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Manuel Quinta: «Me he dejado la piel por estar cada día a la altura de Ponce»

Así responde el picador sevillano al preguntarle por el secreto de pertenecer fiel a su matador durante tanto tiempo, una lealtad que se extiende a muchas de las personas de confianza del torero valenciano

Enrique Ponce junto a su picador Manuel Quinta dando la vuelta al ruedo en la pasada Feria de San Miguel en Sevilla
Enrique Ponce junto a su picador Manuel Quinta dando la vuelta al ruedo en la pasada Feria de San Miguel en Sevillalarazon

La pasada temporada de Ponce será una de las más especiales de su carrera tras volver a triunfar en casi todas las plazas más importantes del mundo y reafirmar su eterna juventud. Pero la de 2017 también la recordará por ser la última en la que participó una de sus hombres de mayor confianza.

26 años estuvo el varilarguero Manuel Quinta, de conocida dinastía, a las órdenes de Enrique Ponce. Junto a él ha recorrido toda la geografía nacional y parte de la internacional, compartiendo horas y horas de furgoneta y los éxitos y experiencias que les han dejado estas casi tres décadas.

Esta dilatada trayectoria conjunta terminó el 23 de septiembre del pasado año, en la Feria de San Miguel en Sevilla, día en el que el picador sevillano decidió retirarse de los ruedos. Pero no sería una despedida común, no lo quiso así el maestro de Chiva. Así cuenta Manuel cómo vivió aquel día: «Le había dicho cinco días antes en Logroño que me retiraría en mi tierra aquel día, pero no me esperaba en absoluto que me invitase a dar la vuelta al ruedo con él. Fue uno de los momentos más bonitos de mi carrera». Para sellar su despedida ambos toreros se fundieron en un emocionante abrazo en el que sólo hubo palabras para un «te lo mereces».

En todas estas temporadas, pocos son los nombres que han integrado la cuadrilla del valenciano, y esta solidez es sin duda uno de los secretos de su éxito. «La clave de haber permanecido tantos años a su lado ha sido dejarme la piel cada tarde por estar a su altura. En las cuadrillas siempre hay rivalidad por ser el mejor en cada puesto, y eso es lo que ha dado como resultado tantos años al más alto nivel».

A pesar de haber pasado tanto tiempo Manuel no olvida el día en el que Ponce le contrató: «Enrique estaba embarcado en su segunda temporada como matador, y estando yo una tarde bajo las órdenes de Fernando Cepeda en el Puerto de Santa María, me ofrecieron torear una tarde con él y desde aquel día me quedé».

Siempre a la sombra de su torero, pocas son los detalles que se conocen del picador sobre cómo vive la tensión de los momentos previos: «Más que miedo sentimos presión por hacer las cosas bien para tu matador. La responsabilidad es lo que más pesa».

Estar en la cuadrilla de una figura de primer nivel como Ponce, es un privilegio soñado por cualquier subalterno: «Enrique es una figura tan idolatrada aquí como en Latinoamérica. Cuando viajábamos a México o Colombia la gente ya le estaba esperando en el aeropuerto y nos seguían a todas partes. Es algo que te hace sentir en casa en cualquier parte».

Aunque le conoce desde que su carrera estaba despegando, Manuel no deja de sorprenderse por el nivel que año tras año sigue demostrando su matador.«Lo más alucinante es que cada temporada está mejor, ahora está en una forma increíble. Quizás el sentirse con menos presión le permite torear para él y gustarse en el ruedo. Es cierto lo que dicen de que parece no tener fin».

Tras casi una vida prestándole sus servicios, el varilarguero reconoce sentir a Ponce como parte de su familia, a quien ha dedicado gran parte de su vida:«A mi hijo, también picador, siempre le digo que ojalá tenga la mitad de suerte que he tenido yo. No puedo estar más agradecido a Enrique. Muchas veces me recuerda que en su furgoneta siempre habrá un hueco para mí».

En las palabras de Manuel se siente el más puro respeto y agradecimiento hacia el maestro, por el que además de puyas se ha partido hasta los huesos. Profesionalidad y entrega total hacia su matador, desde el castoreño hasta la mona.