Software

Un asistente personal nada humano

A un programa basado en inteligencia artificial que concierta citas y coordina tu agenda le llueven las ofertas de trabajo, y algún piropo

«Her», la versión de cine. En esta oscarizada película, Joaquin Phoenix se enamora de un servicio de inteligencia artificial, con el que establece una relación casi humana
«Her», la versión de cine. En esta oscarizada película, Joaquin Phoenix se enamora de un servicio de inteligencia artificial, con el que establece una relación casi humanalarazon

A un programa basado en inteligencia artificial que concierta citas y coordina tu agenda le llueven las ofertas de trabajo, y algún piropo

Si esto fuera una reunión de Despistados Anónimos, ahora mismo me pondría de pie y diría: «Hola, soy Juan y llevo toda mi vida siendo el antónimo de la organización, el opuesto del orden y el enemigo número uno de las agendas». De hecho, jamás tuve una agenda ni he sido capaz de completar un calendario de citas y entrevistas a lo largo de décadas. Afortunadamente, sólo una vez me he saltado una entrevista. Va siendo hora de que ponga en orden mis circunstancias y para eso he «contratado» a Amy Ingram.

Conocí a Amy la semana pasada cuando intentaba concertar una entrevista con un especialista en informática –así de divertidas son mis citas–. Había leído que mi entrevistado era un profesional muy ocupado y que posiblemente estaría de viaje. Pero a las pocas horas de escribirle, recibo un correo suyo...pero en inglés y solicitándole a Amy que arreglara la entrevista conmigo. Inmediatamente recibí una respuesta muy amable de Amy Ingram en la que se presentaba y me daba varias opciones de entrevistas telefónicas en diferentes horarios. También me preguntaba a qué número debería llamarme. Pero algo no cuadraba, un informático joven –tiene 19 años– y español con una secretaria personal que habla sólo inglés... O se había hecho multimillonario desde que leí sobre él en la red o algo fallaba.

Hice entonces lo que la mayoría de nosotros hacemos cuando no conocemos a alguien y queremos averiguar más sobre esa persona: buscarla en Google. Y ahí fue cuando descubrí quién era Amy: un programa de inteligencia artificial (AI), la Siri de las asistentes personales.

Cuando supe esto le respondí a Amy, pero con trampa: le comuniqué mi fecha y horario seleccionado y le aseguré que era un placer escribirle a un programa de AI. Su respuesta fue la confirmación de la hora, pero nada más. Quizás la había ofendido.

Apenas unos meses atrás, Dennis Mortensen, el ideólogo de Amy Ingram –cuyas siglas en inglés se corresponden con Artificial Intelligence (Inteligencia Artificial)–, decidió tomar las riendas respecto al problema de concertar citas por correo electrónico y la retahíla de correos electrónicos que se envían y reciben hasta que finalmente se confirma la cita. Y su respuesta fue crear un programa de inteligencia artificial, intuitivo, sencillo e indetectable para el resto de los humanos, que resolviera el problema. Y lo consiguió.

Es intuitivo porque no hay que descargarse ninguna aplicación o archivo. Lo primero es inscribirse en la página https://x.ai/. Luego hay que llenar una serie de preferencias personales, como los lugares más habituales –oficina, cafés, restaurantes, etc.– o los medios más utilizados para realizar reuniones. Después los horarios predilectos y finalmente coordinar la agenda personal con Amy, es decir, darle acceso a nuestro calendario –aquellos que lo llevan al menos–. A partir de ese momento, sólo basta incluir en la copia de los correos de citas a Amy para que ella se haga cargo de todo. A final de la semana envía una copia con todas las entrevistas confirmadas y una copia de los correos intercambiados, por las dudas en caso de que haya que confirmar algo. Mortensen confirma que sus respuestas son tan humanas que en las oficinas han recibido notas de agradecimiento, flores, whisky y hasta bombones de chocolate a su nombre. También confirma que más de uno ha flirteado con ella, asumiendo que de verdad era humana.

A día de hoy X.ai, la empresa que desarrolló a Amy, tiene una valoración de 30 millones de euros y ha reunido más de ocho de inversores internacionales. Miles de personas ya la utilizan a diario, y más que la utilizarán: para hacerse con ella hay una lista de espera de 93 grupos y eso sólo en inglés. Cuando esté disponible en otros idiomas, Amy no tendrá descanso alguno.

Claro que esta versión es gratis. También habrá una de pago, aunque todavía no se sabe exactamente qué hará. Seguramente manejará opciones básicas, como poder personalizar la firma. Las respuestas serán casi siempre instantáneas –ahora mismo hay algunos correos que demoran varias horas en responderse debido a la falta de compresión de algunas frases ambiguas–, también podría encargarse de reservar taxis para traslados a las citas, de reservas en restaurantes, de recordarnos fechas personales importantes y de tomar la iniciativa de sugerir opciones de regalos para los cumpleaños o eventos más significativos.

Todo esto genera varias preguntas. La más importante de ellas es si esta tecnología no despedirá, en unos años, a mucha gente. De acuerdo con Mortensen, no tiene por qué ser así: «Soy muy optimista respecto al futuro –aseguró en una reciente entrevista –y honestamente creo que estaremos mucho mejor cuando las máquinas nos liberen de las tareas repetitivas».

Amy Ingram es una realidad inevitable. No es que sucederá: ya está ocurriendo. Y en breve la inteligencia artificial que forma parte de su cerebro será mucho más humana y eficaz. Esto no quiere decir que todos lleguemos a usarla, pero sí que cada vez dependeremos más de este tipo de tecnología para nuestras tareas diarias, de un modo similar al apoyo del smartphone ya no sólo para hacer llamadas. Amy es apenas el primer paso de una reconfiguración laboral. Y la realidad es que no estamos preparados para sus efectos.