Ferias taurinas
Combate nulo con «Victorinos» sin raza
El Cid, que perdió una oreja del quinto por la espada, y Luque se fueron de vacío en la séptima de la Feria de Abril
La Maestranza (Sevilla). Séptima de la Feria de Abril. Se lidiaron toros de Victorino Martín, muy bien presentados. Faltos de raza y deslucidos en su conjunto, llegaron sin clase a la muleta. El 5º se movió algo más. Casi lleno.
El Cid, de lila y oro, pinchazo, estocada, descabello (saludos); estocada (silencio); pinchazo, estocada (saludos).
Daniel Luque, de negro y oro, estocada casi entera, dos descabellos (silencio); estocada tendida, descabello (silencio); pinchazo, estocada, dos descabellos (silencio).
La tarde esperada del mano a mano con ganado de Victorino Martín quedó pronto en el olvido de los aficionados. Era, ayer, como un día soñado: el sol bendecía a esta tierra ya en feria, el viento –quizás como si intuyese algo– ni asomó por La Maestranza y el público, tan bondadoso como deseoso de ver a dos toreros locales frente a frente con una ganadería que alimenta bondades y maldades. Pero ayer en Sevilla apenas apareció la primera de ellas. Corrida desrazada, que sólo justificó la expectación en su espléndida presentación. Mano a mano imaginativo, que sólo existió en la mente de los que soñaron viendo tan atractivo cartel.
Manuel Jesús «El Cid» echó mano de oficio y de la experiencia acumulada con esta ganadería para sacar los momentos más lucidos que llevaba dentro el animal que rompió plaza. Un burel que humilló y se revolvía pronto, apenas se remataban las embestidas. Ante este problema, el diestro de Salteras optó por llevarlo muy tapado, sin que le tocara la muleta y dejándosela siempre puesta por delante. No era faena de exquisiteces, pero sí tuvo el sabor de poder paladear la madurez de un torero.
El segundo de su lote sólo le permitió andar fácil con la espada. Y así lo hizo el diestro que, en esta ocasión, acertó en esta suerte suprema que tantas orejas le ha negado a lo largo de su carrera. Buena la estocada final y meritorio lo que tuvo que tragar ante una res que no se entregó y a la que le faltó tanta raza como prolongadas embestidas. El Cid le retrasó la muleta en los cites para que, al menos, llegase al final del recorrido. Una solución que, lamentablemente para sus intereses, no luce de cara al público.
Curiosamente, ante el quinto sucedería todo lo contrario. Faena que pudo ser de oreja y que un inoportuno pinchazo previo a la estocada le cerró cualquier posibilidad. Este animal llegó a la muleta con mayor codicia, entre otras cosas, porque el diestro le echó los vuelos siempre por delante y le ayudó a embestir. Todo fue mérito suyo, pues en el capote apenas se empleó y hubo momentos en los que parecía quererse rajar. Con la pañosa fue distinto, hubo acople entre toro y torero. El Cid obsequió a sus seguidores con unas tandas en redondo tan templadas como cadenciosas. Lástima de esa espada roma.
A pesar de que se presentaba con sólo una corrida de Victorino Martín toreada en el zurrón de su carrera, Daniel Luque dejó claro ayer en Sevilla que conoce el comportamiento tan especial de este encaste y, sobre todo, cómo torearlos. El primero de su lote salió casi siempre distraído y sin emplearse, con matices de mansedumbre desde el principio. Cierto es también que no ofreció demasiada maldad. Porfió con estas características el torero de Gerena dejando la muleta delante de la cara del toro y manejando las adecuadas distancias. Así, ya en el ecuador de la faena, logró una tibia recompensa y consiguió al menos dos estimables tandas sobre la derecha.
Menos opciones tuvo el cárdeno claro que hizo cuarto. Tomó con codicia el capote, pero en el tramo final de su lidia se fue parando cada vez más. Faltó de nuevo la raza suficiente para venirse arriba y llegar al tendido. Luque le sacó buenas verónicas de recibo toreándolo muy despacio. Relajado. Meció el capote con gusto. Mientras duró, lo aprovechó. Otro cantar sería con la muleta: corto y sin humillar, a pesar de los intentos del torero con ambas manos por alargarle la acometida. No pudo ser.
Dispuesto estuvo también ante el toro que cerraba la corrida, ya con el respetable algo desencantado. Le buscó las vueltas y porfió lo suyo ante un astado que volvió a cantar su falta de raza y fondo. Estaba claro que ayer no era el día de los «Victorinos» en Sevilla. Algún muletazo, alguna tanda, templando y queriendo hacer las cosas bien, pero todo mermado por la falta de chispa y emoción que salió de toriles. La de Victorino Martín decepcionó.
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