Feria de San Isidro

Actitud frente a la «guasa»

Desplante al sexto de López Simón, que saludó sendas ovaciones en la tarde su confirmación
Desplante al sexto de López Simón, que saludó sendas ovaciones en la tarde su confirmaciónlarazon

Las Ventas (Madrid). Sexta de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Puerto de San Lorenzo, desiguales de presentación. Inciertos, complicados y con peligro, salvo el 4º, que tuvo una pizca más de nobleza en la muleta. Casi lleno.

El Cid, de lila y oro, estocada desprendida, descabello (silencio); pinchazo, estocada trasera y tendida (silencio).

Daniel Luque, de berenjena y oro, estocada desprendida (silencio); estocada atravesada (saludos).

López Simón, que confirmó alternativa, de blanco y plata, cuatro pinchazos, aviso, otro pinchazo, estocada desprendida, descabello (saludos); dos pinchazos, aviso, estocada, dos descabellos (saludos).

Treinta años de ininterrumpida simbiosis con Las Ventas. La ganadería salmantina de Puerto de San Lorenzo cumplió ayer tres décadas seguidas lidiando sus toros, de encaste Atanasio-Lisardo, en la primera plaza del mundo con un encierro nada fácil y con mucha «guasa», que planteó serias dificultades a la terna, muy por encima de sus oponentes –inciertos y con peligro–, en una tarde tan gris como desapacible en lo climatológico.

Manuel Jesús «El Cid» necesita, este San Isidro más que nunca, de un triunfo en el mismo Madrid que le catapultó hace ya una década a los carteles de privilegio. Las Ventas debe convertirse en ese desfibrilador que desbloquee su atrancado ritmo de los últimos meses. Que actualice el recuerdo. Faenas de gloria que tanto han hecho disfrutar. Ayer tampoco fue esa tarde deseada, aunque hubo visos de reencuentro en el cuarto –el más potable... vaya mano en los sorteos–. Pero por si acaso ¡otra vez! la dichosa espada. Y van... Esta vez, todo hay que decirlo, a la limón con la lluvia desatada, que ninguneó su quehacer.

Ese cuarto, con intenciones menos maquiavélicas, había sacado la casta en la pañosa y permitió al de Salteras recuperar sensaciones. Reencontrarse a sí mismo. Una tanda muy buena al natural, de mano baja. Luego, se sucedieron series en redondo menos compactas. Volvió a la zurda y sacó series templadas y con profundidad, aunque al toro le faltara terminar el muletazo. Naturales en largo y con buen trazo. El Cid estuvo listo con él y lo entendió a la perfección. Pero, claro, quedaba la espada... Los rumores barruntaban lo que casi toda la plaza ya mascullaba entre dientes. Y casi, como si el guión no pudiera torcerse, efectivamente: lo pinchó. A la segunda, lo pasaportó de una estocada tendida y trasera. La lluvia, ya desatada, con todo hijo de vecino buscando refugio, tampoco ayudó. Inmerecido silencio.

Previamente, le correspondió en segundo lugar un astado justísimo de remos. Muy protestado, perdió las manos reiteradamente, pero la presidencia lo aguantó en el ruedo. Error. A partir de ahí, el broncazo. Protestas y más protestas en una faena en la que volvieron a llegar las caídas del toro. No le echaron cuentas al torero en una labor plana y sin brillo, pero muy desagradecida por el peligro sordo de un animal que no cesó nunca de mirar y hacer hilo.

Triunfador de Fallas y en el grupo de los que también tocaron pelo en Sevilla, se esperaba con atención a Daniel Luque, que no termina de entrar con rotundidad en Madrid. Vistos los precedentes de este 2013, parecía el momento idóneo para lograrlo. El de Gerena sorteó un tercero con las mismas «bondades» de la primera parte del festejo. Peligroso y orientado, sabía lo que se quedaba atrás en cada viaje. Tobillero. También es cierto que, con cuentagotas, humilló en ocasiones por abajo. Luque pareció dispuesto a jugársela y echó la moneda, pero no esperó a recogerla. Nos dejó a medias, sin saber por dónde rompía un trasteo en el que tragó lo suyo, mientras aguantó ante la res. Con el quinto, sin fijeza como sus hermanos, el sevillano pudo edificar una labor sólida, rica en vistosos adornos y remates, en la que logró sacar derechazos estimables en series cortas y sin terminar de someter a un animal que no se entregó ni iba hasta el final. Saludó desde el tercio tras dejar una estocada atravesada.

López Simón se jugaba todo a una carta en la soñada confirmación. Agotada la bala de la Feria de Abril, tuvo en «Langostillo» el toro de la ceremonia. Un burel que se lo pensó siempre y midió en el capote. Brutito en banderillas, tras el intercambio de trastos, comenzó por estatuarios, Ya en el primero se lo echó a los lomos. Lo encunó sin consecuencias, pero una fuerte paliza y un pisotón le dejaron desmadejado en el suelo, incluso aturdido por unos segundos. Rápidamente se incorporó y se fue a los medios. Hincó las dos rodillas y lo toreó en redondo muy templado. Casi una decena de muletazos. No era fácil. Delante un animal muy incierto, gazapón, y que le medía de lado antes de cada embroque. Hizo un esfuerzo el de Barajas, siempre muy cruzado, para irle robando las series. No era un dechado de limpieza, pero tenían mérito y emoción. Matarlo fue un quebradero de cabeza y el joven falló con la tizona. Pese a todo, saludó una ovación.

Ya en la lluviosa anochecida, López Simón volvió a irse a los medios con el sexto, que cortó muchísimo en banderillas. El animal se volvía al revés y tiraba, además, un molesto gañafón al final del viaje. Todo ello, complicaba mucho la ligazón de los muletazos. Pese a ello, aprovechó el pitón izquierdo, de mejor condición, para pegarle naturales con gusto –también hubo enganchones– y de difícil ejecución por una muleta embarrada y muy pesada. Epilogó por manoletinas y de nuevo clavó en hueso por dos veces. Espada sin filo.

Por encima de la materia prima, como en los cinco anteriores. Valor sin premio. Una pena.