Astronomía

El objeto interestelar 3I/ATLAS “fue enviado intencionalmente hacia el sistema solar” señala un experto de Harvard

Se trata de un objeto anómalamente brillante, lo que implica un diámetro de unos 20 kilómetros, el doble del objeto que propició la extinción de los dinosaurios

3I/ATLAS
Ilustración del objeto interestelar 3I/ATLAS JS/DesignerJS/Designer

Es uno de los científicos más conocidos (y reconocidos) del planeta: Avi Loeb. Actualmente es director del Proyecto Galileo, director fundador de la Iniciativa de Agujeros Negros de la Universidad de Harvard, director del Instituto de Teoría y Computación del Centro Harvard-Smithsoniano de Astrofísica y exdirector del Departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard (2011-2020). Fue miembro del Consejo Presidencial de Asesores en Ciencia y Tecnología y expresidente de la Junta de Física y Astronomía de las Academias Nacionales. Sí, ese es Avi Loeb. El mismo que asegura, en un estudio, que hay algo más detrás del objeto interestelar 3I/ATLAS.

El 1 de julio de 2025, se detectó un nuevo objeto interestelar, 3I/ATLAS, a una distancia 4,5 veces la separación Tierra-Sol. El problema es que, aun a esa distancia, se trataba de un objeto anómalamente brillante, lo que implicaba un objeto con un diámetro de unos 20 kilómetros para el albedo típico de los asteroides.

Tras analizar la información Loeb publicó un análisis explicando que esta estimación de tamaño tenía poco sentido para un asteroide interestelar, ya que el conocidísimo Oumuamua era 200 veces más pequeño y, según las estadísticas de asteroides en el sistema solar, deberíamos haber descubierto un millón de objetos de la escala de Oumuamua antes de detectar un objeto interestelar de unos 20 kilómetros de diámetro, como 3I/ATLAS.

“Sabemos que los asteroides de 20 kilómetros son raros – explicaba Loeb en su análisis -, ya que dinosaurios no aviares fueron destruidos por un asteroide de la mitad de ese tamaño hace 66 millones de años, mientras que asteroides de escala métrica impactan la Tierra cada año”.

Unos días más tarde, Loeb publicó, ahora sí, un estudio científico, en el que señala que detectar un asteroide de 20 kilómetros en el sistema solar interior es un evento con una probabilidad de 0,0001.

“Pero los hechos no siempre cumplen las expectativas – explica Loeb -. Una semana después del descubrimiento de 3I/ATLAS, dos estudios (publicados aquí y aquí) informaron que su espectro observado no muestra las huellas espectrales de gas atómico o molecular propia de la mayoría de los asteroides. En cambio, el espectro solo muestra evidencia de enrojecimiento por la luz solar reflejada. Este enrojecimiento podría indicar polvo o estar relacionado con las propiedades superficiales de 3I/ATLAS. Por ejemplo, los objetos del cinturón de Kuiper, en el sistema solar exterior, se enrojecen cuando los compuestos orgánicos de su superficie helada se exponen a la luz ultravioleta o a los rayos cósmicos durante miles de millones de años. Esto se debe a las tolinas, una amplia variedad de compuestos orgánicos formados por la irradiación con rayos ultravioleta o cósmicos de compuestos simples que contienen carbono, como el dióxido de carbono (CO₂), el metano (CH₃) o el etano (C₂H₂), a menudo combinados con nitrógeno (N₂) o agua (H₂O)”.

De este modo, Loeb cuestiona que, si 3I/ATLAS no es un asteroide, ni un cometa (basándose en la ausencia de huellas espectrales de moléculas de carbono a su alrededor), ¿qué es entonces?

A medida que 3I/ATLAS se acerca al Sol, se vuelve más brillante. Si es un objeto sólido sin una columna cometaria de gas o polvo a su alrededor, su brillo aumentará inversamente proporcional al cuadrado de la distancia decreciente al Sol multiplicada por el cuadrado de la distancia a la Tierra. Es probable que los datos futuros de los telescopios terrestres más grandes, como el Observatorio Rubin, así como los telescopios espaciales Hubble y Webb, revelen su naturaleza.

Trayectoria esperada de 3I/ATLAS
Trayectoria esperada de 3I/ATLASCSSCSS

La hipótesis más simple es que 3I/ATLAS es un cometa y que, debido a su gran distancia de la Tierra, no conocemos las características espectrales de su coma gaseosa. “Sin embargo – añade Loeb -, si datos futuros indican la ausencia de una cola cometaria, nos enfrentaremos a la tentadora posibilidad de que no heredó una velocidad aleatoria en el espacio interestelar, sino que fue enviado intencionalmente hacia el sistema solar interior, al pertenecer a una población poco común de objetos interestelares masivos. Como señalé en un ensayo publicado el 7 de julio, este escenario anómalo recuerda a la novela de ciencia ficción Encuentro con Rama, en la que Arthur C. Clarke describió la entrada de una nave espacial extraterrestre cilíndrica de 50 por 20 kilómetros, no muy lejos del tamaño inferido de 3I/ATLAS, al sistema solar interior”.

Curiosamente, 3I/ATLAS pasará a su punto más cercano al Sol el 29 de octubre de 2025, cuando la Tierra se encuentre en el lado opuesto del Sol, lo que dificultará sus observaciones terrestres en ese momento. En estas circunstancias, una sonda tecnológica podría favorecer su estudio.

Pero hay más declaraciones de Loeb. “Cuando se resumieron los detalles de 3I/ATLAS en Wikipedia pocos días después de su descubrimiento – aclara este experto -, los editores de esa entrada omitieron cualquier referencia a anomalías de 3I/ATLAS. Se enteraron de mi artículo el 4 de julio, pero respondieron que este debía publicarse en una revista antes de ser referenciado en Wikipedia. Para contextualizar, el sitio de Wikipedia sobre 3I/ATLAS incluía en ese momento solo referencias a anuncios científicos y noticias sin arbitraje”.

La anomalía de tamaño de 3I/ATLAS se aclarará fácilmente con los próximos datos. Para Loeb la ciencia se beneficia más de un discurso abierto a las anomalías, ya que conocerlas motiva la recopilación de nuevos datos para resolverlas. El esfuerzo de los guardianes por ocultar las anomalías y mantener el pensamiento tradicional fracasará en última instancia.

“Poner a Galileo Galilei en arresto domiciliario para reprimir la difusión de anomalías sobre las lunas de Júpiter no detuvo la ciencia moderna, sino que la retrasó, hasta que incluso el Vaticano finalmente admitió que Galileo tenía razón – concluye Loeb -. Merecemos seguir siendo ignorantes si apoyamos una cultura de mente cerrada donde los guardianes niegan la difusión de información sobre anomalías que contradicen los paradigmas imperantes”.