Universidad

Novatadas 2.0: “Me hicieron tragar pintura”

Una sonora bofetada entre novatos colocó a las novatadas en el ojo del huracán

Brutal agresión entre novatos acaecida hace dos semanas
Brutal agresión entre novatos acaecida hace dos semanaslarazon

Una sonora bofetada entre novatos colocó a las novatadas en el ojo del huracán

“Septiembre llega con su ¡Oh, Dios mío!, con ropa veraniega pa’ morirse de frío”. Así describe el cantante Kase.O el fin de este mes, uno en el que se acaba la alegría, se materializa el fin del verano y se regresa la anodina realidad. Para un grupo concreto de personas, estos 30 días pueden ser tan complicados como fantásticos, dos adjetivos que se entremezclan con demasiada facilidad entre quienes comienzan un nuevo curso universitario y se instalan en un Colegio Mayor o en residencias. ¿El motivo? Las novatadas, esa palabra que, desde hace unos años, da pavor hasta pronunciar.

Hace unas semanas, esta práctica arraigada copó portadas de periódicos y ocupó espacios televisivos por un episodio delicado: un estudiante del Colegio Mayor Universitario Diego de Covarrubias propinó un desmesurado bofetón a una compañera que suscitó una reacción inmediata. La Asociación de Colegios Mayores de Madrid condenó el hecho mostrando su “absoluto rechazo” y aseguró que “seguirán trabajando para erradicar este tipo de actividades totalmente contrarias a la a la labor formativa y educativa”. Sin embargo, los compañeros de los implicados en los hechos han salido en su defensa: “Se quieren cargar las tradiciones”, dicen algunos. “Somos una familia”, argumentan sus defensores.

Pero lo cierto es que ni el propio ritual parece poner de acuerdo a los propios novatos. Hay episodios realmente cruentos: una chica, que prefiere mantenerse en el anonimato, relata una experiencia horrible: a ella y a algunos compañeros “les encerraron en una habitación a oscuras y les iban dando cosas para probar; una de ellas era pintura”. Tras el desagradable episodio, decidió enclaustrarse en su habitación y no participar más en el proceso; los veteranos (así se llama a sus verdugos), entonces, empezaron a “colar papeles por debajo de la puerta con mensajes como “Zorra”, “Puta”, “Vamos a por ti”. Tras no aguantar más, decidió abandonar la residencia.

¿A qué responde este fenómeno? Roberto Barbeito, doctor y profesor de Sociología en la Universidad Rey Juan Carlos, valora que “las novatadas se incardinan dentro de una antiquísima tradición: los ritos de paso, que son pruebas que se hacen a los recién llegados a un grupo en el que desean ser aceptados como miembros de pleno derecho”. Tal y como evalúa él mismo, “detrás de la novatada está la presunción de que el novato debe superar la prueba para ser considerado miembro de pleno derecho del grupo en el que desea entrar”. Así, aunque estas se integren en “espacios y comunidades muy específicas como peñas de amigos, equipos deportivos, grupos profesionales, confesionales o ideológicos ”, se consideran “un resto de épocas pasadas, donde había grupos muy fuertemente cohesionados que tenían en las novatadas una forma de unión, por la complicidad que supone”.

Hay más: otra chica, que también prefiere reservar su identidad, cuenta algunas de las novatadas que sufrió o que vio cuando acababa de comenzar el primer curso de universidad. Alguna de las burradas que sucedieron fue que “los chicos se ponían pepinos por fuera de los genitales y las chicas tenían que simular que se los comían”; otra, obligarles a “coger unas llaves con la boca de una palangana con agua dentro; uno de ellos vomitó pero el juego continuó”; y otra, “que llame un veterano a las tantas de la mañana para que vayas al McDonalds 24 horas y les compres una hamburguesa”. Lo más light es al principio, cuando únicamente “te obligan a hacer flexiones, sentadillas o a bailar”: “Te dicen de ir a un grupo de personas y ofrecerles un trío” o “te tiran huevos y te rocían de vinagre”, describe.

Alfredo Francesch Díaz, doctor por la UNED en Antropología Social y Cultural, ahonda en la raíz del a nivel social. Sobre el placer que generan las novatadas y la satisfacción de ver sufrir al otro, él opina que “hacer pasar a otros por las pruebas que pasó uno mismo tiempo atrás sitúa a los veteranos en un estatus de privilegio, en una condición de autoridad. Subraya su identidad, como miembro de un grupo determinado”. En cuanto al hermetismo que rodea a estas, incide en que “el secreto vincula a iniciados y veteranos y crea un lazo adicional que une a los componentes, porque marca las distancias frente al resto de las personas. ‘Nosotros sabemos. Ellos, no’. Eso refuerza la identidad grupal”.

El secretismo que engloba a las novatadas hace que el otro testimonio (esta vez, el de un varón) prefiera mantenerse anónimo. El joven rememora bromas duras: “Uno de los peores recuerdos que tengo era beber ginebra o vodka a palo seco hasta que ellos quisiesen. Muchos llegaban nuevos, no sabían decir que no y acababan desmayados en el suelo”; “otra que nos solían hacer era comprar cosas asquerosas y obligarnos a comérnoslas: traían comida enlatada para gatos, tabasco, cayena...”; “una vez me obligaron a hacer una pelea de truchas y nos liábamos a “truchazo” limpio. El que perdía tenía que darle un mordisco así, cruda, tal cual”. Si las mencionadas parecen desagrables, el chico cuenta algunas que se antojan esperpénticas: “De lo que peor recuerdo era un novato al que le daban con un táser en los testículos y le ponían un collar de calambres para perros. Podías negarte, claro. Eso no era nada divertido”. Una que presenció: “Durísima era la ducha de vómito: te obligaban a beber mucha agua hasta que la vomitabas en una palangana, y luego te lo volcaban por encima de la alcachofa”; y la última, que él sufrió: “Me llamó un veterano y me obligó a encerrarme en su baño después de que hubiese defecado. Al salir, tenía un mejunje hecho con agua, picante, tabasco... Me dio una rama de canela y me dijo: ‘Cómetela, mastícala, hazla una pasta y escúpela en el vaso. Remueve todo y bébetelo’. Le dije que si lo hacía iba a vomitar: su respuesta fue que ‘ya sabía dónde estaba el baño’”.

El mismo chico describe dos pautas inseparables de las novatadas: la porla y el bautizo. “El primero consiste en hacerte entender que tienes que masturbarte; te obligan a hacer algo que haces “por la noche” o “por la mañana”, que te bajes los pantalones... Todo para que luego te digan ‘por la señal de la señal de Santa Cruz’ y te dibujen una cruz en la frente”. El bautizo, por otra parte, es algo más desagradable, tal y como indica: “Te obligan a arrodillarte en un lugar oscuro y te preguntan dónde está tu límite. Trataban de “acojonarte” un poco con preguntas duras. De repente, sonaba el pantalón, el cinturón, la bragueta... Y comenzaba a caerte un líquido caliente por el cuerpo. Te hacían creer que te estaban meando, pero en realidad era agua caliente”.

La psicóloga Pilar Conde, directora técnica de Origen, trata de buscar una solución al fenómeno. Ella explica que el rito “se lleva a cabo con la intención de demostrar poder y liderazgo, buscando la admiración” y que “a través del juego se disfruta con las emociones de dominación sobre un tercero”. La especialista, además, profundiza en que “el alumno recién matriculado llega a un sitio nuevo y tiene la necesidad de sentirse integrado, por lo que permite ciertas situaciones que no permitiría”, mientras que los veteranos soportan “la presión de demostrar su poder e influencia, por lo que en un momento dado pueden pasar sus propios límites”. Y, aunque el bisoño siempre tenga la última palabra, “aquí se trata de la necesidad de ser aceptado en grupo o de hacer amigos”.

Todo el proceso acababa con la ceremonia del “novato del año”, donde los veteranos elegían al mejor de todos los integrantes para, el año próximo, tener más privilegios sobre los novatos que los veteranos comunes. Se trata de una praxis longeva; podría decirse, además, que es algo hereditario, que se va pasando de “generación en generación”, aunque sea estudiantil. Aquí, sin embargo, no hay lazo familiar entre medias: sólo está la sororidad entre novatos y la solidaridad de los veteranos para convertirlo en un proceso agradable y liviano o en un tortuoso y escabroso infierno.