Feria de San Fermín
La ambición no fue suficiente
Fortes dio una vuelta al ruedo con un deslucido encierro.
Pamplona. Cuarta de feria. Se lidiaron toros de la ganadería de El Tajo y la Reina, desiguales de presentación. El 1º, punto flojo, pero a más en repetición y codicia; el 2º, deslucido y protestón, por la falta de fuerza; el 3º, de buen pitón diestro; el 4º, de escaso fuste; el 5º, descastado y de media arrancada; y el 6º, manejable, pero con poco ímpetu. Lleno en los tendidos.
Diego Urdiales, de pizarra y oro, media estocada, pinchazo (saludos); y pinchazo, media, descabello (silencio).
Morenito de Aranda, de verde hoja y oro, dos pinchazos, descabello (silencio); y dos pinchazos, buena estocada (silencio).
Jiménez Fortes, de verde hoja y oro, pinchazo, estocada (vuelta al ruedo); y estocada que hace guardia, dos descabellos (silencio).
Era uno de esos carteles que arrojan luz en el túnel, incluso más allá del resultado puntual de una tarde. Premiaba lo ganado en el ruedo y perdido en las redes del sistema. De ahí que se anunciara a Jiménez Fortes después de que un toro en Madrid le rebanara el cuello en una gran tarde; o esa Puerta Grande de Morenito de Aranda el Dos de Mayo. Lo de Diego, y eso que entró por la vía de la sustitución: Antonio Ferrera está en el dique seco, viene de largo. Debutaba la ganadería de Joselito con los dos hierros, El Tajo y la Reina, con un encierro desigual de presentación y de hechuras. Alguno de espectacular cabeza, como un cuarto, que tenía una brutalidad por delante, pero el fuste más que justo para seguir el sólido engaño de Urdiales. De menos a más fue el primero, que renqueaba en los primeros compases pero aguantó después con cierta capacidad de repetición y codicia. La faena del torero riojano evolucionó también al mismo ritmo y dejó lo mejor en el último tramo, antes de pinchar.
Jiménez Fortes vino a Pamplona en versión sanferminera: a hacer crujir la plaza de la Misericordia sí o sí. No había más, sólo buscar los caminos que le dieron el pasaporte para ello. Cuando el tercero, que tuvo buen pitón derecho, se le arrancó como un tren desde la otra punta de la plaza, se encajó a torear muy de verdad, muy para dentro y sin espacio para la rectificación cuando uno se entrega tanto a la suerte. Así fueron tres tandas tal vez y el encontronazo con un pitón zurdo de menor recorrido. Ahí, en ese momento en que la faena estaba a punto de entrar en el terreno de nadie, se echó de rodillas, a revientacalderas, y ahí aguantó las paradas del toro, esas miraditas antes de entrar que lograron revolucionar al sol y la sombra. Toreo de rodillas, desplantes... Todo y más antes de pinchar para dejar después la estocada. Una faena seria y centrada vimos con el sexto, que se defendía por falta de fuerza en el viaje. Hizo una labor larga, en el intento de tocar la tecla del éxito, que a estas alturas de la tarde parecía imposible.
Morenito lo dio todo con un segundo que ofreció poco. De rodillas en el saludo de capa y en el comienzo de faena después, pero era esfuerzo en balde. Al cuadrado lo hizo frente a un quinto descastado, que no le dio más opciones que la de entregarse en las cercanías. Falló el encierro en estos todavía albores de fiesta sanferminera.
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