Internet

«Internet es un lobo con piel de cordero»

Entrevista con Iván Mourin, autor de «Descendiendo hasta el infierno: un paseo por el lado más oscuro de internet»

«Internet es un lobo con piel de cordero»
«Internet es un lobo con piel de cordero»larazon

Primero, la portada. Después, la contraportada. Por último, la solapa con la información del autor. En la primera, una imagen de la punta de un iceberg y, debajo, un tétrico infierno. En la segunda, alusiones a cadáveres, caníbales y monstruos, y una propuesta inquietante: «¿Me acompañas a descubrir las raíces del infierno, por debajo de la temida Deep Web?». Y, por último, en la contraportada, la biografía de un autor especializado en novelas de terror -y premiado por alguna de ellas- y de profesión... criminólogo.

¿Tan preocupantes son los trasfondos que hay debajo de internet, ese compañero de viaje tan familiar para nosotros, que es necesario un especialista en el crimen para desentrañarlos? Iván Mourin (Barcelona, 1980) hace en «Descendiendo hasta el infierno: un paseo por el lado más oscuro de internet» un recorrido por todos estos bajos fondos, cita páginas y páginas poco recomendables, reproduce imágenes poco edificantes y enumera los bulos que pululan por la red y los negocios delictivos que se llevan a cabo en ella. Los hay de todos los tipos. Un ejemplo: matar por encargo tiene sus propias tarifas según la complejidad del «encargo», desde 40.000 euros por una muerte «normal» hasta los 267.000 euros si es «en accidente», pasando por lo que cuesta desfigurar, destrozar las manos o dar una paliza.

El libro es muchas cosas pero, sobre todo, es un aviso para incautos. Internet es muy útil pero, también, muy peligroso. «El problema de internet es que se ha ganado nuestra confianza», advierte Mourin en una entrevista con larazon.es.

Pregunta: Nos propone un paseo por «el lado más oscuro de internet». Y lo hace un autor que, además de escritor y guionista, es de formación criminólogo. ¿Se ha convertido internet en el refugio moderno de los peores instintos criminales?

Es un alojamiento más para este tipo de conductas, pero la peor parte reside en que, gracias a internet, es más sencillo de difundirse. Al mismo tiempo, esto ha conseguido que sirva como punto de encuentro para usuarios con esta clase de conductas.

P: Usted detalla ejemplos de páginas donde se venden armas o drogas, o incluso se abre la puerta a traficar con personas. ¿Pero realmente es fácil llevar a cabo estos negocios? Es decir, debajo de todo ello, ¿hay un mercado real de compradores y vendedores, al margen de casos concretos aparecidos en prensa?

Por supuesto, si no no se crearían “darknetmarkets” y “marketplaces” casi de inmediato en cuanto una de estas páginas de comercio es cerrada por las fuerzas de seguridad. A mayor demanda, más la necesidad de ampliar el negocio. En el caso de ciertos productos más “accesibles”, como las drogas, se emplea un método llamado “stealth”, donde los proveedores tratan de camuflar los envíos con envoltorios especiales (como los de Amazon, por ejemplo) para pasar desapercibidos en los controles y aduanas.

P: En uno de sus capítulos, el de «El club del asesinato», detalla incluso las tarifas que se ofrecen por dar asesinatos o palizas, desde «destrozar las manos» hasta un «bombardeo complejo». ¿Cuánto de habitual es que se contraten este tipo de servicios?

Más de lo que el lector podría imaginarse. El problema es que existe mucha estafa, donde se contrata a un sicario de una de estas páginas de “servicios”, y nunca lleva a cabo el encargo. Entonces, la parte contratante pierde el dinero pagado, ¿y a quién va a denunciarlo, si está cometiendo un delito?

P: ¿Qué medidas adoptan las fuerzas de seguridad, tanto a nivel mundial como en España, para contrarrestar esta actividad?

Muchas, desde el rastreo a partir de denuncias de usuarios, los controles de entrega de ciertos productos para poder rastrear a aquellos que trafican con éstos (compradores y vendedores), ataques a los servidores con sobrecargas del sistema con la intención de localizar a los administradores de ciertas páginas, el uso de “honeypots”, o servicios ocultos en sitios web concretos para destapar actos delictivos, etc.

P: Una de sus alusiones más inquietantes es la que se refiere a toda esa colección de leyendas negras, a cada cual más terrorífica, que pululan por internet. ¿Se ha convertido la red en el nuevo refugio de la «rubia de la curva»?

Es una evolución de los clásicos relatos de fantasmas, que han conseguido adaptarse a las nuevas tecnologías. Los llamados “creepypastas” no son más que historias de terror creadas en internet y para el público de internet, pero algunas han ganado tanta fuerza por todo el material aportado por internautas que han pasado a convertirse en leyendas urbanas capaces de atravesar el monitor e instaurarse en el mundo real. Los ejemplos podrían ser dos criaturas aterradoras, Slender Man y Jeff The Killer, que han logrado tener invocaciones propias y múltiples testigos que aseguran haberlos visto o tener experiencias desagradables con éstos.

P: «Yo soy lo suficientemente listo como para no dejarme engañar». «Yo sé distinguir lo que es verdad y lo que no en internet». Detrás de convencimientos como estos, que recuerdan tanto al «yo controlo» de toda la vida, ¿se esconden más incautos navegando por internet de lo que pueda parecer? ¿Es más fácil engañarnos de lo que parece?

El problema de internet es que ha ganado nuestra confianza, lo que hace que naveguemos con demasiada seguridad, cuando no es más que otro lobo con piel de cordero. Accedemos a cualquier página o correo sin asegurarnos previamente si es peligrosa, ya no sólo porque nuestros equipos puedan ser pirateados, sino infectados por toda clase de virus y malwares, además de contactar con extraños que se esconden tras perfiles falsos que pueden amenazarnos, estafarnos, acosarnos...

P: Hágame, si es que se puede hacer, un perfil tipo del internauta más proclive a creerse todas las fantasías que esconde ese «lado oscuro» de internet

Suele ser un usuario joven que ha tomado internet como una fuente de absoluta fiabilidad, y que su vida prácticamente no es nada sin la Red. Pasan todo el tiempo en redes sociales, comparten toda información publicada sin corroborarla, y creen con más facilidad a un internauta anónimo que a sus seres más cercanos, en ocasiones por problemas de sociabilidad.

P: Respecto al público joven y adolescente. ¿Cómo pueden los padres evitar que accedan a ciertos contenidos perjudiciales? Controlarles las 24 horas es imposible, y en ocasiones educar, orientar o informar no es suficiente...

Es prácticamente imposible controlar a un menor dentro de la Red. Por mucho que se controlen los equipos caseros y teléfonos móviles, pueden utilizar otros externos, con los que ya se les perdería la pista. Obviamente, una buena información sobre los peligros de internet es importante, pero cada joven es diferente, y mientras algunos actuarán con precaución, otros lo tomarán como tonterías de adultos desfasados que no tienen idea sobre estas cosas

P: No hay más que darse un paseo por muchos comentarios que cada día se dejan en las webs para comprobar el grado de agresividad solapada de muchos internautas. ¿Este infierno que describe en el fondo de internet es un síntoma de esta especie de frustración vital?

Es más un tema de escudarse tras un monitor. Es cierto que tras estos comentarios agresivos suelen esconderse personas afectadas por envidias, o porque creen que la última palabra sólo la pueden tener ellas, pero también suelen ser, en muchos casos, aquellos que sólo son capaces de comunicarse de un modo así de agresivo gracias al teclado, pues en un cara a cara no serían capaces.

P: Y, por último, en su libro abundan las imágenes tomadas de internet de supuestos espectros, fantasmas, resucitaciones, ovnis y demás. ¿Se puede leer su libro en soledad en una tarde de tormenta o es mejor hacerlo acompañado?

Jajaja Suelo ser un autor de obras de terror, y me gusta que el lector disfrute pasándolo mal. Si con este libro, además de mostrar las mentiras y verdades de internet, consigo que se estremezca en algún momento, significará que no lo habré hecho tan mal, y con eso me doy por satisfecho.