Arte, Cultura y Espectáculos
Los poetas en Madrid
Perdido entre pasos por Barcelona aparezco a menudo a las puertas de la Monumental. Me reconozco entonces, desolado, en la derrota: marcos vacíos anuncian la nada en el templo profanado. Bajo la cabeza, hundido. Constata mi alma cómo la ciudad y con ella el mundo se vinieron abajo. Desesperado, le pregunto por los poetas al huevo de la Gran vía, tan bien conservado.
Refugiados en la capital creo escuchar para adentro.
Y así es como Madrid es mi consuelo para renacer de la derrota una más una tarde de domingo, sin fiesta ni feria ni invasiones. Cartel de poetas dispuestos a decir el arte, a renovar el compromiso misterioso y trascendente de una tarde de toros ante sí mismos, solo. También cuenta, en verso, ¡y cuánto! cuanto esconde el escenario, la tarde, con sus comparsas a compás: armonía, ritmo, rima y cadencia.
Sortilegio imperturbable, manto sagrado de poética inmaculada tejido de apariciones a tiempo y miradas furtivas, alumbramientos asombrosos de mi mente voladora, faro en la tarde de plomo. Fascinante hechizo al acecho de los mil milagros que llenan el aire y se palpan, milimétricos.
Diminuto, integrado como mota de mica en el granito de la fiesta fría renace mi voto, crece mi alma al aliento voraz de lo efímero, donde los tiempos son siempre vivos para ser olidos, expirados y expiados: en cada asomo, el deambular deviene hecho y obra, presente. Inspiro y suspiro la tarde, contemplo cada plano, lo vivo. Y dejo renacer vívido el recuerdo de todo lo mío, de lo que fui y de lo que, al parecer, aún soy: uno de los nuestros, de los pocos que lucen las derrotas en el alma y a ella sola las muestran; de los que quieren vivir.
Saludo a los poetas de mi tiempo con la suerte ya echada en puertas de su eterna búsqueda del milagro.
Que se conjure el universo en vuestro honor, poetas en Madrid, para hacernos inmortales.
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