
Medio Ambiente
Superpoblación urbana: El colapso de las ciudades
No hay metrópolis en el planeta que deje de atraer a nuevos residentes. Urbanistas, arquitectos, científicos y activistas por el clima están de acuerdo en que la densidad definirá la calidad de vida de los ciudadanos. Las políticas del futuro deben contribuir a descongestionar y humanizar las capitales

No hay metrópolis en el planeta que deje de atraer a nuevos residentes. Urbanistas, arquitectos, científicos y activistas por el clima están de acuerdo en que la densidad definirá la calidad de vida de los ciudadanos. Las políticas del futuro deben contribuir a descongestionar y humanizar las capitales
Lo presentía William Cowper ya en el siglo XVIII: “Dios hizo el campo y el hombre la ciudad”. El poeta inglés estaba convencido de que el éxodo rural aumentaría de manera escalonada y el tiempo le ha dado la razón. En 1900, solo un 13% de la población mundial vivía en áreas urbanas. Para 2050 se espera que dos tercios de la humanidad se alojen en megaciudades. No hay metrópolis en el planeta que deje de atraer a nuevos ciudadanos. Urbanistas, arquitectos y activistas por el clima están de acuerdo en que la superpoblación definirá la calidad de vida de los núcleos urbanos. Los políticos, por su parte, deberán velar por los derechos de los ciudadanos y del medio ambiente aplicando políticas de calado económico, social y medioambiental.
Con el objetivo de promover el interés de los líderes mundiales por abordar los desafíos de la urbanización, ayer se celebraba el Día Mundial de las Ciudades. Cada 31 de octubre, la ONU recuerda a los Estados miembros que están en la obligación de velar por que los núcleos urbanos se gobiernen y administren adecuadamente. Deben de hacerlo, además, de acuerdo con el Objetivo de Desarrollo Sostenible número 11: “Ciudades sostenibles”. A través de esta promesa global, los gobiernos se comprometieron a lograr que las comunidades del futuro sean sostenibles.
No es tarea sencilla. Las ciudades consumen dos tercios del suministro energético mundial y son responsables del 70% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Existen medidas fáciles de implantar técnicamente pero políticamente impopulares. Ejemplo de ello fue la renaturalización del Manzanares o la calendarización de las restricciones a los vehículos sin etiqueta en Madrid Central que el alcalde, Martínez-Almeida, anunció a principios de mes.
“Necesitamos gobiernos que establezcan reglas en torno al agua, la contaminación o la movilidad”, enumera Edward Glaeser, que enseña Economía Pública y Urbana en la Universidad de Harvard desde 1992. El autor de “El triunfo de las ciudades” advierte de que, además de reducir las emisiones de carbono, acortar los desplazamientos y hacer menos necesarios los coches, la densidad facilita la transmisión de los virus y enfermedades. Por este motivo debe gestionarse para que no reduzca la calidad de vida. Él apuesta por combinar el libre mercado y la gestión pública, ya que “la sola construcción de edificios no resolverá el problema de la sobrepoblación”.
Entre 2010 y 2015 el mundo ganó, por año, 77 millones de urbanitas –más que la población de Francia–. Esto ha ocurrido mientras las ciudades siguen ocupando solo el 0,5% de la superficie del planeta. Es decir, cada vez nos concentramos más en menos espacio. Para muestra, existe un “panal” gigante que descuella sobre otros edificios a una orilla de la M-30. Se le conoce como Las Colmenas, un complejo residencial en el que viven abarrotados más de 20.000 madrileños. Este tipo de urbanismo salvaje es lo contrario a lo que el paisajista barcelonés Enric Batlle lleva haciendo durante 36 años: diseñar teniendo en cuenta a las personas; combinar paisaje con arquitectura. Premiado internacionalmente por la reconversión del vertedero de El Garraf en parque natural, señala que el papel de un arquitecto debería ser hacer que la naturaleza sea “útil”, no solo estética, y situar al individuo “en el centro” del edificio.
Tradicionalmente, se cree que la urbanización sostenible únicamente es “hacerlo todo más verde, plantar árboles y diseñar jardines”, explica. Pero se trata de edificar “para recuperar la geografía natural de un territorio”. De esta manera, los balcones, las cubiertas y las fachadas de los edificios pueden ser más “eficientes” si se les rodea de arboleda para hacerlos más frescos, si se les instalan paneles solares o mecanismos para recoger y aprovechar el agua de lluvia. Las calles y las plazas se pueden “renaturalizar”, respetando las formas de la naturaleza y su biodiversidad. A la pregunta de cómo hemos de
, la respuesta de Batlle es: “Reformando lo que ya existe”. Haciendo esto, sostiene, podemos hasta doblar la densidad de población.
Capitales “horno”
Resultado de una mala planificación y diseño también es la enorme huella de carbono que dejan las ciudades. En Delhi, el grado de polución actual equivale a fumar 50 cigarrillos al día. Lo sabe Maimunah Mohd Sharif, directora ejecutiva de ONU-Hábitat y especialista en planificación urbana, que advirtió hace unos días de que “los suburbios con pocos medios de transporte público y los hogares alejados del trabajo producen un aumento de emisiones”. Además, apuntó, ”la mayoría de los edificios siguen utilizando combustibles fósiles para cubrir sus necesidades energéticas”. Las ciudades, expresó, “si bien son la principal causa del cambio climático, también son las más afectadas”.
Hasta ahora, Naciones Unidas ha reivindicado el Día de las Ciudades poniendo el foco en la arquitectura, la seguridad o la tecnología, pero “poco en el medio ambiente”, reclama Celia Ojeda, responsable de Consumo y Ciudades de Greenpeace. Entre tanto, el 70% de las ciudades ya está lidiando con los efectos del cambio climático por todo el mundo. Asimismo, “más del 90% de las áreas urbanas son costeras, lo cual sitúa a la mayoría de las urbes de nuestro planeta en riesgo de inundaciones por el aumento del nivel del mar o de fuertes tormentas”, alerta Ojeda, y prosigue: “Es un peligro”. Hasta ahora, veíamos el cambio climático como algo muy lejano. En la actualidad, “somos testigos incluso en las ciudades de interior”.
Fernando Prieto, director del Observatorio de Sostenibilidad y doctor en Ecología, constata que la temperatura de las ciudades “ha subido el doble que la media mundial en 50 años”. La crisis climática afecta de forma desigual a las capitales españolas. “Los mayores incrementos se han producido en la mitad este del país, con subidas de más de 2 grados”. Córdoba ha anotado cerca de 40 récords meteorológicos en los últimos cinco años. En 2018, se registró la temperatura más alta en un mes de diciembre. Alcanzó 23,8 grados a las 16:20 horas. Cristina Contreras, delegada de Ecologistas en Acción en la provincia, forma parte del movimiento Barrios por el Clima, un movimiento de creación reciente para promover iniciativas locales. ¿Su misión? “Que nuestros barrios puedan soportar mejor las altas temperaturas”, precisa. Una de las soluciones que proponen coincide con las propuestas por Batlle, el arquitecto barcelonés: “La plantación sistemática de arbolado en nuestra ciudad, de manera que se alcance la cifra total de 15.000 ejemplares al final de este mandato”.
Proyectos como este ponen de relieve el destacado papel de las zonas urbanas como centros de innovación: “Las ciudades pueden ser líderes del cambio y del cambio climático”, retoma Ojeda. Los alcaldes y alcaldesas son “directamente responsables ante su ciudadanía y sus decisiones son más ágiles que las de los funcionarios de gobiernos nacionales”, considera. Una mejor gestión de la movilidad, los residuos, la alimentación o la energía, entre otras, pueden ser algunas de las soluciones al cambio climático. Lo que nuestras ciudades hacen individualmente para abordar el cambio climático “puede establecer la agenda pública para las comunidades y empujar así a las multinacionales”, concluye.