Toros

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Ginés Marín: «Ni pienso, ni estoy preparado para morir en una plaza»

Ginés Marín
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La felicidad en persona. Con tan sólo 20 años ha conseguido coronarse como el triunfador del pasado San Isidro. Se ha convertido en el primer «rey» de una nueva generación. Llegó a Las Ventas para confirmar la alternativa y se consagró, además, como el torero revelación. Dos orejas consiguió tras obrar la mejor faena que la Puerta Grande valió. Y otra más hubiese sumado a su esportón de no haber fallado a espadas en la extraordinaria de La Cultura.

–¿Qué siente uno tocando el cielo de Madrid con sus dedos?

–Son momentos de gran intensidad y emoción. Es difícil de asimilar en tan poco espacio de tiempo algo tan grande. Intentas disfrutar ese momento, sabes que has conseguido algo muy importante, pero hasta que no pasan unos días no valoras lo que realmente ha pasado ese día.

–¿Es la felicidad absoluta?

–Sí. Por supuesto. Es una felicidad plena. Cuando uno decide ser torero con lo más alto que sueña es con poder salir a hombros de Madrid y que todo el mundo aclame tu triunfo con unanimidad. Y así sucedió y con esa felicidad lo viví.

–¿Le ha cambiado la vida?

–Totalmente. Madrid y el toreo son tan grandes que pueden cambiártela en 10 minutos. Pero me quedan tantos años de trayectoria por delante que tengo que seguir demostrando todos los días lo que soy y lo que quiero ser. Este triunfo solo sirve para tomar el primer impulso.

–¿En qué le ha cambiado?

–Más que en el número de contratos, que también, en la perspectiva que tenía de la grandeza del toreo. En conocer lo grande que puede ser el triunfo y la felicidad que puedes llegar a sentir con él.

–¿Ha visto la faena de la puerta grande en televisión?

–Sí. Y varias veces. Aunque no me gusta verlas porque las sensaciones cambian de cómo las has vivido en la plaza. Pero ésta, cada vez que la veo, me pone los vellos de punta.

–¿Es su faena soñada?

–Lo fue. Sí. Siempre se puede mejorar, claro. Pero conseguir esa faena tan rotunda en un día tan clave como es el de la confirmación en Madrid...

–¿Cuándo se da cuenta de que ha puesto Madrid boca abajo?

–Durante toda la tarde tuve muy buenas sensaciones, me sentí con bastante soltura en la plaza. Pero cuando salió mi segundo toro, «Barberillo», y le vi las buenas cualidades que tenía para aguantar la exigencia de mi muleta, desde el principió fui a por todas, sin probaturas, y desde el comienzo Madrid se entregó.

–No fue larga pero sí muy intensa.

–Fueron cinco tandas de una intensidad y un calado en el tendido extraordinario, y eso es el toreo, emoción. Además, soy de los que piensa que lo bueno cuando es breve, es dos veces bueno. Y creo que el corto tiempo que estuve delante del toro fue realmente especial y la gente así me lo transmitió.

–Como triunfador se ganó el puesto vacante en la Corrida de la Cultura y pudo ratificar el triunfo.

–Esa otra faena fue más bonita que la de las dos orejas, más reposada, y en el ruedo me encontré con más torería y toreé con mayor despaciosidad. Fue muy importante también.

–Pero la espada esta vez no entró.

–Fue una pena porque hubiese sido otro triunfo rotundo y me habría ayudado mucho más, pero lo que se vio en la plaza ahí queda. Todo pasa muy rápido en ese momento. Yo entré a matar como siempre. Como mandan los cánones.

–¿Le daba miedo defraudar a Madrid esa tercera tarde?

–No. No tenía miedo. Tenía mucha confianza y sabía que a poco que me ayudase un toro iban a pasar cosas importantes y así sucedió. Iba con la moral muy alta.

–¿Suenan diferente a otra plaza los «olés» de Madrid?

–Suenan impresionantes. Cuando Madrid se entrega es descomunal. Es como un león que ruge dentro de ti y te hace sentir el toreo de una forma especial. Te vienes arriba en cuestión de segundos. Son momentos de mucha emoción.

–¿Se ha quedado con la cabeza de «Barberito»?

–Sí, me la he quedado. Y la del toro de la confirmación también. Luego la del de la Cultura se la ha quedado mi padre.

–¿Y con el traje que ha hecho?

–Está guardado. Ni lo he mandado a arreglar ni a lavar. Está en una vitrina tal cual me lo quité. Ahí quedará para el recuerdo.

–¿Qué viene ahora después de Madrid?

–La intensidad de la temporada sigue e incluso crece. Vienen compromisos muy importantes y de gran responsabilidad en los que hay que seguir demostrando lo que quiero ser: figura del toreo.

–¿Se ve cada vez más cerca de llegar a serlo?

–En esta profesión hay que ir paso a paso. Lo de Madrid ha sido el primer peldaño y todavía me quedan muchos por subir, aunque cada vez veo ese objetivo más cerca.

–¿Cuál es la clave?

–Ser fiel a uno mismo y tener constancia.

–¿Tiene miedo a que el aficionado le exija cada vez más?

–Exigirá lo que ha visto que soy capaz de dar de mí. Y pienso que es positivo que el aficionado te exija, porque si es así, es porque éste espera algo de ti.

–Su padre le acompaña como picador, ¿qué le dijo cuando en la vuelta al ruedo paseando las dos orejas le lanzó el castoreño?

–Creo que no me dijo nada. Con la mirada y el abrazo nos lo dijimos todo. Y más después de tanto sacrificio que hemos pasado.

–¿Le suele dar consejos?

–Algunas veces sí, aunque prefiere mantenerse al margen y yo también lo prefiero. Es mi padre, pero cuando salimos a la plaza cada uno sabemos lo que tenemos que hacer en cada momento.

–¿Cuesta más enfundarse en el traje de luces después de la tragedia de Iván Fandiño?

–La vida sigue y cada cual tenemos que resolver la nuestra, pero sí, cuesta. Y mucho.

–¿Uno está mentalizado de que puede llegar ese momento?

–Los toreros decimos que sí, pero yo creo que no. La tragedia viene en casos puntuales y los toreros no pensamos en ella, porque si no, no seríamos capaces de ponernos delante del toro. Yo, por lo menos, no estoy preparado ni pienso en morir en una plaza.

–¿Cuál es su objetivo profesional a corto plazo?

–Seguir creciendo cada día y que vayan llegando triunfos importantes. Al final es lo que a uno le da crédito para llegar a lo más alto y es lo que buscamos cada día.