Sevilla
Los dioses recuperan su Olimpo
Gran reencuentro de Morante de la Puebla, Julián López «El Juli», que corta un trofeo, y Miguel Ángel Perera con la afición de Sevilla en una tarde en la que se colgó el cartel de «no hay billetes»
Gran reencuentro de Morante de la Puebla, Julián López «El Juli», que corta un trofeo, y Miguel Ángel Perera con la afición de Sevilla en una tarde en la que se colgó el cartel de «no hay billetes»
- Sevilla. Séptima de abono. Se lidiaron toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés, 3 y 6. Bien presentados en conjunto. 1, va y viene sin demasiada entrega; 2, noble y con temple, de buen juego; 3, rajado; 4, rajado y noble; 5, noble, suavón y humillado; 6, descastado y a menos. Lleno de no hay billetes.
- Morante de la Puebla, de caña y oro, media estocada, tres descabellos (silencio); aviso, tres pinchazos, segundo aviso, estocada, un descabello (palmas)
- El Juli, de berenjena y oro, estocada trasera y caída (oreja); media estocada en el sitio, seis descabellos, aviso (saludos).
- Miguel Ángel Perera, de verde hoja y oro, pinchazo, estocada, aviso, cuatro descabellos (saludos); estocada caída (saludos).
La calle Adriano volvía a ser la de siempre. Los aledaños de la Maestranza y la alegría de los bares. Todo. Pero inigualable la entrada al templo, las colas infinitas, la inexplicable incomodidad que quién nos iba a decir acabamos por echar de menos en ese camino que ronda el masoquismo. Los últimos románticos peregrinos del rito inexplicable, por mucha teoría elaborada. La resumió toda Morante de la Puebla nada más empezar, y suerte que estaba todo por llegar, en alguna verónica y esa media. Esa media que casi nos hizo olvidar cuando llegó instantes después, qué embrujo ya, el quite, arrebujado entonces, estrujaba a Sevilla a modo de perdón. Y otra media más, de las que se te quedan en la boca del estómago y no acabas de digerirla en horas. Transitábamos con lentitud, como lo hicimos toda la tarde, por el camino de la penitencia. Morante, ya de vuelta, El Juli y Perera venían a hacer las paces con el público de Sevilla por las desavenencias pasadas con la empresa gestora que les ha mantenido fuera en los últimos años. Era la hora de lamerse las heridas. De curarlas. Y por ello la tarde no decayó. A pesar de que ese primer toro no tardó en desentenderse en la muleta de Morante, El Juli buscó las vueltas a un segundo, al único que cortó una oreja, los números no hicieron justicia al calado del espectáculo. Juli anduvo más intenso que rotundo con un ejemplar de Victoriano del Río noblón y con ritmo en la embestida pero metió a la gente en la faena; eran cosas del querer y de querer hacerlas muy por abajo y por ahí el encuentro, de haberlo, no tiene fisuras la emoción.
Perera desafió los tiempos, las ecuaciones, en un más despacio todavía para torear a la verónica al tercero. Era un juego inverosímil entre el pulso, la velocidad y el ímpetu estrenado del animal. Resolvió con mucha magia y acongojó en el quite por gaoneras, limpio de las secuelas de la brutal cornada del pasado año. Espectacular fue la puesta en escena de Morante. Sorprendente cuando se arrancó en el quite, ni tafalleras, ni cordobinas... y volcánica la jodida media que revolotea todavía por el albero de la maestranza a la espera de que mañana volvamos a verla. A Curro Javier le tocaron la música cuando frente a frente se dispuso a poner el segundo par, ya le había soplado uno soberbio, apuró, qué presión, como para fallar, y se dejó llegar mucho al toro después. Se desmonteró, como no podía ser de otra manera con Barbero y Javier Ambel con el capote. No le aguantó el corazón al toro, la casta vaya, y se quiso rajar y se rajó. Lo tenía claro Perera y le buscó las vueltas aquí y allá hasta meterle en el canasto.
Con un farol recibió Morante al cuarto y a dos manos prologó la faena de muleta. Torerísimo. Pues claro. Se le veía feliz de vuelta a casa. A unos y a otros. Cuajó con la diestra la movilidad del toro hasta que el animal la tornó en miradas a tablas y se fue derecho para allá. Después de la cadencia, despacito, bonito, con los vuelos por abajo y dibujando el muletazo hasta el final. De sol a sol. Y sin espada.
A portagayola se fue Julián con el amor propio intacto en el quinto. Se durmió el toro en varas, debajo del peto, una eternidad. Quitó Perera. Por chicuelinas. A estas alturas no había milímetros ni segundos que ceder. Tuvo el toro buen son y el torero el reposo para disfrutarlo. Asentado, más suave en los toques, de los que no se notan pero están para dar continuidad a la arrancada del toro, que descolgaba y con la ayuda viajaba hasta allá. Remató con circulares y restó con los aceros. En esos terrenos de cercanía buscó Miguel Ángel la resolución cuando el sexto bajó sus revoluciones. Ahí no tiene rival. Ni quiso tenerlo cuando se fue a portagayola también. Los dioses habían venido dispuestos a recuperar el Olimpo. La tierra prometida. Sevilla es Sevilla. Y su ausencia duele. A pesar de que El Juli, sin ir más lejos, estuvo a punto de perder la vida aquí. Hay cosas que por fortuna no atienden a la razón.
El cartel de hoy
Toros de Juan Pedro Domecq para Enrique Ponce, José María Manzanares y Andrés Roca Rey.
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