Opinión
La inflación y la teoría del dentífrico
La inflación repunta en Francia y Alemania y aleja la soñada por tantos bajada de los tipos de interés, que llegará, pero que ahora todavía tendrá que esperar más
Ludwig von Mises (1881-1973), el gran renovador del liberalismo clásico y puntal de la Escuela Austríaca de Economía, escribió en el capítulo 17 de la Acción Humana, su obra principal, que «el término inflación se aplicó para significar los cambios inducidos por el efectivo que resultan en un caída en el poder adquisitivo, y el término deflación para significar los cambios inducidos por el efectos que resultan en un aumento del poder adquisitivo». En pocas palabras y, dicho de otra manera, la inflación reduce el poder de compra de los ciudadanos, además de tener otros efectos perversos. Mises ejerció gran influencia en economistas como Hayek (1899-1992), Rothbard (1926-1995), seguidores suyos, pero también en otros que no lo eran como Joseph A. Schumpeter (1883-1950) o Milton Fridman (1912-2006). Ahora recupera protagonismo de actualidad porque el nuevo presidente argentino, Javier Milei, a través del catedrático español Jesús Huerta de Soto, pretende aplicar una política económica de raíces «libertarias», inspirada en Mises.
La inflación en Europa –y en parte en los Estados Unidos– no es algo del pasado y superado, lo que ocurre es que la batalla para derrotarla «entra en una nueva fase», asegura Chris Giles, uno de los gurús económicos del Financial Times. Añade que «el rápido descenso de la inflación a ambos lados del Atlántico en el segundo semestre de 2023 fue tan sorprendente como su aumento anterior», que pilló por sorpresa –a pesar de algunas advertencias– tanto a la Reserva Federal Americana (FED), como al Banco Central Europeo (BCE). Ahora, la inflación vuelve a repuntar en la Francia de Macron y en la Alemania de Scholtz, algo que pone sordina a las esperanzas, quizá alimentadas de forma prematura, de próximos descensos de los tipos de interés. Los Gobiernos los buscadores de chollos en los mercados se han acostumbrado al dinero barato, añoran tiempos muy recientes y presionan a su manera con la esperanza de que regrese esa época, que ya es historia pasada. La FED que preside Jerome Powell, a pesar de ser año electoral, con Biden y Trump en danza y lo que significa, acaba de echar un jarro de agua fría a muchos al anunciar que todavía esperará para bajar los tipos de interés. El BCE que lidera Christine Lagarde quizá ha sido menos explícito, pero está en la misma línea. Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España y miembro del Consejo del BCE, advertía la semana pasada del riesgo de que la reducción de la inflación se ralentice este nuevo año y, por eso, reclama a los Gobiernos una política fiscal restrictiva. Ve posible que la inflación vuelva al 2% que desea el BCE a finales de 2025, pero para conseguirlo el gasto público debe dejar de estar sobredimensionado, que fue el recurso que se utilizó –gracias a una excepcional laxitud monetaria del BCE– para compensar la atonía inversora del sector privado durante la pandemia.
Chris Giles también señala el peligro de que «la inflación se reactive si las economías se calientan demasiado», el gran temor de los bancos centrales, que no quieren cometer otro error de cálculo. Los responsables de la FED y del BCE, tienen muy presente el ejemplo –para algunos en toda una teoría– de cómo es muy fácil sacar la pasta de dientes del tubo dentífrico, pero muy, muy difícil, volver a meterla dentro. Por eso no quieren cantar victoria y, tras los últimos datos de Francia y Alemania, el BCE tampoco se precipitará.
En España, después de que Calviño y Montero hayan «hecho historia» y los libros de historia las recuerden, como decía la nueva presidenta del Banco Europeo de Inversiones, la inevitable retirada de algunas de las medidas adoptadas para paliar la inflación supondrán también un repunte. Las subidas de las pensiones, los acuerdos de algunos convenios, la crisis del mar Rojo, que Sánchez obvia, y la nueva subida del Salario Mínimo Interprofesional (SMI), la gran bandera de Yolanda Díaz, harán el resto. Todo puede complicarse si los Presupuestos Generales del Estado para 2024 no incluye algunas restricciones y, al margen de que suban los impuestos, contengan en algo el gasto, que rozará los 700.000 millones de euros para el conjunto de las Administraciones Públicas. No es fácil, el Gobierno, en el caso de que de verdad quisiera controlar el gasto, se enfrentará a la oposición de sus socios de Sumar y también a la de ERC, a la de Podemos y a la mayoría de sus aliados, que exigirán más dispendios para dar sus votos, imprescindibles, para la aprobación de los Presupuestos. La inflación, al final, no es un concepto praxeológico –cómo la mente estructura el pensamiento– , sino derivado «del discurso mundano del público y de los políticos», escribió también Mises.
Nuevos objetivos para Iberdrola con dinero para próximas operaciones
Iberdrola, la segunda compañía eléctrica del mundo por capitalización, que preside Ignacio Sánchez Galán, encara ahora nuevos objetivos, tras la cancelación, por mutuo acuerdo, del proyecto de fusión de Avangrid, su filial en Estados Unidos, con PNM, la principal eléctrica de Nuevo México y Texas. Iberdrola libera de esta manera 11.000 millones de euros y aumenta su liquidez hasta algo más de 20.000 millones, con los que podría explorar alguna otra fusión o incluso compra.
Previsiones de depreciación de la moneda europea frente a la estadounidense
La cotización del euro frente al dólar comienza 2024 sin un rumbo definido, como apunta el analista Juan Ignacio Crespo que, sin embargo, como otros, apunta a una depreciación de la moneda europea a lo largo del año. El casi seguro del retraso de la bajada de tipos de interés en Estados Unidos, la debilidad de la economía europea y el hecho de que el Banco Central Europeo también reduzca su balance algo más lentamente, explicarían esa tendencia que, no obstante, tendría que confirmarse.
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