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Toros

Victorinos simplones para un día grande en Madrid

Decepcionante corrida en el tradicional Domingo de Ramos de Madrid en el que Octavio, que sufrió un corte en la mano, y Robleño saludaron

Fernando Robleño buscó torear desmayado y despacioso
Fernando Robleño buscó torear desmayado y despaciosolarazon

Robleño estrenó plaza y temporada con un primero listo y ágil que hizo honor pronto a su casta metiéndose por dentro una barbaridad. Pesaba tanto que daba igual el tamaño del toro, por cierto considerable, hablamos de Madrid pero de una desigual corrida, mas esa forma de embestir tan por dentro y recortando el viaje con listeza, hace que el toro se haga inmenso. Por uno y otro pitón acortaba a Robleño la distancia, metiéndose en ese lugar de salida que hace difícil irse del terreno del toro. Una ecuación imposible que resolvió el madrileño con el oficio que dan los años y el valor. Era la corrida del Domingo de Ramos de Madrid y con los toros de Victorino. La gente fue a verlo. Dos tercios largos de entrada en una tarde espléndida antes de que las lluvias nos atrapen, dicen, por aquello de reventar la Semana Santa. El cuarto le resarció. Hablamos para el torero. Tuvo el victorino nobleza, suavidad en las embestidas y también sosería. No cuadraba en las líneas ganaderas, pero sí en las del toreo desmayado y despacioso que quiso hacer Robleño, sobre todo al natural por donde más largo viajaba el animal. Y lo hizo, mientras el toro miraba de reojo a tablas.

Octavio se sacó al segundo para fuera con una habilidad tremenda mientras la mujer asiática de la fila de abajo se rompía las manos a aplaudir. En la emoción no alberga fronteras. Lejos dejó Chacón al toro en el caballo, que cumplió, e hizo una faena con muy buenas maneras, ajustándose a las condiciones del toro que fueron cambiando, sobre todo el ímpetu, y de corto recorrido. Cuando bajó de revoluciones el animal trató Octavio de cruzarse al pitón contrario y hacerle las cosas despacio, a pesar de que al victorino le costaba despedirse de la muleta. Todo el empeño que había puesto con la muleta se difuminó con la espada, entró recto, pero raro, quedándose en la cara, y en una de esas se cortó la mano al hacer el cruce. Bajo su responsabilidad y con el extensor del tercer dedo de la mano izquierda con un corte asumió la lidia del sexto, que tuvo corta la arrancada y bajo el ánimo. No dio para mucho, salvo para la espectacularidad de una segunda vara de lejos en la que derribó. Más allá de aquello, y del intento frustrado de otra vara, poco nos esperaba después.

Pepe Moral volvía a Madrid después de un duro comienzo de temporada en las puertas de Madrid en Valdemorillo y con una corrida del hierro de Miura. Costoso peaje que se ha dilatado en el tiempo. Orientado el toro no le permitió el toreo a Moral, que decidió abreviar. Justo eso le dejó el quinto, cambió el turno por estar Octavio en la enfermería. El Victorino tuvo clase en el viaje, eso sí lo hacía a una velocidad inverosímil y para llegar a ella hay que tragar lo indecible, en mitad del camino se podía parar, aunque sin querer hacer presa. Fue faena de altibajos la de Pepe y de poco convencimiento con la espada. Total, que lo que preveíamos de emoción se convirtió en una tarde simplona y de escasa transmisión, a pesar de la esplendorosa tarde. Misterios de la tauromaquia.

Ficha del festejo

Las Ventas (Madrid). Domingo de Ramos. Se lidiaron toros de Victorino Martín, desiguales de presentación. 1º, complicado y orientado; 2º, de corto recorrido y justo de empuje; 3º, orientado; 4º, suavón, noble y soso; 5º, de calidad y embiste al paso, muy lento; 6º, de corta arrancada y poca fuerza. Dos tercios de entrada.

Fernando Robleño, de rosa y oro, estocada (palmas); estocada caída (saludos).

Octavio Chacón, de fucsia y oro, tres pinchazos, estocada (saludos); estocada (ovación).

Pepe Moral, de rioja y oro, metisaca, estocada (silencio); tres pinchazos, media, pinchazo hondo, seis descabellos (silencio).