Barcelona
«Sentí mucha impotencia triunfando en una Monumental con fecha de caducidad»
El novillero Abel Robles, que debuta el sábado con picadores, trabajó como camarero y en una fábrica para costearse su sueño fuera de Cataluña
No es un espejismo. Abel Robles ya alcanza a ver el oasis. El peregrinar en el desierto ha sido largo, tortuoso, pero el ansiado maná del debut con picadores llegará al fin el sábado. Sediento de toreo y abrasadas las entrañas por la soledad del que quiere ejercer su profesión en una Cataluña que enseguida le puso la etiqueta de proscrito, el joven novillero de Olot (Girona) se estrenará con los del castoreño en la localidad pacense de la Puebla de Alcocer. Sábado de Gloria para Robles.
-Ha costado, pero el día soñado está ahí, a unas pocas horas.
-Sí, tengo unas ganas tremendas. Estoy con mucha ilusión y la moral por las nubes. Apurando las últimas horas en Sevilla, entrenando y haciendo los últimos tentaderos.
-Tiene 22 años, su carrera se enquistó con la prohibición de Cataluña, ¿temió que nunca llegara este día?
-Sí, claro que lo cavilas. Es una profesión muy complicada, unos llegan y otros no. Por supuesto, nunca pensé en rendirme, pero van pasando los meses y siempre veía muy lejano dar este salto como novillero con picadores. Cada vez había más dificultades a las que sobreponerse: no sólo no tenemos ni una plaza en la que torear, además tampoco tenemos campo, así que hay que emigrar a otras provincias para tentar, cada día echaba hora y media para ir a entrenar... Una quimera detrás de otra.
-Demasiados obstáculos y, en todos, el problema económico también presente, ¿no?
-Para un chaval de mi edad es imposible costear todo. Por eso, no queda más remedio que aprovechar el invierno de otra manera. Mientras otros compañeros se encierran en el campo, mis inviernos son de trabajo. He trabajado como camarero en el bar de un amigo, en una fábrica de embutidos... No queda otra si quiero seguir con mi sueño. Tengo que ahorrar dinero para poder pagar la gasolina o los desplazamientos a Extremadura o Andalucía para hacer lo que me prohibieron en mi propia comunidad. Cada vez que llego a Sevilla, y olvido esas dificultades, es como llegar al paraíso.
-Hablaba de esos viajes de hora y media en coche para entrenar. Allí le espera Serafín Marín. El de Montcada está siendo su gran valedor.
-Es un orgullo que quiera ser mi padrino. No sabía ni coger una muleta y ya me estaba ofreciendo su casa para entrenar. Me ha llevado con él al campo, ha gastado su tiempo en corregirme, su dinero para que pueda acompañarle... Pero, por encima de todo eso, que no es poco, lo que más valoro es que un torero con su trayectoria, ya consolidada, haya querido compartir toda su vida en torero con un chaval que empieza como yo.
-A los dos les une también la Escuela Taurina de Cataluña.
-Sí y tiene un mérito tremendo todo lo que están consiguiendo. Sea mucho o poco, nadie les está regalando nada. Hay que verlos entrenar y torear de salón en un campo de fútbol de tierra, tanto si hay un vendaval como si llueve, para comprenderlo.
-De una clase práctica ya ni hablamos...
-Había que hacer castillos en el aire para conseguir que se diera una novillada de promoción, porque no tienen ninguna subvención. La única ayuda en estos meses fue el donativo que el maestro José Tomás ofreció en 2011. Ahora, el hermanamiento que ha surgido en los últimos meses con la Escuela de Nimes ha aclarado un poquito el panorama. Les ha dado la vida. Ojalá dure.
-¿Se sienten proscritos del toreo?
-Por supuesto. Cuando la gente habla de la prohibición del Parlamento de Cataluña sólo piensa en Barcelona, pero también hay un circuito de cosos como el de mi pueblo Olot, Figueras, Lloret de Mar, Tarragona, Girona, Sant Feliu... Una serie de plazas que servían de rodaje y de trampolín para los jóvenes que dan sus primeros pasos en la cara del toro.
-Pero, usted llegó incluso a torear y triunfar en La Monumental de Barcelona.
-En 2011, le corté las dos orejas a un eral de La Peregrina del maestro Antonio Ferrera. Por desgracia, no sirvió para nada, porque poco después echaron el cerrojazo y no tuvo ninguna repercusión en mi carrera. ¿En qué plaza me iban a poner si habían vetado los toros en todas? Fue un sueño cumplido, pero agridulce, porque nació ya con fecha de caducidad.
-¿Cómo vivió la incertidumbre de esos meses finales?
-Con mucha impotencia, porque lo veíamos venir desde hace años. Lo que más rabia nos da es comprobar que todo ha sido una maniobra política... Ahí siguen los «correbous». Ese último fin de semana de La Mercé daba gusto ver la plaza, el ambiente que se respiraba, dos carteles de la máxima expectación y cómo se llenó las dos tardes... Te preguntabas por dentro, «¿Y ahora ya está? ¿No va a haber toros nunca más?».
-¿Qué novillero verán mañana los aficionados?
-Uno que tiene mucha humildad y verdad, que se ha trabajado todo lo que es en la soledad de su Olot natal y en sus viajes para llegar hasta aquí. Por encima del concepto, Abel Robles está deseando ofrecer cosas para quedarse, para demostrar que es un toreo con el que contar sea o no catalán.
-¿Hay más contratos en el esportón?
-Seguro, seguro... Nada. Surgió esta posibilidad de hacer el paseíllo en Puebla de Alcocer y no me lo pensé. Al revés, me hace especial ilusión, porque es el pueblo en el que he veraneado con mis padres desde pequeño, entonces soñaba con torear allí algún día. El sábado podrá ser y espero triunfar para que se abra la puerta a nuevos contratos.
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