» miles de alcornoques, una operación que se repite cada nueve años, el tiempo que necesita el árbol para regenerar su corteza.

Algunos operadores turísticos internacionales complementan la visita con «experiencias» relacionadas con el enoturismo, con la elaboración artesanal del queso, con actividades al aire libre o con el hospedaje en establecimientos empotrados en reservas ecológicas.

Son lugares incrustados en el corazón del Parque Natural, privilegiados para la contemplación de muchas de las especies más representativas de la península, y sobre todo para la observación de las miles de aves que cada año protagonizan el flujo migratorio entre Europa y África.

Javier Gómez gestiona uno de esos establecimientos, encajado en la reserva ecológica de Las Lomillas, donde se encarga además de importantes labores de conservación (ya sobrevuelan el espacio varios pollos de cigüeña «donados» por la Comunidad de Madrid tras haber salido de lugares donde no debían proliferar, como el Aeropuerto de Barajas).

Busca, como otros empresarios que han puesto en marcha iniciativas similares, la rentabilidad de un negocio a partir de un hilo conductor: la conservación de la biodiversidad, el respeto a los valores naturales y culturales de Los Alcornocales y el desarrollo de actividades ligadas a la observación, a la contemplación y al disfrute de esos recursos que la naturaleza y el hombre han cosido en este lugar.

EFE