Brote de ébola
...y el día 18, de vuelta al hospital
Teresa Romero, que sigue sin fumar y le duele la pierna derecha, tiene que volver a Madrid a revisión
Empanada, pescado, caldo y algo que le gusta mucho a Teresa Romero, castañas asadas. Eso es lo que hizo de cena el pasado viernes su madre Jesusa que no paraba de sacar platos para ella y su marido Javier Limón. Cenó con ellos su prima María del Carmen Rellán Ramos. A quien querían volver a ver ayer, pero el mal tiempo lo impidió.
«Tere» como la conocen sus amigos, «Teresiña» para sus familiares, está tratando de recuperar las fuerzas, de ganar peso y de ver a sus seres queridos tras permanecer tanto tiempo ingresada. Un tiempo que intenta aprovechar al máximo siempre que su pierna derecha no le dé problemas. Ya le dolía antes de infectarse por el ébola, pero tras tanto tiempo en cama, cuando da poquitos pasos le molesta. Tiene muchas cosas pendientes por hacer, como ir a ver a todos los santos a los que sus seres queridos pidieron que se salvara, como San Antón, al que rezó su prima Carmen.
Las dos primeras cosas que ha hecho, además de dibujar una sonrisa permanente a su madre, ha sido pasear, algo que añoraba al haber estado tanto tiempo en cama, y comprarse ropa. No sólo porque haya perdido peso, sino porque al irse directamente del Carlos III a ver a su madre se fue con lo puesto y lo más probable es que toda su ropa esté siendo destruida durante la desinfección de su piso de Alcorcón. Teresa ya cuenta con un nuevo móvil después de que el que tenía se quedara en la planta de aislamiento. Su marido Limón le insistió en que se comprara uno de 500 euros, para mi Teresiña lo mejor, afirmó. «Limón la cuida muy bien. Siempre le hemos dicho que ha sido un regalo para Teresiña», afirma su prima a LA RAZÓN.
Carmen cuenta que su prima «está disfrutando en tranquilidad de esta segunda oportunidad». «Va a ir a Santiago», añade. ¿Cuándo? No lo dice, pero «ir, irá te lo confirmo».
Lo que sí asegura a este periódico es que «el día 18 de noviembre Teresa tiene que volver a Madrid para ir a revisión». Han de comprobar cómo está yendo su recuperación. Entre otras cosas, es prácticamente seguro que le miren los pulmones.
Al menos hasta ayer Teresa no ha vuelto a fumarse un cigarro desde que ingresó en el Carlos III. «Sigue sin fumar, y por ahora no le está costando mucho», quizá por haber estado tantos días en aislamiento o por lo mal que lo ha pasado».
Una fecha, la del 18, todavía lejana en el tiempo, pero que tiene en mente toda la familia.
Lo han pasado muy mal, sobre todo aquella noche del miércoles para el jueves que temieron por su vida. No recibieron noticia alguna del Hospital La Paz-Carlos III, de hecho tuvo que intervenir el presidente de la Xunta Alberto Núñez Feijóo para que tuvieran a bien darles información del delicado estado de salud de Teresa, se quejan en su entorno. La excusa del hospital es que la entonces paciente había pedido privacidad sobre su estado de salud. Pero privacidad hacia la opinión pública no para su madre, quien lo ha pasado muy mal durante todo el tiempo en el que su hija estuvo ingresada.
Un papel, el de paciente, que no le gustaba hacer ni de niña. «Teresiña mi hermana y yo –prosigue– jugábamos mucho de pequeñas a médicos y Teresiña siempre quería ser enfermera, a mí me tocaba ser la paciente al ser la pequeña». «Desde siempre quiso ser enfermera, era lo único que quería ser», destaca Carmen, que recuerda que cuando eran pequeñas «mi tía (la madre de la técnico de enfermería) siempre decía que era no mala, sino muy mala estudiante», añade, pero «al final lo hizo».
La prima relata que de jóvenes, Teresa siempre iba a las fiestas de su pueblo. Hoy la técnico de enfermería lleva una vida tranquila. Aunque en el pueblo de su madre pasaba desapercibida por los vecinos hasta que se convirtió en la primera persona que se contagió de ébola en Europa, Carmen asegura que Teresa es muy cercana con su familia y las personas que ella considera sus amigos. Limón, por su parte, aunque pueda parecer a veces un tanto seco, o incluso en ocasiones cortante, «es muy buena persona, cuida mucho de ella», añade la prima horas antes de que ayer arrancara Magosto, una fiesta de Becerreá en la que los vecinos comen castañas asadas y panceta y beben vino. ¿Habrá ido Teresa? Su prima cree que no. Tiene que recuperar fuerzas, por mucho que le gusten las castañas asadas. Máxime cuando el día no acompaña, ya que desde primera hora de la mañana de ayer no paraban de caer «chuzos de punta».
El detalle
Un amor por los animales que tienen madre e hija
El amor por los animales les viene de familia. Y es que al perro al que la madre de Teresa, Jesusa, alimenta no es suyo, sino de un vecino que a su entender no cuida de él. Por eso, es muy habitual ver salir a Jesusa de su casa con un plato de comida para él, así como para dos gatos que hay por la zona, a escasos metros de su vivienda.
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