Medio Ambiente

Rafel Simó ICM-CSIC: “Si no tuviéramos aerosoles y nubes, el mundo sería una parrilla”

Las partículas de las que tanto aprendimos en la pandemia de covid son clave para entender el calentamiento global

Rafel Simó con el BIo Hespérides en el Mar de Weddell
Rafel Simó, con el BIO Hespérides de fondo, en el Mar de Weddell (Antártida)CSIC

Ha pasado mucho tiempo desde que algunos aprendimos como se forman las nubes, y a veces se nos olvida que son el primer filtro para protegernos de la radiación solar. Su función como “gran parasol del planeta” es casi perfecta, ya que hacen que el calor “rebote” y vuelva al espacio. Pero una parte muy pequeña de esa energía solar queda retenida por el efecto invernadero, y es la causa de que el planeta se esté calentando a un ritmo tan acelerado. La tendencia del calentamiento terrestre ha sido el doble en los últimos 50 años que en los 100 anteriores y de seguir así, se prevé que la temperatura media de la tierra pueda llegar a aumentar hasta 4°C en el año 2050.

En este proceso tienen mucho que ver los aerosoles -diminutas partículas en suspensión con las que tanto nos familiarizamos durante la pandemia de covid- ya que actúan como núcleos de condensación de las gotas de agua que acabarán formando las nubes. A su vez, estas determinan la radiación solar que llega a la superficie del planeta al reflejar parcialmente los rayos de sol, de modo que ejercen un papel fundamental en la regulación del clima. “Los aerosoles son los que compensan o frenan los efectos del cambio climático. Si continuáramos emitiendo solo CO2 y no hubiera aerosoles y- por ende, nubes- el mundo sería una parrilla”, explica a LA RAZÓN Rafel Simó, investigador del Departamento de Biología Marina y Oceanografía del del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona.

Hay lugares que son idóneos para ahondar tanto en la composición química y biológica del agua como en los procesos de formación de las nubes, y estos son las zonas polares, a las que los efectos del cambio climático están afectando de forma acelerada. De hecho, en estos días se ha dado a conocer un estudio, publicado en la revista Nature, que ha mostrado que la circulación oceánica profunda que se forma alrededor de la Antártida puede estar a punto de colapsar por culpa del agua de deshielo.

Viaje a la Antártida

Con el objetivo de estudiar el papel de los aerosoles marinos en los procesos de regulación del clima, una treintena de investigadoras e investigadores de 14 nacionalidades distintas- provenientes de 4 continentes- emprendió, a mediados de febrero, un viaje a la Antártida en el buque de investigación oceanográfica (BIO) Hespérides.

El proyecto se llama Polar- Charge, está coordinado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y, con sus resultados, se espera obtener una imagen global de las interacciones entre el océano, el hielo y la atmósfera alrededor de la Antártida que ayude a mejorar los modelos climáticos en los que se basan las predicciones del clima polar.

“Aún hay pocas evidencias sobre el impacto del calentamiento en los microorganismos que habitan el agua y el hielo, y cómo los cambios en los ecosistemas marinos polares afectan al propio clima”, señala Simó, coordinador del proyecto. “El deshielo creciente del océano Antártico durante el verano austral, causado por el cambio climático, puede favorecer las emisiones de sustancias formadoras de nubes, un proceso que hasta ahora se ha tenido muy poco en cuenta en los estudios del clima polar”.

Nos explica también que los modelos matemáticos se quedan cortos al modelizar las nubes en el océano antártico, y por eso ha sido necesario ir a analizarlas en primera persona. “Nos hemos reunido aquí un grupo internacional de científicos de la atmosfera y de oceanógrafos, porque queremos saber cómo se hablan el océano y la atmosfera, y que relación hay entre ambos. En esa interacción esta parte de la clave del proceso de calentamiento global”, destaca.

Para poder estudiarlo, utilizan infraestructuras del más alto nivel. “Tenemos todo tipo de instrumentos en la proa del buque, donde el aire es más limpio. Aparatos que están continuamente midiendo los aerosoles: cuantos hay, que composición tienen, etc. Eso te da la medida del ‘aerosol ambiente’. En el océano se hace lo mismo: se mide el plancton, las temperaturas, las características del agua, entre otras. Por otro lado, tenemos seis de cámaras experimentales en la proa del barco en las que reproducimos los procesos de generación de aerosoles derivados del romper de las olas. Con ello lo que queremos es comprobar qué pasa cuando cambiamos los elementos. Es una simulación del propio océano. Eso nos va dando información de procesos extremos y nos permite analizar qué ocurriría si se produjeran todos a la vez”, detalla el investigador

El papel del hielo

En la Antártida hay tres tipos de hielo: vapor de agua, hielo (glaciares de agua dulce-porque vienen de la tierra- que, cuando se desprenden, producen icebergs que flotan a la deriva por el océano) y un tipo de hielo plano – una capa encima del mar- que se congela en el invierno austral y se va derritiendo durante su verano. Este último es de agua salada. Lo que sucede cuando el agua del mar del océano se congela en invierno, es que expulsa la sal. Una parte de esa sal se vierte al resto del océano, y otra queda recogida en unos huecos- porosos por dentro y que no se congelan) en los que crece vida: algas, bacterias y depredadores de las algas. A esos acúmulos de hielo bajan los científicos del BIO Hespérides todos los días a recoger muestras. “Queremos averiguar si, cuando pasa esto, se generan muchos aerosoles, y cómo son”.

En definitiva, lo que los investigadores esperan conseguir con este trabajo de campo es “que haya un antes y un después. Pensamos que vamos a descubrir nuevos ingredientes en la formación de aerosoles y también vamos a poder tener la huella de todos estos procesos que luego ocurren en la realidad todos juntos y mezclados”. Los datos y muestras recogidas en estas cuatro semanas llevarán dos años de trabajo de análisis investigación “en tierra”. Con suerte, los científicos podrán descifrar nuevas claves para frenar el inexorable cambio climático.