Feria de Bilbao
Y por fin, la puerta grande
Pamplona. Séptima de la Feria de San Fermín. Se lidiaron toros de Torrestrella, desiguales de presentación. El 1º, renqueante y con las fuerzas bajo mínimos; el 2º, descastado derrotón y sin fuerza; el 3º, noble, suavecito y con clase; el 4º, noble y justo de motor; el 5º, de mala clase y sin humillar; y el 6º, flojito, sin clase y sin humillar. Lleno en los tendidos.
Francisco Marco, de rosa y oro, bajonazo (silencio); estocada (oreja).
Iván Fandiño, de azul y oro, estocada buena (saludos); estocada, descabello, aviso (saludos).
David Mora, de espuma de mar y oro, estocada desprendida (oreja); estocada buena (oreja).
Parte médico de Iván Fandiño: «Atendido de un corte en la oreja izquierda de 2 centímetros, que requiere tres puntos de sutura y múltiples contusiones; trasladado al Hospital de Navarra, donde se descartan lesiones a falta de estudio neurológico».
A matar o morir. No quedaba otra. O eso parecía cuando Iván Fandiño se perfiló a matar a su primer toro. Era fácil recordar que de esa manera cayó herido grave en Madrid en la pasada feria y aquella cornada le ha tenido fuera de juego durante un tiempo. Pero no pareció importarle ni haberle resquebrajado lo más mínimo su alma de acero. Se echó de nuevo sobre los pitones. Cornamenta de un toro de Pamplona. Una cosa inacabable, inabarcable. Una hazaña volcarse por ahí y hacerlo como si nada. De diez fue el espadazo, que empieza por dónde uno se perfila, la rectitud del camino que toma, por dónde busca la salida y, por supuesto, el lugar en el que prende la espada. El toreo está lleno de matices, todos forman parte del rito, lo enriquecen. Y de todos ellos se olvidan los antitaurinos. Lógico. Lo fácil es hablar desde el desconocimiento, que se lo pregunten a los de las famosas subvenciones que reciben los espectáculos taurinos tan argumentado estos días en el Congreso. Hemos caído en un zafio todo vale. Se dicen barbaridades y se dan por buenas. Y así poco a poco va calando un mensaje al abrigo de la mentira. Mentira en mayúsculas, pero después de Barcelona esto ya no sorprende.
Me sigue sorprendiendo la capacidad de recomponer la carne herida en la cara del toro. Del olvidar el dolor y sanar cicatrices sin que se note. Y a Fandiño no se le notó ayer con ese segundo toro derrotón pero con suerte sin fuerza para que esto resultara un problema.
Otra cosa fue el quinto. La corrida de Torrestrella mantuvo el nivel bajo de estos sanfermines. No acabó de funcionar la corrida, aunque la tarde lograra mejores resultados. Ese quinto sacó mal estilo, se olvidó de humillar, como casi toda la corrida, y los derrotes eran más secos, más agresivos. La solidez de la muleta de Fandiño ponía en un brete cada muletazo. El de Orduña no se quita, no es frágil su envite. Está ahí de verdad. Y por eso, en un pase, podía ser uno cualquiera, le cogió feo, quedó en el suelo boca arriba e hizo por él. Se levantó afectado, medio conmocionado, y es un milagro que no estemos relatando otro final. El susto fue grande. Aún así le metió la espada. Con todo esto, saludó la ovación. No estuvo equilibrada la tarde en resultados.
David Mora abrió la puerta grande. Por fin. La primera vez que se lograba en las corridas de toros. Cortó un trofeo del tercero, el toro bueno del festejo, tuvo temple el animal, nobleza y calidad. Hizo Mora una faena bonita, como de campo, parecía que estuviera toreando de salón una tarde de invierno. Tiró también de toreo suave con el sexto, que por no humillar pareció no hacerlo ni una vez. Mora intentó disimular el defecto, suavizarlo, pulirlo, lo maquilló de tal manera, que al rematar con la espada, el conjunto le pasaportó el trofeo necesario para salir a hombros de la plaza de Pamplona. Se le vio disfrutar.
Una oreja cortó Francisco Marco después de sufrir un susto al entrar a matar al cuarto. Poco pudo hacer en verdad con su primero y más opciones tuvo con el noble cuarto, paradote y con el fondo justo. A hombros se fue Mora. Y a la enfermería Fandiño.
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