Barcelona

Tania Varela: la caída de la narco gallega más buscada

Tania Varela: la caída de la narco gallega más buscada
Tania Varela: la caída de la narco gallega más buscadalarazon

Durante el último año y medio Tania Varela, la única mujer que figuraba en la lista de los 70 delincuentes más buscados por la Europol, vivió con su hija de seis años en un chalé de paredes blancas y tejados marrones. Una casa nada opulenta, sin modernidades ni estridencias que llamasen la atención. Está situada en uno de los extremos de la urbanización Vallpineda, Sitges, la más alejada del mar, junto al colegio británico de Barcelona. A un lado de la puerta de la entrada se puede leer el número, al otro, el nombre de la casa sobre azulejos parcialmente tapados por hojas verdes: “Les Orenetes”, traducido, “Las Golondrinas”. Desde fuera es imposible vislumbrar lo que ocurre en el interior, altos setos protegen el chalé de miradas indiscretas y gruesas rejas cubren las ventanas para disuadir a potenciales ladrones, como la banda de albaneses que fue detenida in fraganti en noviembre de 2017 en el interior de una vivienda de esa misma urbanización.

Tania se instaló en la casa a finales de 2016. Desde entonces ha vivido sola, con su hija pequeña, sin apenas trato con los vecinos. “Sí, la he visto alguna vez con la pequeña. Siempre llevaba gafas de sol y no hablaba con nadie. No le gustaba relacionarse”, confirma un hombre que vive en uno de los chalés más próximos. Otros, sin embargo, ya sea por miedo, porque son extranjeros o porque no coincidieron, niegan haberse cruzado con ella nunca.

Su detención fue fruto de “una información operativa recibida en la unidad de estupefacientes de los Mossos d´Esquadra”, apuntan oficialmente. El arresto fue rápido y limpio. A primera hora de la mañana les llegó el aviso y varios agentes de paisano acudieron a comprobarlo fotografía en mano. Establecieron una discreta vigilancia sobre el chalé de “Les Orenetes” hasta que la vieron salir. Les desconcertó que fuese acompañada de una menor que le daba la mano. La buscaban a ella sola, con o sin acompañante adulto, pero no con una hija de la que pocos conocían su existencia. Iba relajada, como una persona cualquiera, sin las paranoias de fijarse en todo a su alrededor, como hacen los espías en las películas. Compararon la foto con el rostro de la mujer y, aunque no lo podían asegurar al cien por cien, pensaron que podía tratarse de ella. Además había otros datos, como la altura que, a simple vista, coincidían. La siguieron hasta ver cómo se paraba en un parque infantil. Mientras su hija jugaba, dos agentes de paisano se acercaron y le pidieron que se identificase. “No llevo encima el DNI”, les respondió con tan pasmosa tranquilidad que hasta les hizo dudar. A continuación les dio un nombre falso. Los dos mossos hicieron como que verificaban los datos, pero segundos después regresaron a la carga. “¿Le importaría acompañarnos a comprobar algunos detalles a comisaría?”, le preguntaron. “Claro”, respondió dócil.

Los agentes se llevaron a las dos, madre e hija. Allí le tomaron las huellas y minutos después constataron que ella les había mentido y que la “información operativa” había dado en el clavo. “En realidad te llamas Tania Valera”, le espetaron los agentes. “Alguna vez tenía que llegar”, contestó ella lacónicamente, aceptando que su huida acababa de finalizar. Los agentes del grupo de estupefacientes le leyeron los derechos, la detuvieron y tras la formalidad le pidieron permiso para registrar su casa. Sabedora de que negarse solo lograría dilatar el proceso, se lo permitió. Ni drogas ni armas. Solo encontraron teléfonos móviles, la acreditación de que recibía desde Galicia una asignación mensual que le permitía vivir sin trabajar, el DNI, el carné de conducir y su pasaporte, todos originales, con su nombre real: María Tania Valera Otero. Así cayó el mito de Tania. La mujer que esquivó la muerte y que logró evadir la persecución de las fuerzas del orden durante casi ocho años.

El grupo de estupefacientes trata ahora de reconstruir los últimos años de vida de Tania. Saben que se ocultó un tiempo en Portugal y Suramérica, pero el resto es un enorme agujero oscuro. “Estamos investigando por qué estaba en Sitges, qué es lo que hacía y quiénes son las personas que le daban apoyo para esconderse aquí”, reconoce Antonio Rodríguez, Jefe de la División Criminal de los Mossos.

Lo único que se conoce es su pasado más lejano, el que la convirtió en prófuga de la justicia y construyó su leyenda urbana. De ella se dijo que era dura, fría y muy inteligente. También que se había operado para cambiar las facciones de su rostro y no ser reconocida. Su historia comienza del lado del bien, en Cambados, Pontevedra, su pueblo natal, dónde como letrada dirigió el Centro de Información a la mujer del ayuntamiento. En aquella época el narcotráfico gallego estaba en su máximo apogeo y Tania no era ajena a esa realidad, tanto que se acabó enamorando de David Pérez Lago, hijastro del conocido Laureano Oubiña. La relación acabó mal. Ella condenada a siete años por un delito contra la salud pública sin organización, él en prisión. En medio de este maremágnum la joven comenzó una relación sentimental con el narco abogado Alfonso Díaz Moñux, que fue tiroteado dentro de su flamante BMW X5 cuando intentaba acceder al garaje de la casa en la que covivían. Tania, que iba en el asiento del copiloto, salvó la vida. Al día siguiente, en el hospital, Alfonso falleció. Ella lloró desconsolada. Cuando se le acabaron las lágrimas pidió a los agentes que le entregasen el billete de lotería que su novio guardaba en la cartera. Quizá en aquel número habían depositado sus esperanzas de desaparecer. Aunque no tocó, ella lo hizo.