Toros

Toros

Una ingrata cornada y seis gélidos silencios

García Navarrete, herido en el muslo derecho en su regreso, justo un año después de recibir una doble cornada en el cuello, a Madrid con una novillada vacía de Los Chospes

Una ingrata cornada y seis gélidos silencios
Una ingrata cornada y seis gélidos silencioslarazon

Las Ventas (Madrid). Novillos de los Chospes, serios y astifinos, alguno incluso exagerado de presentación. Les faltó, en general, raza. Todos tendieron a puntear los engaños y a violentarse, a la defensiva. El 2º, que tuvo inercias, y el 6º, algo más manejable, fueron los dos únicos que se dejaron algo más. Menos de un cuarto de entrada.

Diego Fernández, de verde hoja y oro, bajonazo, cinco descabellos (silencio); dos pinchazos media muy baja (silencio); dos pichazos, bajonazo infame (silencio) en el que lidió por Navarrete.

Diego Carretero, de grana y oro, bajonazo (silencio); estocada caída (silencio).

García Navarrete, de verde botella y oro, pinchazo, estocada, aviso, herido (silencio).

Parte médico de García Navarrete

Herida por asta de toro en tercio medio de la cara anterior del muslo derecho con una trayectoria hacia fuera de 15 cm. y que produce destrozos en músculo cuádriceps. Puntazo corrido en glúteo derecho. Pronóstico menos grave que le impide continuar la lidia. Es intervenido quirúrgicamente en la enfermería de la plaza de toros siendo trasladado al Hospital San Francisco de Asís.

Fue un reencuentro de doble sentido. Con camino de ida y vuelta. De los siempre discretos pasos de Don Máximo García Padrós hacia el brindis con memoria de otro García, Navarrete, al cruel retorno del propio novillero. Su muslo derecho rajado, 15 centímetros de verdad, después de volcarse sobre el morrillo del tercero. El mismo destino, las manos del ángel que guarda Madrid, un año después. Porque el novillero jiennense regresaba ayer a Las Ventas, tras la escalofriante doble cornada en el cuello de la primavera pasada. Fue el poso amargo de una novillada de Los Chospes -por edad, que no por presencia, exagerada y sin medida, elegida por aquellos que prometían bajar el tipo del novillo con mesiánico discurso- con poca casta de la que relamerse. Fue ese tercero, como la mayoría, toro en edad de novillo. Alto de cruz, largo y hondo, por encima de los 500 kilos y serio por delante. Lo saludó con buenas verónicas, cargando la suerte en cada lance, García Navarrete, que logró sujetar al castaño, suelto en cuanto vio un resquicio para ello. Tres veces pasó por el peto, doliéndose del hierro mucho y derribando en el segundo encuentro. Obligó luego a banderillearlo en los tendidos del sol, tan codiciados en una tarde gélida, invernal... de pleno mayo. Se desmonteró Francisco Javier Rodríguez por dos pares en esas querencias del toro y, tras el brindis ya contado, se puso el pupilo de Tomás Campuzano a torear con arrojo y empeño al novillo con la muleta firme, fija en el hocico. Evitar la huida del manso a toda costa. Le costó más de un susto. La taleguilla, incluso, hecha jirones de un certero pitonazo a la altura de las posaderas. Cuando consiguió retenerlo tuvo cierta emoción, sobre todo, con la diestra, sin embargo, no prendió la mecha de los tendidos. Como si hubiera en juego la Puerta Grande, se tiró con convicción tras la tizona. Su único e ingrato

destino fue el hule.

García Navarrete dando un derechazo, esta tarde, en Las Ventas

Con el aval de su oreja del año pasado, volvió Diego Carretero al Cónclave con un segundo serio, astifino y con mucha cara, largo y con alzada. Lo recibió con una larga cambiada en el tercio para torear después con cadencia a la verónica. Media docena de buenos lances. Templados. Tuvo brusquedad el novillo y el defecto de violentarse en cuanto punteaba las telas. Tras un comienzo “mandón” en redondo, otorgando distancia al de Los Chospes, que tuvo movilidad, y toreando muy encajado aprovechando las inercias, se echó la franela a la zurda y, por ahí, brotaron los mejores pasajes del trasteo. Decidido y con actitud, provocando siempre la embestida al burel, robó dos tandas meritorias, muy templadas, aunque de uno en uno, porque su adversario comenzó a reponer. Se le fue la mano con el acero, motivo por el que fue silenciado.

Ofensivo por delante y muy abierto de cuerna, el destartalado quinto salió suelto y tuvo además un molesto gazapeo que fue a más. Carretero quiso y volvió a porfiar con determinación para robar alguna tanda estimable de derechazos, pero no hubo continuidad, porque el animal también soltaba la cara y se defendía en cada una de sus acometidas. Estocada caída y silencio, con algunas leves palmas.

Diego Carretero dando un derechazo, esta tarde, en Las Ventas

Rompió plaza un novillo ensillado y bastito de hechuras castaño, que se venció por dentro ya desde los primeros compases de su lidia, en la que convirtió en mero trámite caballo y banderillas. Mantuvo ese defecto de “acostarse” en la muleta de Diego Fernández, que lo intentó por ambos pitones, a pesar de la brutita embestida del animal, muy deslucido y cada vez con menos recorrido. El palentino comprendió que aquello era muy complicado y tomó el camino de la espada. Se le atragantó el descabello.

Por hechuras, el cuarto novillo era otro toro de cualquier plaza de segunda. Gordo, con cuajo y enseñando las palas de los pitones. Echó la cara arriba en el caballo y, después de un buen tercio de Miguel Martín con los palos, mantuvo esa dinámica “de trinchera” en el tercio final. Embestidas a la defensiva, buscando siempre de tropezar los engaños. Diego Fernández lo probó por ambos lados sin demasiado empeño y cercenó pronto un trasteo que no pasó de esas tibias probaturas. Mal con la espada.

Se convirtió en sainete, la suerte suprema, en el sexto, que mató por el herido García Navarrete. Fue este último un novillo más manejable, no tan violento como sus hermanos, que dejó al palentino correr la mano en la primera tanda en redondo. Sin embargo, Diego Fernández no acabó de confiarse con él y, tras un puñado de intentos infructuosos, optó por abreviar. Seis silencios seis. Esa clásica tarde venteña en la que Madrid devora faenas una tras otra, sin remisión, por inercia, hasta el crepúsculo.