Enfermedades
Identifican otra forma de comunicarse las bacterias
Las bacterias se comunican entre sí para coordinar procesos esenciales para su supervivencia como son la reproducción y la migración celular. Y lo hacen basándose en sistemas de señalización de dos componentes: un sensor y un regulador de respuesta.
Ahora, una investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha identificado uno de los mecanismos que emplean las bacterias para comunicarse entre ellas. El hallazgo ha sido recogido en el último número de la revista PLOS Biology y se basa en la recreación tridimensional de la estructura de la proteína RapF.
Según el investigador del CSIC en el Instituto de Biomedicina de Valencia Alberto Marina, responsable de la investigación, "además de los dos componentes que ya se conocían, habíamos observado que unas proteínas auxiliares llamadas conectores también participan en este complejo proceso de señalización".
Estas proteínas Rap son conectores prototípicos que modulan la actividad de los reguladores de respuesta y cuya actividad es, a su vez, regulada por los péptidos Phr.
La reconstrucción en 3D de la proteína RapF junto a su péptido asociado PhrF ha permitido identificar un conjunto de residuos responsables de participar en el anclaje del péptido y de su especificidad funcional, informa el CSIC en una nota de prensa..
"Experimentos posteriores nos permitieron relajar la especificidad RapF-PhrF simplemente cambiando uno de esos residuos, lo que equivale a decir que hemos podido modificar su función", añade la investigadora del CSIC y corresponsable del trabajo, Francisca Gallego.
Según los investigadores, el descubrimiento de estos residuos y su sistema de funcionamiento constituye un hallazgo clave para entender los mecanismos de función e inhibición de las proteínas Rap y abre la posibilidad de rediseñar artificialmente este tipo de proteínas de modo que sirvan para reprogramar vías de señalización biológicas, lo que podría tener múltiples aplicaciones en el campo de la biotecnología.
Entre otras aplicaciones, este avance podría tomarse en consideración en la investigación de tratamientos para las enfermedades raras.
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