¿Qué nos distingue?

¿Qué diferencia a nuestro cerebro de un ordenador?

–Una diferencia es la capacidad de las máquinas de hoy para «machacar» números, realizar cálculos numéricos de precisión. Es un tipo de funcionalidad en la que el cerebro humano es nefasto. Aunque juntes a todas las personas del mundo, serían incapaces de competir con los ordenadores en este sentido. Pero, a su vez, el cerebro presenta otros aspectos y características. Posee una gran flexibilidad y una tolerancia a los daños superior a la de las máquinas. Si nos damos un golpe, podemos salir adelante. Sin embargo, una máquina puede quedar «caput».

¿Podrían trasladarse estas cualidades a las máquinas?

–Sería interesante aprender de estos mecanismos de tolerancia a fallos para adaptarlos a las máquinas. Hay que tener en cuenta que el cerebro es fruto de una evolución durante muchos siglos. La naturaleza ha sido capaz de desarrollar un sistema capaz de sobrevivir y adaptarse. Y esta capacidad es relativamente escasa en las máquinas. ¿En un futuro se podrán desarrollar ordenadores basados en la topología de las neuronas? Ése es el objetivo: replicar el sistema en los procesadores. En los últimos tiempos, existe una tendencia a la hibridación para mejorar los sistemas informáticos. Pero el objetivo no se centra en hacer cambios en la tecnología de base. Tras recoger información sobre cómo funciona nuestro cerebro, se trataría de desarrollarla de forma diferente, con dispositivos específicos que reproduzcan su funcionalidad. En todo caso, veo muy difícil sustituir a la máquina de cálculo numérico a corto plazo.

Además, nuestro cerebro no se guía por las misma lógica que las computadoras.

–Nuestro cerebro se guía de forma intuitiva y aleatoria, no lógica. Se podría introducir esa característica en el funcionamiento de las máquinas y obtener un beneficio de ello. En el Centro de Supercomputación de Barcelona vamos a desarrollar lenguajes de programación de sistemas con el objetivo de que los neurocientíficos puedan aplicarlos a las máquinas.