Toros
Paco Ureña, una única verdad
El murciano se reencontraba con la ganadería de Alcurrucén después del percance en el que perdió un ojo y logró pasear un trofeo en Madrid.
A matar o morir se fue detrás de la espada. A matar o morir y en esa línea recta que trazó David Mora en la suerte suprema se quedó colgado del pitón. Brutal. No sabíamos si de la barriga, de la ingle o de donde, pero le dio la vuelta entera sobre su propio eje. Espeluznante. Justo fue Otero el que salió raudo a quitarle el toro, el mismo que se había desmonterado tras parear y a quien brindó David Mora el astado de Alcurrucén. Y por la emoción del torero se intuía que había mucho más que una dedicatoria protocolaria. Hay cosas que solo saben ellos. Fueron buenos los comienzos, incluso la memoria nos dejó volar a aquel día que reaparecía en la plaza de Madrid y «Malagueño» se cruzó en su vida y en las nuestras. Este Alcurrucén fue al engaño con todo, tuvo movilidad y repetición y nos ilusionó en los primeros compases de faena, luego la cosa fue bajando enteros, porque faltó entrega y humillación. Recto se fue en el segundo envite en la suerte suprema. Y esta vez sí.
Con la fuerza justa y el ímpetu, la raza, todo aquello que defiende los argumentos de lo bravo llegó el cuarto toro a la muleta de Mora. Se dilató mucho el tercio de varas e incluso el de banderillas y luego lo pagó. Tuvo nobleza el Alcurrucén, pero poca transmisión para que la faena se excediera de los límites de la corrección. Con dignidad dio muerte al toro en su única comparecencia en San Isidro.
Paco Ureña volvía a Madrid después de su gran tarde en la primera. Se habían picado a quites con Mora en el primero y se gustó sobre todo en la media de remate al segundo. Calma chicha en los tendidos. Volvía Ureña al rincón de los miedos, a la misma ganadería con la que tuvo el percance en septiembre en Albacete. Su verdad es aplastante. Y se nota. Toda su faena fue seria, centrada, valerosa y en busca de la pureza dando al pecho al toro siempre. Cuajó al animal en las primeras tandas y luego dio la sensación de que el Alcurrucén se amedrantó y comenzó una segunda faena más de ir a buscárselo. Tuvo buena condición el toro, un punto desentendido entre pase y pase, pero la faena no logró romper ese modo desconexión en el que andaba Madrid.
No sobró nada en la faena al quinto. El comienzo de la obra resultó vibrante y mágico, por estatuarios y alguna trinchera de las que hacen crujir Madrid. O aquel pase del desprecio en el que cabía toda su tauromaquia junta. El del Alcurrucén contaba con la franqueza en el viaje y la movilidad, pero falto de humillación y a un paso de querer irse. Impecable Ureña, sin agredir al toro, inteligente, brillante en los tiempos, en los cites, en la distancia y de hondo calado su toreo. Más todavía al natural, por donde el toro se entregaba más. Un pinchazo precedió a una estocada enrabietada incluso. Verdad buena esta de Ureña. En esta catarsis que le ha puesto la vida se ha quedado con lo fundamental y ha eliminado lo accesorio. Así delante del toro. Su verdad es única, como lo habrán sido sus miedos durante estos meses de recuperación.
Álvaro Lorenzo se las vio con un tercero que fue a la muleta con franqueza, aunque le faltó hacerlo por abajo y repetir, como a toda la corrida. A contraestilo de su propio encaste. Lorenzo se justificó con él sin grandes momentos. La movilidad del sexto tampoco vino acompañada por la entrega. El fondo de nobleza le dio el argumento para construir una faena solvente. Ureña había roto la maldición. Eso era evidente.
Ficha del festejo
Las Ventas (Madrid). Décimoctava de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de Alcurrucén. El 1º, con movilidad y repetición, pero falto de entrega y humillación; 2º, noble, punto a la espera y de largo recorrido; 3º, va y viene con la cara alta; 4º, va y viene con la fuerza y la raza justas; 5º, movilidad y nobleza, pero sin acabar de humillar, mejor por el izquierdo; 6º, con movilidad, nobleza y desigual ritmo. Lleno en los tendidos.
David Mora, de grana y oro, pinchazo, estocada, aviso, descabello (palmas); pinchazo, estocada (silencio).
Paco Ureña, de rosa y oro, pinchazo, media defectuosa, estocada caída (silencio); pinchazo, estocada (oreja).
Álvaro Lorenzo, de azul y oro, estocada muy trasera, dos descabellos (silencio); estocada (silencio).
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