Ciencias naturales
Vencedores y vencidos en un Ártico que se calienta
Los depredadores del fondo marino se beneficiarán del cambio climático; los que se alimentan de crustáceos tienen un alto riesgo de extinción
Un estudio señala que los depredadores del fondo marino se beneficiarán del cambio climático, mientras los que se alimentan de crustáceos tienen un alto riesgo de extinción
La Antártida se está derritiendo más rápido que nunca. Esta semana, un estudio publicado en la revista científica “Proceedings of the National Academy of Sciences” alertaba de que el continente se está derritiendo con la mayor velocidad de su historia. En concreto, perdió seis veces más masa de hielo al año entre 1979 y 2017 que hace 40 años. La reducción del hielo marino, los cambios en la disponibilidad de alimentos y la ruptura de las plataformas de hielo son algunos de los impactos a los que se enfrentan las especies marinas por el cambio climático. Pero esta amenaza no es igual para todas ellas. Investigadores del British Antarctic Survey han analizado qué animales ganarán y cuáles perderán en un océano antártico que se calienta.
Según el estudio, publicado ayer en “Frontiers in Marine Science”, los depredadores del fondo marino y los animales que se alimentan en aguas abiertas (como las estrellas mar y las medusas) se beneficiarán por la apertura de nuevos hábitats. Mientras que los asociados con el hielo marino como alimento o reproducción (como la ballena jorobada o el pingüino emperador) tienen un mayor riesgo de sufrir los efectos previstos por el cambio climático.
Mediante el uso de evaluaciones de riesgo, los científicos determinaron los ganadores y perdedores a tenor del aumento de la temperatura, la reducción del hielo marino y los cambios en la disponibilidad de alimentos. “Una de las señales más fuertes del cambio climático en la Antártida es la pérdida de hielo marino, el retroceso de los glaciares y la ruptura de las plataformas de hielo”, afirma en el estudio el doctor Simon Morley, autor principal del mismo. “El cambio climático afectará primero a las aguas poco profundas, desafiando a los animales que viven en este hábitat en un futuro muy cercano. No obstante, muchas especies marinas antárticas se beneficiarán de la apertura de nuevas áreas del fondo marino como hábitat”.
Para analizar qué especies estaban en mayor riesgo, “tomamos un enfoque similar a las evaluaciones de riesgo utilizadas en el lugar de trabajo, pero en lugar de emplear límites de seguridad laboral, utilizamos información sobre los impactos esperados del cambio climático en cada especie”, afirma el ecólogo experto en aves marines Mike Dunn, coautor del estudio. “Evaluamos muchos tipos de animales para ofrecer una visión objetiva de cómo la biodiversidad podría tener un cambio sin precedentes” por un océano antártico que se calienta. Los científicos descubrieron que los crustáceos (cuyos juveniles se alimentan de las algas que crecen bajo el hielo marino) se consideraron vulnerables, lo que a su vez afectó a los animales que se alimentan de ellos, como el pingüino adelaida (que se reproducen únicamente en toda la costa Antártida), el pingüino barbijo o chinstrap y la ballena jorobada (las gigantes del Antártico).
La evaluación de riesgos también reveló que los alimentadores de fondos, los carroñeros y los depredadores, como las estrellas de mar, los erizos de mar y los gusanos pueden beneficiarse de los efectos del cambio climático. “Muchas de estas especies fueron las primeras que regresaron a las aguas poco profundas después del final del último máximo glaciar, hace 20,000 años, cuando la plataforma cubierta de hielo comenzó a derretirse y retroceder”, explica el doctor David Barnes, coautor de esta investigación. «Es probable que estas especies pioneras se beneficien con la apertura de nuevos hábitats a través de la pérdida de hielo marino y la comida que proporcionará”, añade. “Incluso si, como se predijo para el próximo siglo, las condiciones en estos hábitats de aguas poco profundas cambian más allá de los límites, estas especies pueden retirarse a aguas más profundas como lo hicieron durante los últimos máximos glaciales. Sin embargo, estas comunidades de aguas poco profundas se verán alteradas dramáticamente. De hecho, si esto sucede los animales sensibles a la temperatura con conchas de calcio serán los que tengan un mayor riesgo”.
A medida que se disponga de más información, los investigadores de la citada institución esperan mejorar sus predicciones. “El siguiente paso –afirma Morley– es asignar pesos a los factores e impactos previstos. Por ejemplo, la temperatura es un factor que tiene efectos importantes en los animales marinos de sangre fría, pero ¿será más un problema que el beneficio de la pérdida de hielo marino? Es muy difícil saberlo hasta que no tengamos más datos”. Y el tiempo apremia. Según el estudio “Proceedings of the National Academy of Sciences” citado, entre 1979 y 1990, la Antártida arrojó un promedio de 40 gigatoneladas de masa de hielo por año. De 2009 a 2017, se perdieron aproximadamente 252 gigatoneladas por año. El ritmo de fusión aumentó dramáticamente durante las últimas cuatro décadas. Desde 1979 hasta 2001, fue un promedio de 48 gigatones por año por década. La tasa subió un 280 por ciento a 134 gigatoneladas para el período 2001 a 2017.
No sólo la Antártida se derrite a velocidad de vértigo. En 2018 han vuelto a alcanzarse temperaturas oceánicas récord. Si en febrero del pasado año, el Instituto de Física Atmosférica de la Academia de Ciencias en China alertaba de que en los últimos cinco años se habían dado las temperaturas más altas en el mar desde que hay registros (1950), el pasado miércoles, el mismo instituto volvió a alertar de un nuevo récord: el año 2018 es el año más caluroso registrado en el océano global. En comparación con el valor promedio medido entre 1981 y 2010, la anomalía de calor del océano el pasado año fue de 19,67 X 1022 (una medida de unidad para el calor). No son buenas noticias. Para que nos hagamos una idea, el aumento de calor oceánico en 2018 en comparación con 2017 es, según este estudio publicado en “Advances in Atmospheric Sciences”, “388 veces superior a toda la generación eléctrica de China de 2017 o una cantidad de energía térmica 100 millones de veces superior a la bomba de calor de Hiroshima”.
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