Feria de Bilbao

Rafael Cerro, triunfo y cornada de gravedad

Importante tarde del extremeño con áspera novillada de Guadaira

Rafael Cerro resultó cogido por el cuarto de la tarde
Rafael Cerro resultó cogido por el cuarto de la tardelarazon

Las Ventas (Madrid). Novillos de Guadaira y un sobrero (3º) de Julio García, muy serios y astifinos. De enorme trapío y hondos. Ásperos y complicados, salvo el encastado 4º. Un cuarto de entrada.

Rafael Cerro, de blanco y plata, estocada desprendida, aviso (saludos); pinchazo, aviso, estocada (vuelta al ruedo que recoge la cuadrilla).

Tomás Campos, de azul rey y oro, estocada trasera y tendida, aviso (saludos); estocada casi entera atravesada, descabello, aviso, otros dos descabellos, media, descabello (silencio).

Brandon Campos, de verde botella y oro, media estocada, aviso, descabello (silencio); pinchazo hondo, aviso (saludos).

Parte médico de Rafael Cerro: «Herida por asta de toro en región escrotal con trayectoria ascendente de 20 cms. que penetra en cavidad abdominal, se realiza laparotomía exploradora, evidenciándose hemoperitoneo, y ligadura de vasos sangrantes». Pronóstico «grave».

Parte médico de Brandon Campos: «Herida por asta de toro de 15 cms. en la cara interna del tercio superior del muslo izquierdo que no afecta a vasos ni músculos importantes».

Con el frío aún resistiendo, como si no quisiera retirarse a sus cuarteles sin pegarse antes un garbeo por la inminente Feria de San Isidro, discurrió ayer la final del Certamen de Canal+ de novilladas en la que Rafael Cerro se coronó como triunfador. Tarde de puro febrero que, sin embargo, tuvo todo el calor y la intensidad en el ruedo. Novillada con interés desde que saltó el mansurrón primero hasta que se arrastró el peligro sexto y en el que no hubo ni un segundo para la relajación.

Buena prueba de ello puede dar Cerro, que pagó con una tremenda cornada su exceso de confianza con el cuarto novillo ya prácticamente muerto. Muleta plegada, el extremeño se situó a milímetros del castaño, que lanzó su última acometida para hundir su pitón en la ingle del joven que, relajado, sólo esperaba ver doblar a un astado que ya se tambaleaba fruto de estocada tras pinchazo.

Minutos antes, Cerro lo recibió a portagayola y se gustó en un galleo por chicuelinas, de manos bajas. Notable. Otro quite más por delantales. La media de remate, muy buena. Más encastado que sus hermanos de camada, este cuarto tomó los engaños con mayor codicia y dulzura. Pronto y en la mano lo quiso el novillero. A los medios se fue y le echó la muleta para torear en redondo. Sin preámbulos.

La gente se metió pronto en la faena, que tuvo sus altibajos, pero siempre con la emoción de un novillo muy repetidor. Cerro lo lució. Le ofreció sitio y dejó que se arrancara de lejos. Sin ser una labor maciza, poco a poco lo fue haciendo y acortando las distancias hasta acabar cruzándose al pitón contrario en las postrimerías. Para entonces, ya estaba resistiendo los trallazos de Eolo sobre su muleta. Tan peligrosos como los pitones que tenía delante. Faena muy importante. De oreja para todos, menos el presidente.

Cerro rompió plaza con un novillo muy serio y astifino –como todo el encierro de Guadaira, hondo y muy ofensivo por delante–, que le hizo caso omiso a portagayola. Tuvo que desistir. El «plan b» consistió en preciosos lances rodilla en tierra. Torerísimos. El animal barbeó y se dolió una barbaridad en varas. Sangró mucho, pero no se atemperó lo más mínimo y ya cantó su peligro en un quite por saltilleras.

En la muleta, el pupilo de Ortega Cano se fajó con un trasteo meritorio por la incierta arrancada de su rival y el viento. Cada muletazo era una moneda al aire. Había emoción y Cerro lo puso todo. Sin reservas. Destacó una serie al natural meritoria.

Brandon Campos pechó con un sobrero de Julio García, abanto de salida y áspero en la franela. Tragó en varias coladas del melocotón, que dejó entrever que el mexicano es el más nuevo de los tres finalistas. Pese a ello, tuvo su baza en el manejable sexto, que se orientó cada vez más. Entonado al natural, corrió bien la mano para robarle una serie de derechazos de mano baja, muy templada y profunda. Rotundos. Luego, le pegó sendas palizas en dos volteretas de impresión. Un milagro irse de una pieza.

Tomás Campos meció con suavidad el capote a la verónica al segundo, con el que más tarde dejó atisbar su buen gusto y sentido del temple. Menos opciones le ofreció el ofensivo quinto, de enorme arboladura, pero que llegó muy aplomado y sin transmisión al último tercio.