Valencia
Dramática cogida de Ponce y triunfo de El Juli y Duque
El valenciano sufre rotura de clavícula y una cornada de 25 centímetros en la axila derecha
Valencia. Undécima de la Feria de Fallas. Se lidiaron toros de Victoriano del Río, correctos de presentación. El 1º, deslucido, orientado y al paso; el 2º, de buen juego, profundidad en la arrancada; el 3º, protestón y de mala clase; el 4º, de buen juego, noble y con entrega; el 5º, gran toro, bravo, con transmisión y encastado, premiado con la vuelta al ruedo; y el 6º, deslucido y descastado.Casi lleno.
Enrique Ponce, de celeste y oro, estocada, herido al entrar a matar (dos orejas). El Juli, de berenjena y oro, estocada trasera, dos descabellos (saludos); pinchazo, estocada punto trasera, aviso (oreja); media, dos descabellos (oreja). Jesús Duque, que tomó la alternativa, de tabaco y oro, media (saludos); estocada (dos orejas).
Parte médico de Enrique Ponce: «Herida por asta de toro en la axila derecha ascendente de 25 cm. que alcanza espacio subclavicular, diseca completamente el pectoral y provoca hematoma perivascular y perinervioso; fractura de clavícula izquierda». Pronóstico «menos grave».
Apenas pasaban las seis de la tarde, minutos tal vez, cuando la reluciente chaquetilla azul celeste y oro colgaba sobre un burladero de la plaza de toros de Valencia. Sola. Nos habíamos quedado mudos, acongojados. La cogida que había sufrido Enrique Ponce era de las que cortan el aliento en seco. Primero le levantó de la ingle y ya en el suelo le prendió por la chaqueta, por la axila, tan violento, tan brutal, que el corazón se aceleró al verlo por no pararse en seco. Demolido se quedó Enrique en el suelo, fueron segundos, claro, pero ahí cabe una eternidad. Se levantó después, caminó. Parecía que se había obrado el milagro y que ese segundo toro de la tarde había librado en falso la batalla. Pero desde arriba, desde el tendido, todo es una aventurada apuesta. Algo pasaba en el ruedo y los propios banderilleros tuvieron que coger en volandas al matador para llevarlo a la enfermería. Mientras todo ocurría estaba el toro de Victoriano del Río moribundo, en ese encuentro fatal en el que Ponce había resultado prendido, hundió el acero el valenciano a su vez. Antes de darse por vencido Ponce, antes de entrar en el túnel de la enfermería, volvió a ponerse en pie, se deshizo de la chaquetilla, aquella que quedó colgada después, y pudimos ver que el milagro, que se había obrado porque el torero estaba vivo, lo había pagado con sangre. Empapada la axila, teñía la camisa con amplitud... Enrique en vez de tirar para dentro, se fue a los medios, cogió la montera y señaló al cielo, justo donde había brindado el toro (suponemos que a su abuelo Leandro). Era su historia íntima y nos hizo cómplices de alguna manera. Luego, pasado el tiempo, nos llegarían las noticias, la rotura de la clavícula, y los 25 centímetros que, gracias a Dios, el toro encontró en la axila derecha, lejos del corazón. El ambiente quedó gélido. Ponce se había esmerado en la faena a un toro que tomaba el engaño por abajo y que había que mandarlo pero respondía. Minucias nos parecía todo después. Dos trofeos le llegarían a la enfermería. ¿Compensará?
El Juli tuvo muy claro que saldría por la puerta grande sí o sí. No había alternativa posible. Lo peleó ya con un tercero que protestaba, y más en la distancia corta, pero no pudo ser. Y no pasó por alto las opciones del cuarto, que fue toro agradecido a su poder. Lo rompió hacia adelante siempre, en línea, muy poderoso. Y con esa capacidad técnica que tiene resolvió la ecuación del toro con facilidad y paseó una oreja. El sexto iba con lo justo, descastado... No importó. Forzó la máquina e hilvanó las arrancadas al paso del toro hasta convencer al público y sumar el trofeo que le quedaba para salir por la Puerta Grande.
Jesús Duque tomó la alternativa con un toro a contraestilo, que iba al paso y orientado. Pero en quinto lugar «Cantaor», premiado con la vuelta al ruedo, fue animal bravo, repetidor, encastado y exigente. No era fácil pero sí un toro de nota alta. Duque mantuvo la tranquilidad, se le vio a gusto, disfrutar, era el día esperado, el de su alternativa, no se amilanó ni dio el paso atrás. Alargó el trasteo porque el público cantaba las bondades del toro, pero al final se perfiló con la espada, acertó y se abrió la puerta grande. Éxito asegurado. También vivió la crudeza del toro de bien cerca y supo reponerse.
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