Feria de Málaga
El sueño recurrente de Gonzalo Caballero
Nuevo aldabonazo del novillero madrileño que corta una oreja y muestra su versión más cuajada en Las Ventas
En la plaza de toros de Las Ventas (Madrid). Se lidiaron novillos de La Guadamilla, correctos de presentación. El 1º, manejable pero a menos; el 2º, muy noble y con bondad; el 3º, manejable; el 4º, humillador pero venido a menos; el 5º, muy soso y sin trasmisión; y el 6º, noble y repetidor. Un cuarto de entrada.
Juan Miguel Benito, de blanco y plata, estocada desprendida, aviso, tres descabellos (silencio); dos pinchazos, estocada (silencio). Gonzalo Caballero, de celeste y oro, estocada delantera (oreja); estocada atravesada, descabello (saludos). Miguel Ángel León, de blanco y oro, dos pinchazos, media, descabello (silencio); pinchazo, estocada desprendida (silencio).
Como el mejor de esos sueños recurrentes que no dejan de perseguirnos sin arribar a buen puerto, Gonzalo Caballero se encontró de nuevo en el mismo punto del camino. En mitad de la vereda. A un paso de la gloria. El quicio de la Puerta Grande, entre abierta. Una oreja en el esportón. El umbral de los sueños al alcance de la yema de los dedos. La moneda al aire en el quinto. El bravo madrileño, todo actitud, se la jugó y volvió a salir cruz. Esta vez no hubo cornada, ni la tizona se quedó roma en el peor instante, tampoco apareció un presidente intransigente... Pero la sosería de «Novicio» fue el peor de los suplicios. El colorado no tuvo maldad, pero tampoco transmisión y cada vez más corto no le alcanzó ni para un arrimón marca de la casa.
Hiel para la miel saboreada con el segundo, utrero muy noble y con enorme bondad de La Guadamilla. Ahí, Caballero demostró que es un novillero cuajado. Hecho. Que pide a gritos el toro. Esta vez no hizo falta el contundente valor seco de otras tardes. El madrileño mostró su versión más reposada. La de mayor gusto. Disfrutó toreando sobre ambos pitones con enorme ligazón y hondura. Muletazos profundos, algunos derechazos de figura desmayada y con el temple como argumento en los naturales. Lo mejor, los pases de pecho. Larguísimos. De cabeza a rabo y siempre terminando el muletazo en la hombrera contraria. Fantástica expresión que atrajo pronta la conexión con el público. Los repitió en el epílogo del trasteo intercalando varios pases del desprecio. Muy torero todo. Dejó una estocada algo delantera y aseguró una oreja de ley. Justísima. Lástima de ese bobalicón «Novicio».
Juan Miguel Benito rompió plaza con un colorado que propició el primer pique de la tarde en quites. El propio Benito y Caballero, por gaoneras. Luego, el utrero se aplomó y acusó su ausencia de raza en un trasteo en el que Juan Miguel toreó con cadenciosa despaciosidad a pesar de lo descastado de su oponente. Destacó una, más en corto, de derechazos. Lástima que no hubiera continuidad.
Con el cuarto, el madrileño dejó un puñado de naturales excelentes al comienzo de la faena. Fueron cinco, tal vez seis, muy buenos. Largos y profundos. Luego, el novillo, que hasta entonces había humillado con clase por abajo, se vino debajo de manera espectacular y se paró muchísimo. El novillero acortó las distancias y se pasó los pitones muy cerca de los muslos. Sin embargo, fue al entrar a matar, en el tercer embroque, cuando salió herido. Un derrote seco que le dejó literalmente cojo sobre el ruedo tras enterrar la espada al completo. Un fuerte traumatismo en el abductor. Pese a ello, resistió sobre el ruedo hasta rodar el utrero y pasar a la enfermería por su propio pie entre evidentes gestos de dolor.
Con muchos pies, salió el abanto tercero. Miguel Ángel León lo intentó y demostró variedad con el capote, como toda su tarde, pero en la muleta. Ahogó demasiado al animal al acortar la distancia y se fue amontonando cada vez más con el paso de las series. Al sexto lo toreó también algo acelerado y el concepto tampoco fue el más ortodoxo, más bien desgarbado, pero sí conectó algo más con el tendido. No obstante, el trasteo tampoco llegó nunca a tomar vuelo. Indiferente, de nuevo fue silenciado.
En las antípodas de Gonzalo Caballero. Volvió a dar la cara en Madrid. Una vez más. Futuro matador de toros que, ahora mismo, ya es todo un torero. De los buenos.
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