Barcelona
Titzina no pierde el juicio
Diego Lorca y Pako Merino –en adelante, Titzina Teatro, si seguimos la terminología contractual– y se pasaron tres meses documentándose para «Distancia siete minutos» en el sitio más impensable: varios juzgados de primera instancia de Cerdanyola del Vallès y de Barcelona. «Estuvimos observando un conflicto por una separación, unos vecinos que pelean, alguien que va ebrio y tiene una actitud no adecuada, un hurto... A partir de esos primeros casos, vimos las miserias de la sociedad en la que vivimos», explica Lorca. Titzina, una compañía que comienza a ser ya veterana –son 13 años en activo–, regresa al Teatro de La Abadía (la obra podrá verse del 8 al 19 de enero), donde mostraron hace algunos años «Exitus». Han abordado en sus sucesivos espectáculos temas como la guerra, la locura y la muerte, y en este nuevo montaje se proponen algo más próximo pero complejo: hablar de la felicidad y, sobre todo, de la infelicidad. «En nuestra forma de trabajo, partimos de la observación, de lo cotidiano, y a partir de eso hacemos la dramaturgia y adaptamos. Nos interesa lo cotidiano porque es donde se refleja la universalidad. A partir de la idea de la felicidad, fuimos evolucionando a la de no felicidad. Las aberraciones sociales se muestran a través del día a día que vivimos», cuenta el dramaturgo, director y actor.
Eso se traduce, en esta ocasión, en la historia de un magistrado de uno de estos juzgados. «La obra habla de un juez, que es de por sí una profesión que requiere años de sacrificio y que se enfrenta a casos en los que no hay diálogo y que se podrían resolver fuera, pero están ahí». Poco a poco, nos van adentrando en el mundo de este personaje y vemos quién es en su vida diaria: un problema de termitas lo ha obligado a dejar su casa y volver al hogar paterno, donde la incomunicación es patente. «Vemos quién es él en el contacto con las reglas, con las personas, y nos vamos adentrando en el problema de la infelicidad», sigue Lorca.
Los dos componentes de Titzina son protagonistas únicos a la vez; entre ambos van desarrollando personajes e historias. Lorca explica sobre su modo y proceso de trabajo: «Nuestras puestas en escena es el sello de identidad de la compañía: Paco Merino y yo somos los dos actores y estamos obligados a hacer cambios temporales, de personaje... Es una tragicomedia en la que pasamos de la observación de lo cotidiano más absoluto al mundo de la casa, el interior, y los sentimientos. Nos formamos en la escuela Lecoq y venimos de una generación audiovisual, el vídeo ha formado parte de nuestra formación; y todo pasa en directo; el actor al servicio de crear la ilusión».
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