Nueva York
Se suicida el médico promotor de los «antivacunas»
Su vida estuvo llena de contradicciones y controversias. Para sus miles de seguidores, era un sabio, un médico que afirmaba que las vacunas provocan autismo y que abogaba por precedimientos radicales para tratar a los enfermos, incluido su propio hijo. En cambio, para el resto, era un loco. Estaba colegiado, pero ignoraba la ciencia. Prefería los tratamientos peligrosos que en ocasiones terminaban con la muerte de sus pacientes.
Por ello, no sorprende su final. Hace diez días, un pescador vio el cuerpo de James Jeffrey Bradstreet flotando en el río Broad, en la pequeña localidad de Chimney Rock (Carolina del Norte). Según afirman las autoridades, tenía una herida de pistola en el pecho. El arma se encontró más tarde en el agua cerca de Bradsheet. Sin embargo, a la hora de explicar su muerte es cuando aparecen las primeras dudas y, como sucedió en su vida, proliferan las más variadas teorías. Sus seguidores ven una clara conspiración. En cambio, el resto, entre ellos las autoridades, explican lo ocurrido con que sencillamente se suicidó. Los investigadores de la oficina del sheriff han explicado que por la forma de la herida el disparo se lo hizo él mismo.
En cambio, su familia ha abierto una cuenta en internet para recaudar fondos con el objetivo de pagar a un equipo de investigadores privados que puedan arrojar luz sobre su muerte.
«Jeff dedicó toda su vida a buscar respuestas, siempre llegando a lo desconocido y nunca abandonó, incluso aun a riesgo de ser percibido como un hombre controvertido. En este momento, estamos inmersos en la búsqueda de respuestas. Y lo que intentamos hacer es encontrarlas», escribió su sobrina Cali Bradstreet Howell en la página web donde se empezó la recaudación de fondos para su causa particular.
Bradstreet destacó por su oposición a las vacunas, un movimiento que comenzó hace dos décadas este doctor antivacunas o «antivaxxer».
Era predicador, pero lo dejó para hacerse médico. Aunque quizá no lo dejara del todo debido a que se sirvió de sus capacidades de oratoria para convencer a sus seguidores de que no se vacunasen. Estudió en la Universidad del Sur de Florida y completó su residencia en el Centro Médico de Texas Wilford Hall USAF.
Su interés en el autismo siempre fue más personal que profesional. Nunca fue ningún secreto que su familia había sufrido dicho desorden. «Mi hijo y mi hijastro tienen desórdenes de autismo y han tenido una gran recuperación gracias a intervenciones biomédicas intensivas», siempre reconoció. En su blog, no ocultó los detalles de su dolorosa historia. Cómo su hijo le empujó a estudiar el autismo, lo cual le llevó a probar las controvertidos tratamientos.
En su clínica de Buford (Georgia), trató a pacientes de todo el mundo. Le buscaban en internet. Creían en él cuando la ciencia y los tratamientos convencionales no podían ayudarles. Sus detractores advertían de que, sencillamente, estaba equivocado. No hay evidencias de que el autismo sea causado por las vacunas. Así de sencillo. En cambio, sus pacientes y sus familiares necesitaban creer que podían tener una oportunidad de cura. O quizá de mejoría. Y ahí estaba Bradstreet para darles el consuelo y la esperanza que no encontraban en sus médicos u otros especialistas.
Aun así, no ha sido el primero que mantiene que las vacunas provocan algún tipo de enfermedad. Cada cierto tiempo, alguien sale con algo nuevo, según explica el rector del Centro Universitario Baylor de la Escuale Nacional de Medicina Tropical, Peter Jay Hotez. «Es pseudociencia basada en malentendidos de neurobiología del autismo», advierte.
✕
Accede a tu cuenta para comentar