Asuntos sociales
Menores maltratadores: De condena, el Camino de Santiago
Este fin de semana, un grupo de menores recorrerá, junto a sus padres, 49 kilómetros en Gran Canaria como medida judicial por sus delitos. Forma parte de un nuevo proyecto de reinserción de jóvenes.
Este fin de semana, un grupo de menores recorrerá, junto a sus padres, 49 kilómetros en Gran Canaria como medida judicial por sus delitos. Forma parte de un nuevo proyecto de reinserción de jóvenes.
«Es muy duro denunciar a un hijo, te lleva a un punto máximo de dolor, pero no me quedó otra opción», dice con lágrimas en los ojos, Lilia, mientras cuenta su historia a LA RAZÓN.
Eran una familia aparentemente normal, si es que hoy se puede usar ese concepto. ¿Qué es normal? Un matrimonio, dos hijos, trabajo, estudios... Pero hace cinco años se divorciaron y empezaron los cambios de comportamiento en el mayor.
A estas alturas a todos queda claro que para que un joven comience a tener conductas delictivas no hace falta estar en una situación de marginalidad, ni vivir en una familia desestructurada. Simplemente sucede. Y a veces hay cosas que lo detonan. Enfrentarlo e intentar solucionarlo es la única salida. A veces funciona, otras no. Lilia y su hijo Ángel (nombres ficticios para preservar sus identidades) están en el camino.
«Mi hijo empezó a consumir drogas, yo no me percaté de eso, pero el instituto donde estudiaba nos comentó que tenían sospechas y empecé a vigilarlo. Le seguía sin que él se diera cuenta, no podía cruzarme de manos en casa; hasta que le vi». Lilia reconoce que tras su divorcio las cosas cambiaron. A pesar de que en la actualidad mantiene una buena relación con su ex, piensa que eso pudo afectar al comportamiento de Ángel. «Sé que ha sufrido porque vio que sus padres se separaban, nuestra economía cambió, él tuvo que ir a otro colegio, sus amigos ya no eran los antes...». Dos años después empezó a recibir señales de alerta. Nunca se había visto envuelto en un problema con la Justicia. No sabían cómo enfrentarlo.
Ángel tiene ahora 16 años y está en libertad vigilada desde hace casi uno. Pero antes de llegar a un juicio y a una sentencia, hubo un camino previo de dolor y desesperación. «Como madre ha sido muy duro ver cómo mi hijo se encuentra ahora con una medida judicial. Antes de acudir a la Fiscalía de Menores, tanto su padre como yo, agotamos todos los recursos habidos y por haber. Fuimos a Proyecto Hombre, hablamos con especialistas, pero no había cooperación por su parte, no se dejaba ayudar».
Las malas palabras, los gritos y las humillaciones en casa empezaban a darse con mucha frecuencia. Llegó a agredir a su madre y a su hermano menor. «Ya no era una, ni dos, era día tras día, hasta el punto de tener miedo de llegar a casa y temer con qué me iba a encontrar».
Fue entonces cuando, apoyada por su ex marido decidió denunciar a su hijo. «Pensaba que no se me podía ir de las manos. Alguien de confianza me habló de esta posibilidad, de poner una denuncia, y que él seguiría con nosotros, pero sujeto a unas medidas legales».
Hoy Lilia se siente bien con aquella decisión. «Aunque suene duro, lo estoy porque veo cierto cambio en él. De pensar lo peor, ahora la vida me ha dado un vuelco. Hay un equipo de psicólogos, profesores... pendientes de nosotros».
Mientras hablamos en el despacho de la jueza que ha liderado este proyecto innovador para la justicia de menores en el país, Ángel escucha atento. Había llegado a la cita con su madre, el móvil en la mano y los auriculares puestos, pero una vez empezamos a hablar, observa y presta atención a todo lo que se dice, de él y de los problemas de otros menores como él.
Con la cabeza agachada, no interrumpe, asume cada una de las palabras de su madre. Cuando le preguntamos cómo se sentía y cómo ha vivido este proceso no puede evitar quebrarse. «No lo pasé bien, vi que mi madre estaba hecha polvo y pensé que tenía que cambiar».
Desde que se sentaron en aquel juicio han pasado diez meses, casi el tiempo de la pena que le impusieron: un año de libertad vigilada. A pesar de eso ha habido momentos de flaqueza y Ángel ha incumplido algunos aspectos como la disciplina y el buen comportamiento que lo llevaron de nuevo ante la Fiscalía. «Teníamos problemas con los videojuegos. No tenía hábitos, los horarios se los marcaba él mismo, no acataba la disciplina, y nos citaron de nuevo aquí», dice su madre.
«Nos han informado de que tiene dos opciones: una muy mala, ir a un centro de internamiento, y ya no sería por un año, sino para mástiempo. Y la otra, hacer el Camino Santiago. Me sorprendió. Nunca imaginé que existiría una alternativa así. Le preguntaron si le gustaba caminar y él dijo que no, conociéndole era otro castigo más para él».
Y así lo reconocía él: «Al principio lo vi como un castigo, voy a ser sincero, pero después pensé que era bueno hacer algo con mi madre, y ver si yo cambiaba, porque no seguían muy bien las cosas». No lo hará solo. A pesar de que es obligatorio para ellos y no para sus familias, su madre le acompañará esta fin de semana a recorrer esos 49 kilómetros. La finalidad es pasar tiempo juntos de convivencia, de entendimiento, de reconciliación.
La violencia filioparental se ha convertido en un problema muy importante de la sociedad española. Malas contestaciones, agresiones verbales y físicas...
La magistrada Reyes Martel del Juzgado Número 1 de Menores de Las Palmas recientemente ha impulsado un proyecto novedoso llamado «UP2U» («Depende de tí», en castellano). Con él pretende dotar de mejores herramientas al sistema legal para reintegrar a los menores y evitar su reincidencia. Todo ello a través de los estudios, la formación humanística y el deporte. «Tenemos que preguntarles qué es lo que les gustaría estudiar, qué deportes hacer, qué actividades compartir, como si le preguntáramos a nuestros hijos», dice la jueza.
Eso hicieron con Ángel. Y en función de sus gustos y preferencias, diseñaron talleres y actividades. «A mí me gustan los videojuegos y la informática. Y ahora estoy descubriendo algo nuevo: la peluquería. Mi educador me llevó a una, y al principio me pareció muy aburrido, pero ahora quiero ir todos los días. Me encanta».
Su afición por los videojuegos le ha creado muchos problemas en casa. Juega a cualquier hora, suelen ser de carácter violento, da gritos mientras juega aunque sea de madrugada, pero la magistrada quiere reconducir este hobbie. «Que algo que le gusta lo canalice en la forma adecuada, por eso le pondremos en un taller sobre videojuegos. Ahí se enfrentará a sus fortalezas y debilidades». «Las medidas judiciales se diseñan como un traje a medida teniendo en cuenta las circunstancias del menor. Ha de ser una Justicia rápida porque ellos crecen rápido».
La jueza Martel insiste en que el Camino de Santiago es una de esas actividades que pretende motivarlos y rescatar valores como compartir, convivir, comunicarse. «El Camino conecta con todo eso. Tienes que sufrir por un motivo, que es la vida misma». Serán dos días. Este fin de semana participarán estos menores con sus familias, la inscripción está abierta a todo el mundo que le interese el senderismo y la convivencia. Irán de Tunte a Gáldar. 49 kilómetros pasando por Tejeda, el municipio que se quemó hace pocas semanas. Por eso cada uno de los jóvenes plantará un árbol con el que contribuir a su reforestación. Es la única ruta jacobea fuera de la Península que otorga la indulgencia plenaria (La Compostela), por lo que también ellos sellarán su pasaporte compostelano. Una oportunidad, una nueva forma de hacer el buen camino.
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