Toros

Albacete

Dámaso siempre

Albacete recordó a su torero con un brillante festival en el que Perera salió a hombros junto a un esperanzador José Fernando Molina

Imagen de archivo de Dámaso González
Imagen de archivo de Dámaso Gonzálezlarazon

Novillos de Samuel Flores, Daniel Ruiz, Niño de la Capea, José Vázquez, El Torero y Encinagrande y un eral de Sonia González, de buen juego en conjunto y destacando los ejemplares de Capea y Sonia González.

Enrique Ponce, ovación con aviso.

El Juli, ovación.

Miguel Ángel Perera, dos orejas tras aviso.

Cayetano, oreja.

Paco Ureña, oreja con aviso.

Rubén Pinar, ovación.

José Fernando Molina, dos orejas y rabo.

De las cuadrillas destacó Agustín Moreno al picar al sexto.

Albacete sigue recordando, y nunca dejará de hacerlo, a Dámaso González. A Damaso, así, sin tilde, como le llamaba el paisanaje, el torero que más ha hecho por su tierra y a quien tras el acto institucional celebrado a mediodía, frente a la estatua que le inmortalizar junto a la plaza, se le dedicó la vigésimonovena edición del festival a beneficio del Cotolengo, la institución de las Hermanas del Sagrado Corazón y que tan gran labor realiza en esta ciudad.

Un festival, cuyo cartel casi logró llenar la plaza, que comenzó con un minuto de silencio y el reconocimiento y cariño de la afición a su torero en las personas de sus hijos y nieto.

Miguel Ángel Perera se convirtió en el gran triunfador de la tarde al apurar al incansable tercero, un utrero de Niño de la Capea para el que hasta se pidió el indulto.

Una oreja paseó Cayetano, que puso a la gente en pie con las tres largas de rodillas con que recibió al cuarto, al que toreó luego con temple gusto y mató de una fenomenal estocada.

Otra oreja se llevó Ureña tras dominar a un encastado novillo con el que se arrimó como si le fuese en ello la temporada.

Enrique Ponce perdió la oreja del manso y complicado primero al fallar con la espada tras una faena paciente en la que sometió totalmente a su oponente.

El Juli anduvo sobrado y muy por encima de un novillo de Daniel Ruiz al que le faltó fuerza y que no acabó de romper.

Rubén Pinar se las vio con un ejemplar de Encinagrande amplio y con peligro, muy pendiente siempre del torero que estuvo solvente y muy valiente.

Y causó sensación el joven José Fernando Molina, alumno de la escuela taurina local, que firmó una actuación tan convincente como rotunda, demostrando disposición, maneras, temple, cabeza y repertorio, llegando con facilidad al tendido y dando a la afición local la esperanza de continuar el camino emprendido por el inolvidable Dámaso medio siglo atrás. Cortó un rabo y deja las expectativas muy altas...