Ferias taurinas
Román se asoma al triunfo
El valenciano corta una oreja y Adame da una vuelta al ruedo en la Feria de Otoño
Las Ventas (Madrid). Cuarta de la Feria de Otoño. Se lidiaron toros de Fuente Ymbro. El 1º, malo y peligroso; el 2º, con movilidad y repetidor; el 3º con movilidad y exigente; el 4º, deslucido; el 5º, rajado; y el 6º, encastado, bravo y repetidor. Más de media entrada.
Morenito de Aranda, de rioja y azabache, pinchazo, media estocada, descabello (silencio); buena estocada (palmas).
Joselito Adame, de negro y plata, estocada (vuelta al ruedo); estocada caída (silencio).
Román, de burdeos y oro, estocada corta (oreja); metisaca, estocada punto trasera, nueve descabellos, aviso (saludos).
Aquello estaba cerca de la inmolación. Recién acababa de salir de toriles el tercero. De la soledad de los corrales. Con sus 539 kilos que se dicen pronto cuando por delante porta dos pitones astifinos, demoledores. Ocurrió que Román en una de esas, en una de estas, en el saludo de capa, la furia íntegra, se echó el capote a la espalda por gaoneras, el toro se salió del guión y cambió los terrenos y el cite se convirtió en un caos, en un desafío, en un canto loco, en un derrumbe, un salto al vacío que resolvió con acierto. Y con alivio. De todos. Lo pagó Morenito cuando fue a hacer el quite y el de fuenteymbro no respondió. Qué manera tan fea de cogerle. No acabó la cosa ahí, porque el toro tenía un misterio que resolver. Movilidad, con ese punto de casta que roza el genio, con ese genio que roza la casta y exigencia. Y Román no vino a Madrid a volver la cara. Y Román pisó plaza convencido. Hasta asustarnos. Le ganó la partida por la derecha, cuanto más poderoso fuera el muletazo, más largo viajaba el toro, aquello era un duelo y en los duelos sólo hay un vencedor. Hubo un cambio de mano por la espalda y se quedó al natural Román, punto descolocado. Y no hubo perdón. Espantosa cogida. No sería la última. Se recompuso. No hay dolor. Ni teatro, porque el toreo, el auténtico transita entre los márgenes de la verdad. Por eso la emoción, cuando llega es tan honda. Y también la decepción ante la mentira. Román, con sus fallos, no renunció nunca a darse al toro, ni al toreo. Se la jugó en un doble mortal en las manoletinas finales y se tiró a matar sabiendo que ahí iba el todo. Y fue. La taleguilla rajada en zona noble.
Veníamos justo entonces de la polémica. Buena. Estamos vivos. Disentimos. El público se dividió entre los que querían el trofeo para Joselito Adame y los que no. Fue el segundo un toro con movilidad, casta que rozaba el genio y repetición, material había porque transmitía, aunque el toro no fue un canto a la bravura ni a la entrega. Había faena. Adame la hizo a su manera. Resuelto siempre, fugaz en el toreo fundamental, abundante en los remates, en los pases de pechos. Fue una faena elocuente, coloreada y resolutiva, que supo poner fin con entrega absoluta. En la estocada hubo mucha verdad. Como la oreja no fue hubo vuelta. Quiso seguir con el rol de triunfo con un quinto que le cortó en seco. Rajado y a su aire negó opciones. Y la opción de polémica. Hábil y rápido con el acero de nuevo.
Morenito de Aranda pasó lo suyo con un primero que pudo pasar por asesino en serie y un cuarto complicado que deslucido no le dejó la puerta abierta a nada. Imposible.
El sexto fue el toro bueno de la tarde. Lo vio Román claro en una tanda de naturales nada más comenzar aquello. No nos separamos nunca de la faena, en el tercio siempre, ante la revolucionaria embestida del animal que no era fácil gobernar por su codicia y punto de brusquedad. Pero para el triunfo. Compuso Román una faena explosiva, frágil y no siempre maciza pero en continuo movimiento, muy viva. Pinchó y se esfumó. Se había asomado al triunfo con la fuerza del huracán. Y a la puerta se quedó del triunfo.
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