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El #MeToo en tiempos de Google

Miles de empleados marcharon contra el acoso. Acusan al gigante tecnológico de su respuesta tibia ante el comportamiento sexual inapropiado de algunos ejecutivos y de indemnizaciones millonarias para comprar silencios

Protesta de los trabajadores de Google en la sede la compañía en Londres/Foto: Reuters
Protesta de los trabajadores de Google en la sede la compañía en Londres/Foto: Reuterslarazon

Miles de empleados marcharon contra el acoso. Acusan al gigante tecnológico de su respuesta tibia ante el comportamiento sexual inapropiado de algunos ejecutivos y de indemnizaciones millonarias para comprar silencios.

Terremoto en Google. Sus trabajadores salieron ayer a la calle en todo el mundo para protestar por cómo habría tratado los casos de acoso sexual. Ríos de dólares e indemnizaciones millonarias para comprar silencios. Quizá para las grandes compañías todo vale con tal de evadir la mala publicidad. Acaso la intención era castigar a los señalados sin armar demasiado alboroto. Pero en estos días, cuando el acoso sexual y las actitudes machistas reprobadas como nunca antes, al menos en el llamado Primer Mundo, las tácticas seguidas por esta empresa parecen propias de quienes querían asegurarse la omertà.

El «The New York Times», que destapó el caso, siguió muy de cerca las concentraciones que, «comenzando en Asia, se extendieron por todos los continentes a partir de las 11 de la mañana según las zonas horarias». Hubo protestas en Singagur y en Zurich, en Dublín, Londrés, Nueva York y California. «Pedimos un cambio estructural en nombre de la transparencia, rendición de cuentas y equidad», exigió Tanuja Gupta, una de las empleadas de la empresa en Manhattan encargada de leer el manifiesto de los empleados, quien insistió también en la necesidad de acabar con las discriminaciones salariales y pidió transparencia en las brechas salariales ante posibles abusos sexuales. «Requerimos un proceso mejor al ‘ve y cuéntalo’ frente a los abusos sexuales, es un proceso que no sirve», añadió esta trabajadora de la compañía, que demandó también mayor representación en todos los niveles directivos. Durante la concentración en el barrio de Chelsea se podían leer pancartas con mensajes como «Los derechos de los trabajadores son derechos de las mujeres» o «Se acabó el tiempo, empresas tecnológicas». Otra de las representantes de los trabajadores, Dema Rodriguez,insistió en que Google no es solo una persona, sino que se trata de toda la comunidad de trabajadores, que han decidido que «ya es suficiente, suficiente y suficiente».

Entre los acusados de acoso en Google estaría Andy Rubin, de Android, que habría cobrado una indemnización de 90 millones de dólares. Claro que en su opinión, el diario no reflejó fielmente lo sucedido. «Contiene numerosas inexactitudes sobre mi trabajo en Google y exageraciones sobre mi indemnización», comentó, ofendido, en unas declaraciones que publicó el propio periódico. «Son acusaciones falsas que forman parte de una campaña de desprestigio de mi ex esposa durante la batalla por el divorcio». Antes y después del artículo hubo dos comunicados internos a cargo del director ejecutivo de Google, Sundair Pichai. En el primero pedía perdón por cualquier movimiento de la empresa que hubiera podido tomarse por condescendiente respecto a los presuntos acosadores. En el segundo, animaba a los empleados a sumarse a la huelga y daba por seguro que no verían limitado su derecho a ejercerla de ninguna forma. Qué menos, con la prensa estadounidense siguiendo cada una de sus palabras y las redes sociales en zafarrancho de combate.

48 despidos

En la primera de sus cartas, cofirmada junto a Eileen Narton, vicepresidenta de operaciones de Google, hablaba de 48 trabajadores despedidos, 13 directivos, sin recibir pagos por los servicios prestados. Entre otras cosas seguraba que «la historia de hoy en el ''The New York Times'' fue difícil de leer», si bien «nos tomamos muy en serio asegurarnos que proporcionamos un lugar de trabajo seguro e inclusivo». Insistían en que Google reviste todas y cada una de las quejas que recibe internamente «sobre acoso sexual o conducta inapropiada», y que por supuesto toma las medidas que juzga pertinentes.

Los ejecutivos continuaban asegurando que en los últimos años Google ha puesto en marcha una serie de cambios operativos, incluida una «actitud cada vez más dura sobre la conducta inapropiada de las personas que ocupan puestos de autoridad». «En los últimos dos años», añadían, «48 personas han sido despedidas por acoso sexual, incluidas 13 que eran gerentes o con puestos por encima de ellos. Ninguna de estas personas recibió una indemnización de salida». Buena parte de la disculpa incidía en el llamado «Respect», un informe anual fruto de investigaciones internas, que pretende sacar la luz y exponer las indagaciones de Google para cortar de raíz cualquier tipo de acoso. Se elabora, dicen, respetando mediante canales confidenciales el anonimato de las denuncias como los nombres de las víctimas.

En una maniobra que incluso puede rozar la paranoia, alardeaban de exigir a los ejecutivos que alcancen vicepresidencias que «revelen cualquier relación con un compañero de trabajo», con independencia de la jerarquía respecto a la otra persona y/o la presencia o no de un conflicto. Pero las palabras de Pichai y Narton no calmaron el mar de fondo. Hasta el punto de que apenas unos días más tarde el director respondía con una segunda carta dirigida a todos los empleados: «Lamento profundamente lo sucedido en el pasado y el dolor que haya causado a los empleados (...) vale la pena repetirlo: con que una sola persona haya experimentado en Google lo que describía el artículo del ''The New York Times'', no somos la compañía a la que aspiramos ser». Y añadía que Google tampoco ha «proporcionado ningún paquete de salida a los ejecutivos que se retiraron voluntariamente en el curso de una investigación de acoso sexual».

¿A la segunda fue la vencida? Visto lo visto junto a las modernas sedes de la compañía, leídas las pancartas, escuchadas las quejas de los trabajadores, no. Hacen falta, dicen, medidas para evitar que la empresa maneje bajo cuerda asuntos tan sensibles. De paso, aspiran a que Google publique un informe más claro respecto a los casos vividos y la relación de aquellos que hubieran abandonado la empresa por las acusaciones y, por supuesto, las posibles compensaciones que hubieran recibido. Detalladas con luz y taquígrafos.