
Entrevista
Alberto Utrera: «Puedes tener un millón de noes que un sí te cambia la vida para siempre»
Estrena mañana «La senda del pecado», la película documental sobre el cómico Juan Dávila, que es un caso de éxito

Alberto Utrera es el director de la película documental de Juan Dávila. Juan es un cómico español, que primero pasó por el cuerpo de la Policía de nuestro país y después lo dejó todo. Todo es todo, porque en el ámbito de los sueños están nuestros demonios y él quería ser actor. Y entonces tenaz como es llenó su camino de ilusiones y una amarga infinidad de noes, que le hizo pasar estrecheces, pero acentuó una resiliencia de otro planeta. Y de esa historia que cambió en apenas un mes después de once desérticos años de éxitos va «La senda del pecado», que se estrena hoy en cines en un único pase. Ahora Juan Dávila es un hombre aclamado, que acaba con las entradas en minutos, que no hay manera de verlo, y su web es un «sold out» al completo con meses de antelación. No solo su humor, extremo donde los haya, ha traspasado todas las barreras que se podían imaginar, sus llenazos, también. Y más que un cómico, su manera de gestionar su carrera parece la de un cantante con aforos impensables para un humorista.
«La senda del pecado»
Alberto Utrera es el director de su película documental «La senda del pecado» casi por necesidad. La necesidad de contar una historia que ha vivido de primera mano, porque conoce a Juan desde hace más una década. «La vida de Juan ha sido diez años de comer barro a paladas. Dejó la Policía y se metió a actor y todo fueron noes. Montó una compañía de improvisación. Fui a verles a través de un amigo y era divertido... Se daba una circunstancia curiosa porque antes de empezar el show Juan bromeaba sin llegar a ese límite que tiene hoy. Después de diez años con tanta lucha una de las cosas que más admiraba es que en esa compañía cogía a gente de todo tipo. Veía que él empujaba de los demás. En esos años Juan estaba siempre dispuesto a lo que fuera. He ido a shows en los que éramos más actores que espectadores».Y así, tal y como se ve en el documental, pasó año tras año habiendo dejado atrás la tranquilidad y seguridad de su puesto de policía. «Cuando Juan lo peta me contaba que en junio estaba en Gran Vía con un megáfono pidiendo a la gente que entrara a verle, le habían cambiado de horario porque no vendía entradas, y en enero vendió ocho mil para Vistalegre en dos minutos. Y eso me pareció un caso de éxito. Si estuviéramos en Estados Unidos nos hubiéramos vuelto locos. La imagen era muy impactante», cuenta Utrera.
«Cuando estábamos en esa etapa en la que nadie nos quería hacer el documental», cuenta el propio protagonista, Juan Dávila, «él se cogió una cámara de su equipo y se vino a grabar, en pleno puente de diciembre y sin saber qué iba a pasar».
«Cuando tuve ese éxito tan fuerte no me podía creer que no quisieran hacer el documental», cuenta el director, «aunque lo cierto es que puedes tener un millón de noes que un sí te cambia la vida y llegamos a un acuerdo con Garajonay Producciones».
«Siempre lo he percibido ayudando a la peña», dice el director del documental. A lo que Juan Dávila suma: «En esa época me decían que era el coche escoba porque iba recogiendo gente por todos los lados».
El cómico se refiere a los inicios, y precisamente desde ahí se conocen uno y otro y de esa etapa recuerda Utrera algunas experiencias: «En esos comienzos hubo una cosa que me sentó muy mal, porque hubo quien dijo que como le gustaba bajar al barro y yo ahora me pregunto si ahora ya sí tiene talento». Son las cosas que ocurren cuando llega el éxito y más cuando es tan abrumador.
A Dávila no le supone ningún problema. «Estábamos metidos en el barro literalmente, porque en la época a la que se refiere Alberto trabajábamos en un sótano. El talento y el éxito no siempre están unidos ni tan siquiera por mucho trabajo que haya», aclara Dávila, refiriéndose a los inicios, que en su caso se alargan a casi un década de aquí para allá buscándose la vida.
El seguimiento de Utrera a Dávila se extiende en el tiempo, además de la amistad. «Si yo soy este tipo y tengo que salir una hora y media con ocho mil personas me muero y me flipa que haya gente que ponga en duda que no sea improvisado».
Así analiza el director el curioso humor de Dávila: «Juan puede hacer lo que hace porque es él y porque no tiene maldad y la gente está cómoda». En cambio, reflexiona que luego, fuera de cámaras y público cuando se sienta en la mesa con compañeros, que suelen hablar mucho, Juan es de los que está callado. «Es verdad», dice el aludido. ¿Hay tanta diferencia con el personaje?, preguntamos. «Claro, es una parte de mí llevada al extremo». «La senda del pecado» es una historia de esfuerzo, de éxito, que deja mucho atrás. «La gente ahora me ve como una piñata de billetes que la zarandeas y salen y es verdad», reconoce Dávila, pero durante más de una década ha sabido lo que era la precariedad. Hay aprendizaje de vida en toda esta historia, que se estrena mañana.
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