Córdoba
El Juli, cerebro de triunfador
El madrileño salió a hombros en Pamplona al sumar dos trofeos
Pamplona. Sexta de la Feria de San Fermín. Se lidiaron toros de Domingo Hernández y Garcigrande (2º y 3º), bien presentados. El 2º, de escaso poder; el 3º, complicado y falto de entrega; el 4º, buen toro; el 5º, toro noble y manejable; y el 6º, noble e irregular. Lleno en los tendidos.
Finito de Córdoba, de burdeos y plata, pinchazo, media, dos descabellos (pitos); pinchazo, estocada, dos avisos, diez descabellos (silencio). El Juli, de gris plomo y oro, estocada trasera (oreja); pinchazo, estocada trasera, aviso (oreja). Alejandro Talavante, de azul pavo y oro, estocada contraria (oreja); tres pinchazos, metisaca, estocada (silencio).
En el toreo en ocasiones suceden muchas más cosas de las que se ven. En el toreo y en la vida. Por eso ayer Alejandro Talavante venía a Pamplona con una responsabilidad multiplicada. Invisible. Indivisible. Una presión que va más allá de la inmensidad del toro y que muere en el entramado taurino, en los hilos que mueven el toreo para que de pronto se hagan las ferias y no esté. Con el boicot que se le está haciendo este año, qué duro es el camino de la independencia, bendita libertad, cada vez son menos los sitios en los que está anunciado Alejandro Talavante. De ahí que este año sí actuara en San Fermín, y en alguna ocasión no. No quiso, también hay que decirlo. Lo cierto es que esa motivación extra se le notó en la hora clave de su primer toro, tercero de la tarde. Un Garcigrande complicado, con motor y que al tercer viaje por el pitón zurdo metía un derrote por dentro. Avisó la primera vez y a la segunda le cogió al torero extremeño. La faena no perdió la cuenta, al contrario, sumó y sumó sin volver la cara, plantando faena, resolviendo el enigma del animal y volviendo a ese pitón izquierdo que no le había perdonado y por donde no quiso clemencia el toro. Se volcó con la espada y hasta se le fue un punto contraria, iba con todo y paseó un trofeo. Con el sexto no tuvieron las cosas tan claras, ni el toro ni Talavante. A la faena le faltó hilo conductor y al animal clase y regularidad.
A hombros se fue El Juli. Y se lo mereció. Dos trofeos sumó, que nada tenían que ver uno con otro e incluso descabalaban las cuentas. Si la faena del primero fue resuelta a un toro justo de poder y noble; la del quinto tuvo mucho de capacidad técnica para meter a ese medio toro, que iba por allí con nobleza (por el derecho) pero sin demasiada entrega, con escaso poder, y montarle de pronto faena y poner a Pamplona de acuerdo. Y de verdad. La faena tuvo mérito. Sumó en la técnica y le valió para convencer al de Domingo Hernández y a los pamploneses. Se valoraron igual las dos faenas. Opuestas en el fondo, la forma y la intensidad con la que se vivieron en la plaza.
Visto y no visto fue el trasteo de Finito al primero, que en realidad no sé cómo fue. Sí el cuarto, que a pesar del duro castigo de varas, se empleó en el engaño por abajo, con nobleza, poder y entrega. Fino dejó detalles, destellos brillantes, algunos muletazos de cartel y un descabello sin tino que hizo padecer. El debut de Garcigrande se quedó chico, pero a El Juli le valió parar irse a hombros entre la marea blanca sanferminera. Una lectura de fondo, ya se sabe que El Juli tiene cerebro de triunfador y ambición para un escalafón entero, por eso se mantiene ahí, pero más allá de lo que ocurriera ayer, a Talavante se le quiere ver. Entresijos e intereses aparte.
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