Feria de San Fermín
Los del frac
andrés sánchez magro -
ivimos en plena era cibernética. Nadie sabe salir de casa sin el móvil, esperamos en los aeropuertos, miramos la pantalla angustiados si nos quedamos sin WhatsApp. Pero después de todo un 7 de julio, estamos en Pamplona y vemos la procesión del santo. En plena era de la modernidad, un acontecimiento muy tradicional nos hace pensar un rato. Después de todos los excesos etílicos y la alegría «sanferminera», un puñado de hombres y mujeres vestidos a la antigua usanza se pasean por Pamplona, concitan la ilusión y la esperanza. Y entre tanto fragor político y debates estériles, uno observa como la mayoría de concejales de la Corporación pamplonesa van ataviados con chistera y frac y las señoras con el traje roncalés. Qué bonito homenaje para una manera de entender la vida, que supera las diferencias, que no entiende de religiosidades más que las humanas al calor de San Fermín.
El 7 de julio es el patrón de los navarros, seguramente de todos los que únicamente quieren ir a almorzar, ver la final del Cuatro y Medio en el frontón Labrit, donde por cierto ha arrasado Altuna III, y asistir al primer acontecimiento taurino grande de las fiestas. Los de puerto de San Lorenzo, presentados tan imponentes como todos los del serial pamplonés, han llenado la plaza y han hecho que las Peñas vuelvan una vez más a descorchar la pasión. Ricardo, que su casa es el bajo del 7, ha repartido cromos de felicidad en forma de abonos. Carlitos Vivanco ha traído la merienda de ajoarriero y la plaza sigue esperando el estallido que siempre está por llegar. Un nuevo 7 de julio, el alcalde, vestido de frac y chistera en el palco, como homenaje a todos los pamploneses. Los de la oposición por los tendidos. Lo mejor, esas mañanas luminosas donde los joteros cantan al santico.
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