Ferias taurinas
El Juli y Perera libran una batalla vibrante
Padilla también corta una oreja en Olivenza ante un buen lote de Garcigrande y Domingo Hernández
- Olivenza (Badajoz). Primera de la Feria del Toro. Se lidiaron toros de Garcigrande y Domingo Hernández (1º, 5º y 6º), buenos en líneas generales, aunque escasos de fuerzas. Destacó por su calidad, el 4º; se dejaron por los dos pitones, el 2º y el 6º. Los más difíciles, 3º y 5º. Lleno en los tendidos.
- Juan José Padilla, de obispo y oro, estocada trasera (silencio tras leve petición); estocada caída (oreja).
- El Juli, de grana y oro, estocada trasera (dos orejas); tres pinchazos, estocada (silencio).
- Miguel Ángel Perera, de grana y oro, estocada (silencio); estocada (dos orejas).
- En el tercero, saludaron los banderilleros Joselito Gutiérrez y Guillermo Barbero.
El Juli ha comenzado la temporada pletórico de afición, de entrega, poderío, temple y ambición. Como si no hubiera existido ni accidente de tráfico, ni fractura del radio izquierdo. Sin secuela alguna en su regreso. No desaprovechó ninguna oportunidad en su lote y ofreció un recital con la capa. Saludó al primero con un ramillete de verónicas templadas con unas muñecas de cristal de Bohemia. Fue intercalando el toreo a pies juntos con verónicas invertidas y medias de cartel de toros. Al quinto le ejecutó un quite inverosímil por lopecinas, tan ceñido y arriesgado que la respiración casi nos produce un espasmo.
Su faena al segundo de la tarde, que brindó al cantante Manolo García, arrancó con pases cambiados por la espalda, cuyo remate fue un monumental pase del desprecio. Acertó en las distancias, en el terreno y en el «tempo» de la faena. Y al final, el burel de Garcigrande acabó entregado, humillado y repetidor. Se obró el milagro y las tandas con la diestra rebosaron profundidad y mando. Quizá sobró un tanto de brusquedad en los toques porque el toro se había entregado mediada la faena. Con la zurda, le puso tesón y mucha paciencia. Los naturales brotaron casi por ensalmo. Uno a uno, pausados, rítmicos y acompasados. Faena redonda que fue adornada con trincherazos ligados a pases por alto sin moverse. El toreo del parón en su mejor versión. El broche final estuvo protagonizado por unas bernadinas de infarto. Con el quinto planteó un trasteo serio, pero el de Domingo Hernández no humillaba, derrotaba al final de la embestida y no terminaba el muletazo. Julián se mostró pulcro y lo intentó por ambos pitones. Sobre todo por el derecho. Se la dejó en la cara intentando alargar la embestida y entre las protestas del toro arrancó algún derechazo de buen trazo.
Miguel Ángel Perera demostró en su tierra que ha aprovechado el invierno para depurar el temple, los toques y la colocación. Toda la tarde se preocupó de embarcar sin violencia las embestidas y conducirlas con delicadeza hasta detrás de la cadera. Es verdad que no tuvo opciones en el tercero, con el que lo intentó con ahínco hasta conseguir recetar algún natural de cadencia minuciosa en el que las muñecas fueron las responsables de la difícil facilidad. El toro se fue deslizando casi por casualidad y varias veces. No hubo ligazón, pero sí técnica de la mejor escuela. Al sexto lo cuajó de principio a fin. Gran toro y muy buen toreo. Escultóricos los pases cambiados por la espalda que fueron el pórtico de un fandango con el que se inspiró el espada extremeño. Así esculpió dos tandas diestras largas, hondas y mandonas. El cuatreño tenía la tendencia a salirse suelto pero Miguel Ángel tuvo la virtud de dejarle la pañosa en el hocico y empaparlo en los vuelos para seducirlo con su temple y buen compás. No hubo el mismo acople por el izquierdo, pitón por el que el toro se abría demasiado y la conjunción se antojaba imposible. Con su oponente entregado avasalló con el toreo de cercanías. Le hizo de todo: pases en redondo, cambiados, capeínas, desplantes... Y todo en un palmo de terreno.
Regresaba Padilla al lugar al que hace un año le mostró las fuerzas de vivir. Sigue siendo el ejemplo viviente del querer es poder, de que no hay imposibles en la vida, de que la afición es una bendición del cielo que mueve las montañas más rocosas. Disfrutó del mejor lote de la manejable corrida. El torero de Jerez mostró con toda sinceridad su amplio repertorio. Hubo largas cambiadas al cuarto, chicuelinas, pases a pie juntos y verónicas un tanto aceleradas. Destacó un par al violín al precioso primero y su vibrante comienzo de faena al cuarto. Se hincó de rodillas en el centro y citó al toro, que se encontraba en los tercios. La tanda de hinojos fue larga, arrebatada, palpitante y rebosante de emoción. Brotaron algunos derechazos limpios con otros más enganchados, pero la faena gozó del favor del público. Su triunfo menor sirvió para decirnos que sigue en la lucha que más le gusta.
Padilla, 365 días después
Juan José Padilla cerró el círculo. En Olivenza volvió a los ruedos hace justo un año y al coso pacense regresó ayer para cortar una oreja y rozar la puerta grande. Por el camino, entre ambos paseíllos, amén de varias operaciones para continuar su recuperación, más de 70 corridas de toros entre Europa y América, que también ha visto ondear este invierno la bandera pirata del Ciclón de Jerez. Casta torera, superación sin límites.
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