Toros

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El mérito de salir a pie, pero con la cabeza bien alta en la de Miura

Escribano cerró las Corridas Generales cortando una oreja del último buen Miura; mientras que Octavio Chacón dio una vuelta al ruedo y Chaves dejó una buena labor

Manuel Escribano cortó la última oreja de las Corridas Generales de Bilbao/Efe
Manuel Escribano cortó la última oreja de las Corridas Generales de Bilbao/Efelarazon

Escribano cerró las Corridas Generales cortando una oreja del último buen Miura; mientras que Octavio Chacón dio una vuelta al ruedo y Chaves dejó una buena labor

A la contra de lo previsto empezó la tarde. Con la de Miura, que ya el nombre impone y más las dimensiones de sus toros que te transportan a otra época incluso a otro mundo. Al de los infiernos le debió parecer a Octavio Chacón cuando se dispuso a entrar a matar al segundo y el animal en vez de acudir al engaño se fue a por el acero y a por la hombrera del torero, parecía imposible traspasar esa frontera de fuego, la que marcaban sus gigantones pitones con los que se entretuvo en marcar en el cuello. Pero no había comenzado así la tarde. Lo hizo con un toro franco, noble y bueno de Miura que recibió un puyazo soberbio de Javier González. Premonitorio. Bien en el caballo y bien en el engaño de López Chaves, que regresaba a Vista Alegre doce años después. El torero disfrutó las embestidas del toro, con relajo y parsimonia y no dudó en enseñarlo, se dilató después con la espada y se difuminaron los resultados. Volvió al estado original con un cuarto que pasaba los 600 kilos, un tren de mercancías, abierto de pitones y al que no es que le costara pasar en la muleta, sino que no llegaba a hacerlo. Al paso, orientando y pensándoselo mucho. En cambio, lo consintió y fue agradecido, porque el Miura tragó en los muletazos con más franqueza de la inicial por el derecho y se mantuvo más rácano al natural.

El segundo, que era de Chacón, no viajaba tan largo ni tan claro. Iba y venía, pero no tardó mucho en quedarse corto. Octavio lo vio de manera fulminante e hizo una faena más a la defensiva. Fue tremendo cómo se le fue al pecho a la hora de entrar a matar. Habilidoso el torero para meterle la mano después. Al segundo envite. Un estocadón fue lo que logró con el quinto, con el que mantuvo un silencioso duelo. El toro marcó su condición desde el principio, quedándose cortito y queriendo viajar menos de lo que le obligaba el torero. De ahí el mérito de Chacón, que logró más por el diestro porque al natural tenía más claras sus intenciones y fue toro agradecido. El presidente no concedió premio.

Manuel Escribano volvió a ponerse en la puerta de toriles como si el toro que iba a salir no fuera de Miura y tampoco estuviera en la plaza de Bilbao. Limpia le salió la larga y explosivo el tercio de banderillas. No tuvo grandes alegrías después el animal, tan desigual como informal la embestida y con pocos mimbres para elevar la faena más allá del ruedo. Nos mantuvo en vilo después. A portagayola, eterna, en una larga cambiada, en un tercio de banderillas, de entrega absoluta y a la hora de la verdad. Fue toro bueno. Ley compensatoria, y lo disfrutó. Y la gente. La estocada le dio la vía directa al trofeo. Y con él se fue. El último de las Corridas Generales. A pie abandonaron los tres la plaza. Dejaban atrás toda una lección de pundonor y saber estar y con la sensación de que no les había llegado el agua al cuello en ningún momento. Ni con Miura.

Bilbao. Novena y última de las Corridas Generales. Se lidiaron toros de la ganadería de Miura, muy bien presentados. 1º, franco y bueno; 2º, de corta arrancada; 3º, desigual e informal; 4º, al paso, corto por el izquierdo va y viene por el derecho; 5º, de corto recorrido pero agradecido; 6º, bueno. Menos de media entrada.

López Chaves, de grana y oro, estocada corta, descabello (saludos); dos pinchazos, estocada (saludos).

Octavio Chacón, de verde manzana y oro, pinchazo, estocada (silencio); estocada (vuelta).

Manuel Escribano, de grana y oro, estocada (saludos); buena estocada (oreja).