Jaén

«Te tengo pinchado el teléfono y sé dónde estás»

Jesús F. J. puso a escondidas a su novia un rastreador en el móvil y acabó detenido. Fue puesto en libertad con cargos por presunto maltrato psicológico e invasión de la intimidad

La Razón
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Jesús F. J. puso a escondidas a su novia un rastreador en el móvil y acabó detenido. Fue puesto en libertad con cargos por presunto maltrato psicológico e invasión de la intimidad

El Juzgado de Instrucción número 2 de Jaén dejó ayer en libertad con cargos a un joven de 20 años que fue detenido por instalar una aplicación espía en el móvil de su novia. Se trata de Jesús F. J.. La historia es rocambolesca. Lo primero, porque la víctima no le denuncia por el rastreo del móvil, ya que no lo sabía, sino por maltrato psicológico. Y, según fuentes próximas a la investigación, «éste era tremendo. Estaba sometida a un riguroso control, y a un desgaste psicológico grave».

La víctima, de 27 años, cayó rápidamente en las redes del denunciado, que el 27 de julio cumplirá 21 años. Venía de una relación anterior que la dejó hundida, no por violencia de género, sino que le hirió, y al conocer a Jesús pensó que era el indicado. Era amable, inteligente, cariñoso y sobre todo le escuchaba. Pero eso fue al principio de una relación corta que rápidamente se convirtió en algo tortuoso para ella.

Empezaron a salir el pasado mes de octubre y desde muy pronto se fueron a vivir juntos. Lo que ella desconocía por entonces es que Jesús pudiera ser tan celoso. Un día él le regaló un móvil. La relación tan idílica empezaba a resquebrajarse. Jesús dudaba de ella, quería tenerla controlada en todo momento; no se fiaba. Así que decidió pagar por una aplicación que permite el rastreo del móvil y se la puso sin decirle nada. Ése era su regalo envenenado. Pronto empezaron los problemas. Si ella había ido a tomar café, él lo sabía, si iba al parque, también. La tenía controlada en todo momento porque el programa espía le permitía acceder a las conversaciones de Whatsapp, a las redes sociales en las que participaba, e incluso activar el micrófono o la cámara de forma remota para escuchar y ver lo que ocurría alrededor del móvil.

Algo que ella empezó a sospechar y que le hizo, por fin (intentó dejarle antes hasta en cuatro ocasiones), despertar de la relación tóxica en la que estaba, y acudir a comisaría: «Cada vez que iba a algún sitio él me decía: “Sé dónde estás”». «Sospecho que él me ha estado rastreando porque en una ocasión me dijo: “Te tengo el teléfono pinchado”», alega la víctima en la denuncia, que describe a Jesús como un hombre inteligente, celoso, manipulador y controlador.

Días antes, ya con más seguridad en sí misma, la víctima le dejó. Pero él no lo aceptaba. Hería su orgullo, así que aprovechó una ocasión única que le brindó su actividad laboral. Jesús trabaja en equipos de emergencia y días antes había recuperado el cuerpo sin vida de un joven de origen marroquí que se había ahogado en una piscina. La investigación para esclarecer lo ocurrido –que finalmente fue un accidente– requirió llamar a Jesús para que fuera a comisaría para explicar su actuación. Una vez allí, el joven decidió hacerse una foto con la tarjeta de «invitado» en la Policía para amenazarle vía móvil: «Estoy en comisaría y te estoy denunciando».

El motivo: Jesús, con el orgullo herido porque ella le dejase o por miedo a que se diera cuenta de lo del acoso de la App, quería que le devolviera el móvil. Pero quien dos días después interpuso la denuncia fue ella. «La víctima vino porque ya no podía más. Denunció maltrato psicológico y después nos dimos cuenta de que el sujeto había cometido presuntamente un delito contra el derecho a la intimidad al haberla rastreado», explicaron fuentes próximas a la investigación, que recordaron que utilizar una aplicación para espiar es ilegal. E inciden en la importancia de tener en cuenta que estas apps se pueden instalar de forma oculta para que la víctima del acoso no se dé cuenta.