Ciencia y Tecnología
Terminator tendrá sentimientos: robots con componentes orgánicos
El científico Kevin Warwick ha creado robots a partir de neuronas de rata y ya trabaja con células humanas
Dicen que tiene pánico a las alturas. Sin embargo, Kevin Warwick, profesor de Cibernética de la Universidad de Reading, no sintió vértigo al implantarse en su cuerpo –concretamente en su brazo– un dispositivo electrónico que le permitió controlar las puertas, luces, y calefactores de un edificio inteligente. Y, de paso, erigirse en el primer «», la primera criatura en la que convivieron elementos orgánicos y dispositivos cibernéticos. «Me sentí muy poderoso, y cuando me lo sacaron, confuso», reconoce. Aquello fue un primer paso. Tras convencer a su esposa, y a través de unos implantes, logró conectar su sistema nervioso con el de su mujer: cuando ella movía la mano, Warwick, en otra habitación, podía sentirlo, dando pie a una experiencia telepática. Los «terminators» y «robocops» que hasta ahora sólo alimentaban nuestra imaginación están un poco más cerca. Lo más extraordinario está por llegar.
Warwick visitó Madrid para acudir la presentación del libro «Hay futuro. Visiones para un mundo mejor», editado por el BBVA y que recoge las reflexiones de veinte especialistas sobre los desafíos que nos aguardan. Entre ellos, Warwick pone sobre la mesa una propuesta insólita: ¿nos enfrentamos a una sociedad futura en la que «lidiaremos» con robots creados a partir de neuronas humanas? ¿Deberían tener estos «ciborgs» los mismos derechos que nosotros? «La humanidad está lista para fusionarse con las máquinas. Por motivos terapéuticos, la gente utiliza marcapasos y caderas artificiales. Y externamente, nos hemos fusionado con la tecnología: móviles, coches... Hablamos de dar un paso extra para mejorar nuestras capacidades mentales», reconoce a LA RAZÓN.
«Capitán ciborg» –como se le conoce a Warwick en los medios– ve esta premisa más cercana que el común de los mortales. Partiendo de neuronas de rata, ha conseguido «crear» cerebros, estimularlos con señales eléctricas e introducirlos en cuerpos robóticos. «Las decisiones que toman obedecen a su cerebro biológico. El cerebro es algo físico, y mientras desarrollas habilidades, se va haciendo más fuerte y grande. De momento, sólo hace cosas simples, pero a medida que el cerebro crezca, aumentará su rango de habilidades. El robot está vivo porque su cerebro está vivo», afirma. Así, por ejemplo, ha visto cómo estos pequeños robots van esquivando las paredes con mayor habilidad. ¿Y para cuándo con neuronas humanas? Ya está en marcha. Sin embargo, nuestras neuronas cuentan con más complicaciones con respecto a las de las ratas. «El cerebro de éstas es más duro. Podemos dejar las puertas del laboratorio abiertas y no les pasará nada. Nuestras células son más delicadas. Si entra un virus... se acabó. Además, el proceso de aprendizaje de una rata abarca un mes. En un humano, 18, 20 años... Nuestras neuronas se toman más tiempo», señala.
Sin embargo, su meta es dar un paso más allá en la conexión de sistemas nerviosos: la conexión directa de un cerebro a otro. «Es posible hacerlo, aunque se necesitan aprobaciones éticas», asegura. Y es que este tipo de experimentos se salen de lo terapéutico. Warwick inventó un estimulador cerebral que puede pronosticar los temblores que causa la enfermedad de Parkinson y que aplica corrientes para detenerlos antes de que comiencen; además, logró controlar desde Nueva York, y a través de internet, una mano robótica que se encontraba en Reading, lo que abrió la puerta a la mejora de la movilidad de las personas discapacitadas. «Aquello era para ayudar a la gente», afirma. Sin embargo, la comunicación telepática es otra cuestión: que el ser humano goce de una capacidad extrasensorial, una comunicación mejorada... Puede haber problemas éticos y es difícil justificar los riesgos. «A mucha gente no le gusta lo que hago. Y yo los escucho. Pero también tengo voz. Si mucha gente insiste en que abandone una línea de investigación por preocupaciones éticas, lo haré. Aunque hasta el momento no ha ocurrido». Algo que a buen seguro para él sería decepcionante. «Aún usamos el habla, cuando emitimos señales químicas y eléctricas complejas. Es de locos. Si lo miras científicamente, es absurdo comunicarse así. Es más natural la interfaz: tomar las señales directamente del cerebro y transmitirlas a través de cables. Parejas que llevan casadas 40 años y siguen preguntándose: ¿qué me está diciendo? Conectar dos cerebros implicaría una comunicación más rica».
Ante tales avances, la pregunta surge: ¿veremos en el futuro robots más humanos que nosotros mismos? «Veremos máquinas más tolerantes y capaces técnicamente. Y quizá con más conciencia social. ¡Los seres humanos son bastante ruines a veces!», finaliza.
¿Un cíborg en 2045?
La meta de «dar a luz» una criatura mitad humana mitad robot, es un anhelo que comparte el multimillonario ruso Dimitry Itskov, que planea la creación del primer cyborg en 2045. Itskov, que pretende trasplantar el cerebro de un humano fallecido dentro de un cuerpo robótico, lleva años agrupando a científicos que estén dispuestos a trabajar con él en esta iniciativa. «Es necesario eliminar el envejecimiento o incluso la muerte», así como «superar los límites establecidos por las restricciones del cuerpo físico», dice.
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