Elecciones generales

¿Mentimos en las encuestas?

Existen fórmulas matemáticas que corrigen nuestra falta de sinceridad para que la radiografía sea exacta

¿Mentimos en las encuestas?
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Los españoles nos fiamos de los resultados de los sondeos, pero los expertos en demoscopia saben que no siempre decimos la verdad. Por suerte, existen fórmulas matemáticas que corrigen nuestra falta de sinceridad para que la radiografía sea exacta.

Con la intención de conocer cuál será nuestro voto en las próximas elecciones, si tenemos previsto comprar un determinado producto o crearnos la necesidad de poseer uno concreto, o simplemente para saber cómo son nuestros hábitos de vida, cada día miles de españoles participan en encuestas de todo tipo. Preguntas, la mayoría de las veces a través del teléfono o con cuestionarios electrónicos, a través de las que gobiernos y empresas obtienen datos de un valor millonario. Pero ¿son los resultados que obtienen veraces? Este diario ha encargado la «encuesta de las encuestas» para tratar de arrojar un poco de luz sobre el asunto. Quédese con estos datos: el 55,7% de los entrevistados por NC Report para LA RAZÓN consideran que los resultados ofrecidos por cuestionarios sobre información pública son de fiar y el 65,7%, que decimos la verdad cuando nos preguntan qué vamos a votar en las elecciones. Los expertos, sin embargo, trabajan con decenas de elementos de correción porque saben que, en realidad, y especialmente en los últimos tiempos, a los españoles nos divierte mentir en las encuestas.

Tratamos de decir verdad, pero en el proceso de elaboración de un sondeo de opinión intervienen muchos factores externos que pueden provocar sesgos en el resultado final de la medición. Técnicos especialistas en demoscopia mantienen que las personas con las que contactan a la hora de recabar información pueden mentir por razones de lo más variopinto, dar una respuesta no real porque no siempre comprenden a la perfección el sentido de las preguntas o que se produzca lo que han bautizado como «efecto telescopio» y que no es otra cosa que hayan olvidado cuestiones o respuestas que dieron hace más de seis meses. «En general la gente no está muy interesada en la política y muchas veces no recuerdan a quien votaron cuando se les pregunta pasado medio año. Otras veces dan una respuesta en función del entrevistador o la ideología, en el caso de que la reconozcan, de la empresa o medio que encarga el sondeo», asegura Juan José Domínguez el politólogo que ha logrado «clavar» todos los últimos sondeos electorales.

Él acertó con el resultado del referéndum de Escocia, la elecciones del 20-D y 26-J, la victoria de Trump en Estados Unidos, el Brexit y predijo, con cifras, que Pedro Sánchez ganaría las primarias del PSOE. No se trata de magia, trabaja con un programa matemático que diseñó para una empresa demoscópica cuyo nombre no revela y en la que aún está empleado. Todo está en los números. Ha logrado localizar los municipios de todo el país en los que el patrón de voto ha coincidido en todas las elecciones de las últimas cinco legislaturas. «Con la entrada de Ciudadanos y Podemos corregimos el modelo para darles cabida. Salió bien», explica como si la cuestión fuera sencilla. Por eso, ahora «con unas pocas encuestas» y algo de trabajo de correción posterior basándose en criterios científicos consigue acercarse mucho a las cifras que arrojan las urnas en las jornadas electorales.

El ejemplo de Domínguez no es la tónica habitual en los últimos tiempos. Nadie consiguió aventurar en sus pronósticos que la suma de Junts Per Cat, Esquerra y CUP podrían dar al bloque independentista la victoria en las catalanas. ¿Por qué fallan los sondeos? ¿No se están haciendo bien las encuestas? En este caso la respuesta del experto no es muy teórica: «Nadie se atrevió a mostrar públicamente su tendencia política, la gente mintió. Los españoles somos un poco cachondos a la hora de votar. Nuestra historia e intrahistoria nos afecta y una de las razones por las que los nacionalismos y el independentismo crecen es que la gente vota con el bolsillo».

El truco infalible para conseguir que los datos de las encuestas sean lo más veraces posibles lo da el primer director del CIS y co-fundador del Instituto de Opinión Pública qu e lo precedió: «Lo mejor es ir al hogar del entrevistado. Para que haya buenas respuestas la gente tiene que confiar en el entrevistador», asegura Juan Díez-Nicolás. Por eso, aunque las empresas demoscópicas optan cada vez más por obtener sus datos a través de encuestas telefónicas o cuestionarios virtuales o postales, que tienen un retorno para las empresas de apenas el 1%, el CIS continúa a día de hoy haciendo sus preguntas puerta por puerta. Se trata, sin embargo, de un procedimiento caro. «Si la entrevistadora –sí, casi siempre mujeres por un asunto de empatía– la hace con calidad, tienes que pagar entre 25 y 30 euros por entrevista», asegura Domínguez. Ahora no es tan sencillo como en los años 60 acceder al interior de los domicilios. El «padre» del CIS sitúa en unos 60.000 euros la cifra que puede llegar a alcanzar una encuesta a nivel nacional a una muestra de alrededor de 1.200 personas. En la actualidad tanto el CIS como las empresas demoscópicas más potentes cuentan con directorios informáticos a través de los que seleccionan la muestra objeto de estudio en función del sexo, estudios, nivel de renta, lugar de residencia y otros factores demográficos y sociológicos de los potenciales entrevistados. Unos listados en los que, además de localizar a las «víctimas» del estudio, también les sirven para corregir los datos de las personas a las que ellos «cazan» resistiéndose a contestar con la verdad.

Esto no significa, en absoluto, que los sondeos de opinión se manipulen. De hecho Díez-Nicolás cree que el «aprecio» de los españoles por las encuestas se debe precisamente a que se han ganado el prestigio desde años antes de la Transición. Así, explica que el cien por cien de las encuestas que ha realizado el CIS en sus 55 años de historia se han hecho públicas. Con una excepción: «Siempre hemos creído que no debería haber ningún organismo de control en el Gobierno que determinara qué encuestas son buenas y cuáles no lo son, por eso siempre se han publicado todas menos una que pidió el ministro Castiella sobre el cierre de la frontera de Gibraltar realizada a personas del Campo de Gibraltar. No se trataba de ninguna cuestión de Estado, a la gente le importaba un rábano», asegura. Tirando de historia, el primer director del CIS recuerda que gracias a las encuestas «el régimen se dio cuenta de que el franquismo era imposible sin Franco» y los partidos de la «izquierda radical se dieron cuenta de que lo que la gente quería eran cambios, no saltos al vacío que pusieran en riesgo nada».

De vuelta a la verdad y la mentira los expertos reconocen que hay un hueco para la trampa en su trabajo. «El orden en el que se realizan las preguntas tiene un efecto muy potente a la hora de hacer una entrevista. Las terceras preguntas son las que dan más información», añade Domíguez que recomienda intercalar en las encuestas para realizar sondeos de intención de voto las cuestiones relativas al voto por simpatía, el voto recuerdo y la clásica «¿quién cree que va a ganar?». El directivo del CIS niega, por su parte, que en los estudios que elabora desde 1963 el organismo público haya rastro de manipulación. «No hay grupo ideológico que no haya tenido una persona en el CIS. Los actuales empleados (en torno al centenar) han ido entrando a trabajar cuando gobernaban unos y otros de forma que, si hubiera manipulación por ideología, se contrarrestan unos a otros».

Si aún le queda alguna duda sobre si las encuestas recogen la realidad deshágase de ella. Los datos que publican son reales, para cerciorarse de ello las empresas demoscópicas elaboran un parte de incidencias cada vez que terminan un estudio. Además, para asegurarse de un buen resultado, realizan pruebas piloto con un 10% de entrevistas y repiten llamadas para verificar que la encuesta se hizo a una determinada persona. En su mano queda, eso sí, contestar lo que crea que su entrevistador quiera escuchar.

Las voces femeninas obtienen más y mejor información

No es casualidad que Mata Hari –una de las espías más famosas de la historia– fuera mujer, como tampoco lo es que las empresas demoscópicas las elijan a ellas a la hora de obtener la información más veraz para sus encuestas. Según los expertos en sondeos, la mujer, y la voz femenina en particular, logra un mayor grado de empatía con los entrevistados. Es por esto por lo que las empresas eligen a mujeres para sus trabajos de campo. Ellas, aseguran, obtienen una mayor cantidad de información y más veraz. Según un estudio que elaboró la UNED en 2013, aunque ellos y ellas tienen el mismo grado de empatía, las mujeres son más sensibles a la hora de manifestarla.