La opinión de Paloma Pedrero

El refugio de los aeropuertos

Desgraciadamente, cada vez hay más personas sin hogar. Y habrá que escucharlas, conocerlas y respetarlas de verdad para ayudarlas

Cristina Bejarano 05 07 2016 Paloma Pedrero, escritora.
Paloma PedreroCristina BejaranoLa Razón

Si quieren saber por qué las personas sin hogar eligen los aeropuertos para protegerse de la noche y el frío, lean «La asombrosa tienda de la señora Yeom» del autor surcoreano Kim Ho-Yeon. Aparte de una delicia literaria, donde disfrutamos de la universalidad de los sentimientos, entendemos también por qué Dokgo, el protagonista, un hombre misterioso al que iremos descubriendo y amando, elige el aeropuerto de Seúl para vivir. Todo esto viene por lo que ha saltado aquí, la terrible situación de más de cuatrocientos seres que están viviendo o pernoctando en el aeropuerto de Madrid, algo cada vez más frecuente en muchos países desarrollados cuyos sistemas se alejan cada vez más de la compasión.

El problema es antiguo, muy triste y, como sabemos, complicado de solucionar. Porque, desgraciadamente, cada vez hay más personas sin hogar. Y habrá que escucharlas, conocerlas y respetarlas de verdad para ayudarlas. Algunas asociaciones trabajan en ello con muy buenos resultados. Saben que no es solo techo y comida lo que necesitan estos vulnerables. Eso es el principio, la base para que puedan rehacer sus vidas. Pero para rehacer una vida hay que tener además cariño y salud mental. Llevo veinticinco años conociéndolos a través del teatro, lugar al que llegan los que están mejor y que, puedo asegurar, les ayuda infinito a levantarse. Pero otros, muchos otros de los que viven en la calle, lo que necesitan para empezar es un hospital público donde se les trate el tiempo necesario para sanar sus enfermedades o adicciones. Quizá algunos sean incurables, otros no lo son.

Pero mientras se le vea como basura a esconder no habrá remedio. Y no son basura, no, la mayoría son inocentes que, incluso, vienen ya marcados por el útero materno. Adultos que fueron niños de familias dañadas por drogas que heredaron males neurológicos; personitas abandonadas, expulsadas y sin recursos para defenderse del mal. Las reglas rígidas de los albergues fríos y sin mascotas no funcionan. Empecemos por conocerlos a fondo, les aseguro que son dignos de amor.