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Illescas

Alberto Aguilar, el adiós de un torero de toreros

El madrileño, que cortó una oreja como Chacón y Cristian Escribano, fue sacado a hombros tras cortarse la “coleta” en Illescas en una Corrida Total con “Victorinos” interesantes pero de medias tintas.

Alberto Aguilar en una imagen de archivo
Alberto Aguilar en una imagen de archivolarazon

El madrileño, que cortó una oreja como Chacón y Cristian Escribano, fue sacado a hombros tras cortarse la “coleta” en Illescas en una Corrida Total con “Victorinos” interesantes pero de medias tintas.

Ficha:

Illescas (Toledo). III edición de la Corrida Total. Toros de Victorino Martín, bien presentados, aunque desiguales. El 1º, humillador, pero sosote y de corto recorrido; el 2º, con disparo, exigente, repuso mucho, de menor recorrido por el izquierdo; el 3º, noblón y con transmisión, aunque pegajoso, no se salía de los vuelos; el 4º, de embestida informal; el 5º, a menos, le faltó celo en el último tercio; el 6º, exigente, midió mucho y lo quiso todo por abajo; el 7º, orientado por el derecho, no tuvo uno con la zurda; y el 8º, muy desentendido y sin entrega. Dos tercios de entrada. Incidencias: Se desmonteraron, Iván García, Rafael González, Alberto Zayas (2º y 6º); Carretero, Ignacio Martín (3º); Andrés Revuelta, Fernando Sánchez (4º y 8º); Iván García (6º) y Miguel Martín (8º).

Octavio Chacón, de celeste y oro, estocada trasera, dos descabellos (saludos); bajonazo (oreja).

Alberto Aguilar, de rosa y oro, pinchazo, pinchazo hondo, dos descabellos (saludos); pinchazo, estocada (oreja).

Cristian Escribano, de azul rey y oro, buena media (oreja); tres pinchazos, aviso, tres pinchazos más, dos descabellos (pitos).

Martín Escudero, de sangre de toro y oro, estocada baja, dos descabellos (silencio); tres pinchazos, aviso, otros dos pinchazos más, estocada desprendida (silencio).

Parte médico de Raúl Martí: “Herida por asta de toro en el tercio inferior interno del muslo izquierdo con trayectoria superficial de 5 centímetros y otra más en profundidad que dislacera la musculatura de la cara interna del muslo en un trayecto de 25 centímetros”. Pronóstico “menos grave”.

Sólo cortó una oreja, pero se despidió a hombros. De ley. Alberto Aguilar fue el gran protagonista de la tarde -más veraniega que otoñal- ya desde que fue obligado a saludar tras desmadejarse el paseíllo. El madrileño dijo adiós a los ruedos, con la gloria que su carrera -ninguneada bochornosamente por las empresas este último año- bien mereció. Lo hizo después de que su mujer y su hija le cortaran la coleta en Illescas. La salida al tercio más dura. Como escalar un Everest cada paso hasta las dos rayas. Luego, los propios profesionales lo izaron al cielo con Octavio Chacón -compañero de mil y una astifinas batallas en esa amnésica Francia que presumió de modelo pero careció de sensibilidad con el que tantas tardes vio triunfar-. Todo en una tercera edición de la Corrida Total en la que, además del bravo madrileño, el propio Chacón y Cristian Escribano también pasearon un trofeo de una “victorinada” interesante, con muchos matices y propicia para los toreros de plata -hasta once se desmonteraron-, pero que no enlotó ningún “Albaserrada” de triunfo claro. Martín Escudero, con el peor lote de la tarde, fue silenciado en ambos. La nota negativa fue la cornada, de pronóstico “menos grave de 25 centímetros”, que recibió el torero de plata Raúl Martí al banderillear al séptimo tras ser prendido de un certero “navajazo” a la altura de la rodilla izquierda.

Pese al “y comieron perdices” final, Aguilar no lo tuvo nada fácil, pues sorteó el lote más exigente de la tarde. Por ejemplo, un sexto, alto y largo, al que enjaretó un puñado de cadenciosas verónicas en el recibo de capa. Tomó dos puyazos el burel, que buscó los pechos en ambas ocasiones, y propició un tercio de banderillas memorables de Alberto Zayas e Iván García, que se dejó llegar mucho al toro en largo, dándole las ventajas, para pegarle dos pares asomándose al balcón y reunidos en una moneda. Luego, Aguilar entendió a la perfección la encastada condición del “Victorino”, que lo quería todo por abajo y no hizo concesiones en ninguna de sus embestidas. Rebañó perennemente en los de pecho. Lo mejor del trasteo llegó en varias tandas al natural, que remató con trincherillas y afarolados, con torería. Tras un pinchazo, persiguió con fe máxima la tizona para hundirla entera y atar el trofeo.

Previamente, con el segundo, vareado y cornidelantero, al que recibió, enfibrado, con una larga cambiada de cartel, dejó media docena de briosas verónicas en el saludo. Encastado, tuvo disparo el toro en los primeros tercios. Tardo, empujó con franqueza en varas y tuvo alegría en banderillas, donde se desmonteraron Rafael González y Alberto Zayas. Toda la lidia de Iván García, mayúscula. Aguilar comenzó citando en los mismos medios para torear en redondo y, allí mismo, corrió la mano en tandas limpias y profundas. Siempre echando los vuelos para coserle las embestidas. Acertó también ganándole un paso en todo momento. No era sencillo, porque el de Victorino exigió mucho, reponiendo siempre y rebañando al final de cada muletazo. Lástima de acero romo que le dejo sin un trofeo. Ovación.

El quinto salió con pies y apretando Pura dentro una barbaridad. Chacón, en lidiador, lo bordó toreando sobre los pies con torería. Excelsa la media. Empujó sobre un pitón en varas y echó la cara arriba en banderillas. Luego, en la muleta, tras un comienzo magistral con derechazos de rodilla genuflexa, al “Albaserrada” le faltó poder y celo, pero Chacón logró llegar al tendido a base de vistosos efectismos. La tizona cayó muy abajo, pero su efecto fulminante provocó que asomaran los pañuelos y el presidente la concediera.

Había roto plaza un toro serio, playero y muy abierto de cuerna, cornipaso, al que pegó un templado ramillete de verónicas Octavio Chacón. Muy despacio algunas. Encajado, la media, superior. Se dejó pegar en varas, aunque mostró que no le sobraba. Lo corroboró después en la muleta, donde Chacón -que brindó a Aguilar- trató de ayudarle a romper hacia delante, pero sucedió lo contrario, pese a humillar siempre, se fue quedando más y más corto. Sin recorrido, Chacón lo mostró por ambos pitones y tomó la espada. Estocada trasera y dos descabellos previos a una ovación con saludos.

Cristian Escribano paseó un trofeo del tercero, al que recibió a portagayola, para después dejar un vibrante manojo de verónicas, que calaron el tendido. Peleó de bravo, empujando fijo por abajo, el de la “A” coronada en las tres varas que tomó. Reverdeció más tarde sus laureles Carretero con las farpas, dos pares de cartel, para saludar junto a Ignacio Martín. Empezó Escribano por bajo con tres doblones al ralentí, en los que barrió el albero. A la hombrera contraria, el de pecho. Logró correr la mano por ambos pitones aprovechando la nobleza del toro y perdiéndole pasos porque, eso sí, no se salía de los vuelos nunca. Pegajoso. Enterró después medio acero en el sitio, que fue suficiente para pasear el trofeo. Menos claro lo vio con la espada en el séptimo, serio y astifino desde la mazorca, más cuajado, que hirió de un certero “pitonazo” a Raúl Martí en el primer par a la salida del embroque a la altura del muslo izquierdo. Pidió mando el cárdeno claro, orientado, en una labor monopolizada por el toreo en redondo, pues no tuvo ni uno por el

Izquierdo. No gustó que, tras reiterados pinchazos, recurriera al descabello y escuchó pitos.

Martín Escudero sorteó en cuarto lugar un “Victorino” alto y largo, aunque muy vareado, que se frenó en las telas de salida. Luego, tomó dos varas, empujando fijo, aunque a media altura. La última, desde la misma boca de riego. Notable tercio de Andrés Revuelta y Fernando Sánchez, ovacionados. Después, la faena de Martín Escudero tuvo la gran virtud del aplomo. Muy asentado y encajado girando con los riñones en cada muletazo para ligar los muletazos a un adversario de embestidas irregulares y al que faltó clase y humillación. Labor sin eco en el tendido que abrochó de estocada caída y dos golpes de verduguillo. Imposible lo tuvo con el octavo, orientado y muy desentendido en la muleta, al que, quizás, se equivocó dejando crudo con un solo puyazo. Soberbio tercio de banderillas de Miguel Martín y Fernando Sánchez. Ligarle después con la franela fue una quimera. Silencio en ambos.