Feria de San Isidro

Juan Miguel, trofeo de pundonor y susto

El novillero cortó una oreja del cuarto después de una fea cogida en la novillada de San Isidro

El novillero Juan Miguel volteado por el segundo de su lote
El novillero Juan Miguel volteado por el segundo de su lotelarazon

El novillero cortó una oreja del cuarto después de una fea cogida en la novillada de San Isidro.

Las Ventas (Madrid). Vigésima tercera de San Isidro. Se lidiaron novillos de Flor de Jara, bien presentados en general. 1º, muy noble y de mucha calidad; 2º, de media arrancada y deslucido; 3º, sobrero de Dolores Rufino, manso, derrotón y a menos; 4º, de mala condición, peligroso; 5º, de corta arrancada y orientado; 6º, de buen pitón derecho pero a menos. Más de media entrada.

Juan Miguel, de malva y oro, dos pinchazos, pinchazo hondo, dos descabellos (silencio); estocada (oreja).

Alejandro Marcos, de verde manzana y oro, tres pinchazos, estocada (silencio); media, tres descabellos (silencio).

Ángel Sánchez, de rosa y oro, estocada buena (saludos); tres pinchazos, estocada corta (silencio).

► Parte Médico: "Puntazo corrido en rodilla derecha, con hematoma encapsulado que se drena parcialmente. Contusión cervical, pendiente de estudio radiológico. Se traslada al hospital San Francisco de Asís con cargo a la Fraternidad. Pronóstico reservado que le impide continuar la lidia. Firmado: Dr. García Padrós".

El fútbol hizo estragos. Se notaba en el ambiente. La Puerta de Arrastre era la sombra de la de otros días. También de novilladas. No crean. Pero la feria va pesando y la final futbolera era una losa. Eso no impidió que Juan Miguel se fuera a la puerta de toriles, eso creímos, y antes de llegar se quedara mirando de frente, qué oscuridad más tremebunda se debe adivinar ahí, y esperara al primer novillo de Flor de Jara por tafalleras, el capotillo, que debe encogerse mientras viene derecha la fiera, por alto mientras mantuvo bien agarrados los pies al piso. Todo lo contrario a lo que dictaría el corazón de un cuerdo. Pero el infinito desafío de la incertidumbre navega en esos desamparos. Ahí abajo, ahí solo. Tú solo. Se plantó ante las primeras arrancadas de “Balconero” en el centro del ruedo y al natural. Fue pronto al engaño, y qué manera de descolgar tenía el novillo, dulces arrancadas, templadas, con un ritmo de toro mexicano. Juan Miguel intentó aprovechar el contenido con los verdores lógicos de estos tiempos difíciles y la espada se le puso a la contra. Como el cuarto después, salía despistado el toro, desentendido, mirando al tendido, más interesado de lo que pasaba aquí arriba que sobre la arena, pero mentirosillo, porque si podía rebañar carne torera mientras tanto lo hacía. Y de hecho lo hizo en un ejercicio de acrobacia que rozaba lo inverosímil. Le derribó al novillero, casi le destruyó y desde la arena le volvió a poner en pie. Íntegro el corazón volvió a plantar cara al novillo y la gente ya rendida a él. Esta vez la espada entró y le dieron una oreja. Protestada. Si hay que discutir una oreja, que no sea la de un novillero y menos por jugarse los muslos.

Alejandro Marcos no tuvo mucha opción con un segundo de media arrancada que le costaba pasar. Se justificó, tiró de valor e hizo todo lo que estuvo en su mano. Orientado y de corta arrancada fue el quinto. Raza sacó Marcos y voluntad.

El tercero volvió a corrales y le sustituyó uno de Dolores Rufino que bien podría haber subido al podium por manso en los primeros tercios. Llegó al último derrotón y a menos. Se le ensuciaba la faena a Ángel Sánchez, que volvía a Madrid después de la faena pre San Isidro en la que conquistó sin espada. Esta vez el acero fluyó, le faltó oponente.

Iván García, su banderillero, descubrió al sexto en un lance poniendo al toro en suerte en el caballo. Se desmonteraría después en la lidia junto a Monge y Tito. Buena cuadrilla. Esperaba el novillo, le costaba ir, así lo había hecho antes, pero tomaba el engaño después por abajo, despacio, sin regalarlo... Duró poco la codicia del toro, desarrolló al natural, descendíamos de la ensoñación que montamos en la cabeza a la realidad y a la vez, ocurrió todo a la vez, se rajó el toro. No había sido posible el sueño dorado que dejó incompleto en esta misma plaza, en este mismo ruedo días atrás. Esperaba el fútbol.