Toros

Madrid

Justicia divina a la grandeza infinita de Mora

El torero sale a hombros tras cortar dos orejas a "Malagueño", premiado con la vuelta al ruedo, en su regreso a Las Ventas dos años después de la gravísima cornada

El diestro David Mora sale por la puerta grande tras cortar dos orejas durante la décima novena de la feria de San Isidro, hoy en la Monumental de Las Ventas
El diestro David Mora sale por la puerta grande tras cortar dos orejas durante la décima novena de la feria de San Isidro, hoy en la Monumental de Las Ventaslarazon

El torero sale a hombros tras cortar dos orejas a "Malagueño", premiado con la vuelta al ruedo, en su regreso a Las Ventas dos años después de la gravísima cornada

Las Ventas (Madrid). Decimoctava de San Isidro. Se lidiaron toros de Alcurrucén, bien presentados. El 1º, encastado y exigente; el 2º, extraordinario y premiado con la vuelta al ruedo; el 3º, encastado,

complicado y rebrincado; el 4º, descastado; el 5º, descastado y sin entrega; el 6º, encastado, desigual de ritmo y complicado.

Diego Urdiales, de berenjena y oro, pinchazo, media, tres descabellos, aviso (silencio); estocada contraria (silencio).

David Mora, de verde manzana y oro, estocada buena (dos orejas);

estocada corta trasera y baja (silencio).

Roca Rey, de burdeos y oro, estocada, descabello (ovación); buena estocada, aviso (saludos).

Como si fuera una condena, David Mora volvía a hacer el paseíllo en Madrid 735 días después de que un toro estuviera a punto de arrancarle la vida primero y la movilidad después. Dos años, con sus noches y la incertidumbre es mucho tiempo. Demasiado. E hiperbólico el alimento del alma que hay que tener para mantenerse en pie cuando todo se desploma. Volvía a Madrid. A la plaza donde ocurrió todo. La tragedia, los recuerdos y los miedos. Enfundado con un verde manzana y oro, o un verde esperanza, que es el color de la vida cuando transitas al filo de la muerte, salió del hotel Wellington rumbo a Madrid. En el ruedo sagrado de Las Ventas le esperaba "Malagueño". El Alcurrucén fue un regalo del cielo. Justicia divina, una especie de paz para el guerrero y las madrugadas en vela, pero con un peaje que nos puso, y le puso, al borde del infierno nada más empezar. De prólogo andábamos y David Mora se encaminaba hacia el toro, recién brindaba a sus manos salvadoras, y lo fueron de veras, don Máximo García Padrós. Fue un pase cambiado cerca del toro, no encontró el lugar de salida el animal y arremetió contra el cuerpo de David Mora con una furia asesina y le desplomó por el cuello sobre la arena madrileña. Inmóvil David. Quería levantarse y no le respondía el cuerpo. Indeseables pensamientos en décimas de segundo. El pánico pareció sólo nuestro. No encuentro verdad más pura y menos en estos tiempos que la que ofrecen estos tipos al toro, se fue Mora hacia la cara de "Malagueño"para darse. Todo él. Sin medida, sin miramientos, y de ese influjo maravilloso del desgarro nació el toreo en el estado más puro. Mora al límite. Explosivo. Torero, encajado, feliz. No se podía torear mejor, quizá fue ahí en ese instante cuando nos vimos cómplices de una ensoñación. Ocurría. Era el sitio y la hora. Por la derecha, roto de entrega, grandioso toro e inmenso torero, tremebundos los remates, hiriente por la brutalidad del acontecimiento que estábamos viendo al natural. Esto era otra historia. Un triunfo de Madrid al alcance de muy pocos, esta magia tan difícil de poner en palabras es la que nos hace libres de la brutalidad. Nada tan lejos como una obra de arte descomunal ante el rey toro. Rey nuestro. Una vuelta al ruedo para el animal. La estocada, a fuego, con el corazón, el alma iba para allá y esa sensación de que no podía fallar, de que no iba a fallar. Las dos orejas fueron la felicidad de la vida. El triunfo del hombre. A hombros se lo llevaron después. ¡A hombros de Madrid! El sueño dorado. Triunfaba el torero. El hombre. El super hombre. Un hombre extraordinario.

Esas faenas llenan tanto que duelen, desubican, te aislan del minuto resultado. De ahí que nos costara volver al tercero de Roca Rey, encastado y con sus complicaciones como el sexto pero con teclas que tocar. El peruano tiró de patrón estándar basado en un valor descomunal. Nada pudo hacer Urdiales con el descastado cuarto y dejó retazos de su buen concepto con la diestra con el encastado y exigente primero. David Mora nos pasó por encima después. Esto nos mantiene vivos aún en las miserias. Grandeza. Grandeza eterna.