Cambios climáticos
El agua profunda de la Antártida, cada vez más fría
Se ha enfriado hasta niveles «inesperados», lo que podría causar un aumento del nivel del mar
Las aguas inferiores de la Antártida, que forman parte de un sistema circulatorio global y suministran oxígeno, carbono y nutrientes a los océanos del planeta, se han enfriado a niveles inesperados en la última década, lo que podría tener consecuencias potencialmente significativas para el clima de la Tierra porque alteraría la circulación oceánica y contribuiría al aumento del nivel del mar.
Así lo afirman Viviane Menezes y Alison Macdonald, investigadoras de la Institución Oceanográfica de Woods Hole (WHOI, por sus siglas en inglés), de Estados Unidos. Ambas oceanógrafas destacan que el agua del fondo antártico se ha refrescado a un ritmo sorprendente entre 2007 y 2016.
En su estudio, publicado en la revista ‘Science Advanses’ y recogido por la agencia Servimedia, las científicas indican que la circulación del océano impulsa el movimiento de aguas cálidas y frías alrededor del mundo, por lo que es esencial para almacenar y regular el calor, y desempeña un papel clave en la temperatura y el clima de la Tierra.
«Si cambia la circulación, cambia todo en el océano», apunta Menezes, investigadora postdoctoral de WHOI y autora principal del estudio, quien añade que: «Aún no tenemos toda la historia, tenemos algunas piezas nuevas, pero no tenemos todo el rompecabezas». ÑBRóEse puzle en sí no es nuevo: estudios anteriores sugieren que el agua del fondo antártico ha estado experimentando cambios significativos durante décadas. Desde la de 1990, un programa internacional de investigaciones ha muestreado periódicamente algunas cuencas oceánicas alrededor del mundo para rastrear la circulación y las condiciones en estos lugares
a lo largo del tiempo.
A lo largo de una cadena de estaciones, que se extiende desde la Antártida al sur del océano Índico, los investigadores han seguido las condiciones del agua del fondo antártico, una capa de agua profundamente fría inferior a 0°C (se mantiene líquida debido a su salinidad) que se mueve a través del océano Antártico, mezclándose con aguas más calientes mientras circula alrededor del globo en el océano meridional y hacia el norte en las tres cuencas oceánicas principales.
El agua del fondo antártico se forma en las plataformas de hielo de la Antártida, donde los vientos fuertes refrescan espacios abiertos de agua rodeados de hielo, llamados polinias, hasta que parte del agua se congela. La sal no se hiela, por lo que el agua de mar sin congelar alrededor del hielo se vuelve más salada. La sal hace el agua más densa, con lo que ésta se hunde al fondo del océano. «Se cree que estas aguas son la base de la circulación oceánica mundial a gran escala», recalca Macdonald.
El flujo glacial juega un papel crucial en la regulación de la circulación, la temperatura y la disponibilidad de oxígeno y nutrientes en los océanos del mundo, y sirve como un barómetro para el cambio climático y un factor que puede contribuir a ese cambio.
Un estudio anterior encontró que el agua del fondo antártico se había calentado y refrescado entre 1994 y 2007. Cuando Macdonald y Menezes revisitaron la línea de estaciones, midieron cómo es masa líquida ha cambiado en los años posteriores.
Durante el verano austral de 2016, se unieron a la tripulación del buque de investigación ‘R / V Revelle’ y cruzaron el norte de la Antártida hasta Australia, enfrentándose a frecuentes tormentas para recolectar muestras cada 30 millas náuticas. En un laboratorio de a bordo, analizaron las muestras utilizando datos de los sensores de conductividad-temperatura-profundidad, que miden la salinidad del agua, la temperatura y otras propiedades, con el apoyo de Courtney Schatzman, que procesó los datos en bruto.
El equipo encontró que la tendencia de calentamiento previamente detectada ha continuado, aunque a un ritmo un poco más lento. La sorpresa más grande, sin embargo, fue su falta de salinidad, puesto que el agua del fondo antártico fue cuatro veces más fría en la última década que entre 1994 y 2007.
Si esto fuera global, podría perturbar significativamente la circulación de los océanos y los niveles del mar. «Cuanto más fresca sea el agua, menos densa será y más se expandirá y ocupará más espacio, y eso conduce al aumento del nivel del mar. Si esas aguas ya no se hunden, podría tener efectos de largo alcance para los patrones de circulación oceánica global», explica Macdonald.
Servimedia
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