Teología de la Historia

El milagro del lunes santo 9 de abril de 1906 en Chauchina (Granada)

La Virgen de los Dolores sanó a Rosario Granados Martín de unas llagas cancerígenas en una pierna después de que ésta perdonase al hombre que acababa de matar a su hijo mayor

Ntra. Sra. del Espino Coronada de Chauchina en Granada
Ntra. Sra. del Espino Coronada, de Chauchina en GranadaLR

En la anterior entrega de esta serie dedicada a la Teología de la Historia comentamos el gran milagro del «Cojo de Calanda» (Teruel), en el doloroso año para España de 1640. En este capítulo, la protagonista volverá a ser la excelsa Madre de Dios y Madre nuestra, en esta ocasión bajo la advocación de la Virgen de los Dolores, «La Dolorosa». La agraciada por un extraordinario milagro y asimismo en una pierna (en este caso la izquierda), será una mujer humilde y sencilla, de 67 años, madre de tres hijos y viuda, en la localidad granadina de Chauchina, perteneciente al Partido Judicial de la Santa Fe. Su ubicación geográfica tendrá relación como veremos, con su sentido también desde el punto de vista de la Teología de la Historia. Sucedió el lunes 9 de abril de la Semana Santa de 1906. Rosario Granados Martín era el nombre de esta buena mujer que padecía unas llagas cancerígenas en la pierna izquierda que le impedían caminar y la provocaban un gran dolor además de despedir un hedor muy intenso y desagradable, que le ocasionaba problemas de convivencia. Había estado siete meses ingresada en el Hospital declarando los médicos que era incurable. Vivía con la familia de uno de sus hijos, en un humilde piso que el dueño compartía con ellos, como realquilados. Había vivido una terrible experiencia cuando un día entró en su vivienda de entonces, un joven excitado y gritando que por favor le escondiera porque en una discusión había matado a una persona y le perseguían. Le escondió y poco después llegó alterado otro hijo suyo diciéndola que un hombre había matado a su hermano Pepe. Entendió que era el que había escondido y que había matado a su hijo mayor, y le dirá al recién llegado que fuera a ver si le encontraban. Al irse, avisó al escondido y le dijo que saliera, diciéndole que la Virgen había perdonado a los que mataron a Su Hijo y que ella le perdonaba también a él y que rogaría a Dios que no tuviera que declarar en el juicio si le juzgaban, como así fue. Apresado, falleció repentinamente pocos días antes del juicio. Aquel 9 de abril, el propietario les había advertido que con aquel olor era imposible convivir y que ella se fuera ese mismo día, bajo la amenaza de expulsarla de casa a la vuelta de su trabajo. Rosario caminaba llevando una silla en la que se apoyaba y en la que iba reposando del gran cansancio que le provocaba el estado de su pierna además del pie tan hinchado, que no podía usar un calzado normal. A las 9 de la mañana de ese día, reposaba sentada en la silla junto a un espino, sumida en un profundo dolor físico y emocional por la situación creada. De repente se le apareció una mujer que Rosario describió como morena, de estatura normal, vestida de oscuro y de buena apariencia, que le preguntó que le sucedía. No la relacionó en absoluto con quién era, y le explicó el sufrimiento que le ocasionaban las llagas de su pierna izquierda. La mujer le dijo que fuera con Ella al cementerio –distante un kilómetro de aquel espino–y que la curaría, lo que Rosario interpretó como que le haría una cura como le solían hacer su nuera y una buena vecina quitándole las vendas con sumo cuidado y colocándole otras. Al decirle que no podía acompañarla porque le costaba mucho caminar, le dijo que le diera la mano y que no se preocupara. Así lo hizo y Rosario comenzó a caminar sin la silla, mientras varios vecinos la veían y no entendían lo que sucedía porque iba con la mano izquierda extendida no viendo a nadie junto a ella. En el trayecto hacia el cementerio pasó por la vivienda de una vecina amiga que también se sorprendió al verla así y con aparente normalidad, y la invitó a comer algo en su casa. Quedó preocupada al decirle que venía con una mujer que no conocía y que «la iba a curar en el cementerio» no viendo a nadie en ningún momento, al igual que su hijo. Al decirles que tenía que irse con la mujer con la que venía, su preocupación aumentó creyendo que Rosario había perdido la cabeza. Antes de llegar a su destino se paró con otra amiga que también quiso que entrara a su casa a tomar algo y que descansara. Todos estos datos son relevantes para acreditar lo sucedido hasta que finalmente y tras esos recesos llegó a la una del mediodía a la escalera donde la esperaba la mujer «morena y vestida de negro». Reclinada en el primer peldaño de los de acceso al interior del camposanto, invitó a Rosario a rezar varios padrenuestros y avemarías inclinando la cabeza cuando rezaba el Gloria mirando a la gran Cruz que presidía el cementerio y que parecía que se inclinaba a su vez hacia Ella. Sonó un trueno que asustó a Rosario diciendo que se retiraran porque «iba a llover», a lo que su acompañante le dijo que no se preocupara y que rezara por «quienes no temen a la justicia de Dios». Posteriormente se sentó en la escalera y su acompañante le dijo que le iba a hacer la cura. La anciana no recuerda nada más, porque se quedó dormida y al despertar enseguida, vió que las vendas estaban en el suelo y que su pierna estaba totalmente curada. Se incorporó corriendo para ver donde estaba la mujer, que giraba por la esquina de una de las paredes del cementerio, llamándola a gritos pero no pudiendo acceder a Ella, al desaparecer. El impacto producido por la noticia fue enorme en la localidad y sus alrededores, iniciando una suscripción popular para poder construir una pequeña ermita junto al espino donde se produjo la aparición. El dueño del piso que la había amenazado y que se declaraba no creyente «en Dios ni en nadie», quedó tan impactado que emocionado afirmó que ya creía y le rogó a Rosario se quedara en su piso en el que acondicionó una habitación más, solo para ella.15 años después, en 1921, fallecía en olor de santidad por su profunda humildad y caridad, diciéndole a su confesor al que había rogado buscaran, que la Señora –ya identificada sin duda alguna por ella y los vecinos como la Virgen Dolorosa, venerada popularmente también en Chauchina como la Virgen del Espino y la «Virgen del Pincho»–, le había comunicado un secreto que solo podía contarle a él y antes de fallecer. La Virgen Dolorosa le dijo que junto al espino se edificaría un monasterio de religiosas capuchinas que se turnarían en rezar durante el día el Rosario, adorando al Santísimo Sacramento. Cuatro años después, esa promesa será una extraordinaria realidad que pervive hasta hoy. Chauchina, hasta 1906 considerado lugar especialmente conflictivo en la provincia, experimentó un cambio sustancial con una profunda convivencia y devoción popular. Para la Teología de la Historia es preciso conocer que en la segunda mitad del Siglo XIX, un clérigo anglicano fundó una secta religiosa que se extendió rápidamente por el territorio precisamente denominado de la Santa Fe, al fundarlo los Reyes Católicos como campamento de su ejército para culminar la Reconquista cristiana de la Hispania invadida durante casi 800 años por el islam. Esa «Santa Fe» había sido cuestionada por esa secta denominada de los Pastoreros, y que con la aparición de la Virgen quedó limitada a la vecina localidad de Fuente Vaqueros, donde hoy existe una magnífica residencia de ancianos y una cooperativa agraria que llevan su nombre. Es la localidad natal de Federico García Lorca y centro de la actividad política de Fernando de los Ríos, ministro de Instrucción Pública y de Justicia con la República, que secularizó los cementerios y aprobó el divorcio y la educación laica. Precisamente la Virgen se apareció apenas cuatro meses después de aprobarse en Francia la ley Combes de un laicismo radical que pervive en nuestros días. La Segunda Republica española se proclamó 25 años después del milagro de Chauchina (9 de abril 1906 - 14 de abril de 1931). Rosario tiene abierto su proceso de beatificación y cada 9 de abril se celebra con procesiones y gran solemnidad la fiesta de Su Patrona, con misa y oficio propio de la Virgen Dolorosa del Espino.