Ferias taurinas

Puerta grande, por distintos palos, para Hermoso de Mendoza y Andy Cartagena

Los rejoneadores Hermoso de Mendoza y Andy Cartagena abrieron hoy la puerta grande de la plaza bilbaína de Vista Alegre, al cortarles las dos orejas a los segundos toros de sus lotes por faenas de muy distinto corte y méritos, en el primer festejo de abono de las Corridas Generales de Bilbao.

Seis toros, despuntados para el rejoneo, de los distintos hierros del Niño de la Capea (3º, 5º y 6º de El Capea; 2º y 4º de Carmen Lorenzo; y 1º de San Pelayo), de pareja y muy buena presentación, con cuajo y buenas hechuras, y de variado comportamiento dentro de su gran juego en general: desde la clase y el galope templado a la bravura entregada. Sólo el primero sacó complicaciones.

Hermoso de Mendoza, de casaca grana y plata: pinchazo, medio rejón contrario, dos pinchazos y rejonazo trasero (silencio); rejonazo trasero contrario (dos orejas).

Andy Cartagena, de chaquetilla verde botella: tres pinchazos, rejonazo trasero y descabello pie a tierra (silencio); rejonazo trasero contrario (dos orejas).

Lea Vicens, de chaquetilla grana y azabache: cuatro pinchazos y rejonazo muy trasero (silencio); medio rejonazo trasero (oreja).

Antes del paseíllo se guardó un minuto de silencio por las víctimas del atentado terrorista de Barcelona del pasado jueves. También los rejoneadores lucieron crespones negros en señal de luto.

Primer festejo de abono de las Corridas Generales de Bilbao, con dos tercios de entrada en los tendidos (unas 9.000 personas).

TRIUNFOS MUY DIFERENTES

Por dos «palos» muy distintos «cantaron» hoy en Bilbao Hermoso de Mendoza y Andy Cartagena, por mucho que en el balance final el nivel de sus éxitos quedara igualado con esas dos orejas que les abrieron a ambos la puerta grande de la plaza de Vista Alegre.

El «palo» de Hermoso fue el del rejoneo más templado y auténtico, el del toreo y la lidia a caballo más ortodoxa y poderosa, y el de la frontalidad y la pureza a la hora de clavar las banderillas. Comparado con el flamenco, el «palo» del navarro fue el de los cantes más hondos.

Si no terminó de estar a gusto con el primero de la tarde, un toro brusco y sin ritmo en sus arrancadas ante el que se mostró impreciso al clavar, el jinete de Estella se desquitó con creces con el cuarto, un astado muy largo de viga que tuvo la misma nobleza y clase que derrocharon el resto de «murubes» de la muy buena corrida de Niño de la Capea.

Así que con éste hizo Hermoso de Mendoza todo un despliegue de su mejor tauromaquia, ésa con la que lleva casi tres décadas marcando las diferencias en el rejoneo. Es decir, toreando, en el más amplio sentido de la palabra, con temple y con armonía, haciendo que sus caballos se muevan ante el toro sin violencia y con la misma naturalidad que tendrían en un paseo por el campo.

Pero, además, salvo en dos fallidos pares de cortas a dos manos en el derroche final, el navarro clavó los hierros siempre en rectitud, dejándose ver despacio por el astado, para recrearse incluso al dejar tres cortas sin salirse del embroque. Por eso, tras un rejonazo de muerte efectivo, el presidente sacó los dos pañuelos a la vez, con total rotundidad.

El «palo» por el que triunfó Cartagena fue el de la vistosidad y el más declarado populismo, buscando más las ovaciones con los alardes de doma y los gestos para la galería que con la ortodoxia del toreo a caballo. Se podría decir, siguiendo con las comparaciones flamencas, que el jinete de Benidorm cantó en Bilbao por alegrías.

En ese son ya le pudo haber cortado Cartagena algún trofeo a su primero, de gran clase, si no lo hubiera matado tan mal. Pero sí que acertó a la primera, y de manera fulminante, con el otro toro de acompasado galope con el que con sus caballos variopintos -incluso albinos y apaloosas- se hizo aplaudir con más fuerza lejos de los pitones cortados.

A la amazona Lea Vicens le correspondieron en suerte los dos toros si no más bravos sí los de más vibración y duración en sus

embestidas, para las que pedían un toreo de mayor mando que el que les aplicó la francesa, que casi siempre se limitó a pasar y clavar.

Tardó, por eso, en centrarse con su lote, muy imprecisa en los encuentros con el primero y con escaso ajuste con el sexto, aunque con este remontó de mitad de trasteo en adelante hasta cortar una última oreja a favor de corriente.