Crimen de Asunta
Una madre «ejemplar», un padre «maravilloso» y un pacto de no agresión
Cuando Asunta Basterra fue asesinada, Rosario Porto y Alfonso Basterra llevaban más de ocho meses separados, con una relación que había sufrido altibajos y una aventura que Porto prometió dejar y que, sin embargo, no lo hizo. Aún así, los acusados han mantenido durante las 18 sesiones del juicio una posición casi unánime, sin culpabilizarse, y se han extendido elogios el uno del otro.
Durante todo el proceso ha reinado la concordia entre ambas defensas y ellos mismos se han encargado de decir que Rosario Porto era "la madre que cualquier niña hubiese deseado tener", en palabras de Alfonso Basterra, que fue defendido por su exmujer como un padre "maravilloso"que, además, en palabras de su abogada, "amaba con locura a Rosario".
Sin embargo, las 18 jornadas del juicio han dejado un dibujo desigual de los acusados. Porto, siempre de riguroso negro, ha permanecido llorosa, compungida, ausente y con la mirada perdida en la mayor parte de las ocasiones. Hablando con su abogado, tomando notas o escondiendo la cara entre sus manos, ha dado imagen de una madre afectada que, como ha sido corroborado por los testigos, continúa con una fuerte medicación para su depresión.
En la otra parte está Alfonso Basterra, un hombre frío, altivo y, en ocasiones, arrogante que se ha mantenido durante las sesiones distante de las emociones, pensativo, atento a las declaraciones o impaciente, mirando reiteradamente el reloj.
Su propia abogada justificó ante el jurado que tiene una forma peculiar de ser y, alejado de la afectación, echó mano de la ira en varias ocasiones mientras se producían testimonios y periciales, hasta el punto de que fue reprendido por el propio presidente del tribunal.
Se emocionó en tan pocas ocasiones oyendo hablar del asesinato de su hija que su abogada se decantó claramente por la emotividad en su alegato final, que trajo las lágrimas a los ojos de los presentes mientras recordaba que Asunta había empezado a existir mucho antes de su muerte y describía a Basterra como un hombre "locamente enamorado"de su exmujer, por la que hacía cosas tan "extrañas"como pedir recetas como propias para comprarle benzodiacepinas.
Casi inmóviles
Este viernes, ambos han escuchado el veredicto que los ha declarado culpables del asesinato de su hija casi inmóviles, lejos de las airadas protestas con las que Basterra acogió algunos testimonios y la aflicción que ha dominado la actitud de Porto durante todas las sesiones.
La acusación popular y el propio fiscal hicieron alusión durante sus conclusiones finales a este aparente "pacto de no agresión"según el cual los acusados, lejos de cuestionarse aspectos como la sedación continuada de su hija, se dedicaron a "lanzarse piropos", dijo el Ministerio Fiscal.
La situación contrasta, no obstante, con los indicios existentes, el propio asesinato de Asunta y la aventura que Rosario Porto prometió dejar a su exmarido cuando las relaciones mejoraron, tras su ingreso hospitalario en junio. La víspera de la muerte de la niña, el 20 de septiembre, Asunta permaneció todo el día con su padre porque Porto se encontraba, precisamente, con su amante.
Ep
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